Johann Tetzel, Predicador de Indulgencias

johann tetzelJOHANN TETZEL, PREDICADOR DE INDULGENCIAS

Por Samuel Martínez Arias
Ciudad de México, abril de 2017
Conferencia Anual de México

Johann Tetzel fue un monje dominico alemán que nació en el pueblo de Pirna, en Sajonia, Alemania, en 1465; y murió en la ciudad de Lepzig, también en Sajonia, el 11 de agosto de 1519.

Estudió filosofía y teología en la Universidad de Leipzig y obtuvo el grado de bachiller en 1487. No mucho después ingresó a la orden de los dominicos.

Hacia 1500 se convirtió en prior del monasterio de Glogau, el cual pertenecía a la provincia polaca de la orden y más tarde, a petición del provincial polaco, fue nombrado inquisidor de Polonia por el general de la orden de los dominicos, Tomás Cayetano. Tiempo después recibió el nombramiento de inquisidor de la provincia de Sajonia.

En 1503 hizo su primera aparición como predicador de indulgencias, cuando la orden de los Caballeros Teutones de Livonia —región de la costa oriental del mar Báltico ubicada en los actuales territorios de Letonia y Estonia— obtuvo un permiso primero del papa Alejandro VI —Alejandro Borgia— para predicar una indulgencia por tres años, y luego otro permiso, esta vez del papa Julio II, para predicarla por tres años más.

A finales de 1509 Tetzel era comisario de indulgencias en Estrasburgo y en 1510 pasaba a Nuremberg, Würsburg y Bamberg.

De julio de 1510 a abril de 1516 toda traza de él se ha perdido. Sin embargo, a principios de 1517 reaparece en Sajonia, una vez más como predicador de indulgencias, y ello lo proyecta para ocupar un lugar en los libros de historia. ¿Cómo ocurrió esto? Veamos

El papa León X —quien pertenecía a la familia florentina de los Médici—, el príncipe alemán Alberto de Brandenburgo, y el emperador Maximiliano de Alemania, se hallaban, los tres, muy necesitados de fondos. León X requería dinero para solventar la construcción de la basílica de San Pedro de Roma; Maximiliano necesitaba alimentar sus vacías arcas; y Alberto, que por cierto contaba con tan sólo 24 años de edad, tenía que pagarle al banquero alemán Jacobo Fúcar la cantidad de 24,000 ducados, que éste le había prestado para, a su vez, cubrirle al papa el costo de su reciente nombramiento como arzobispo de Maguncia y de su derecho a conservar, además, el arzobispado de Magdeburgo y el obispado de Halberstadt, que ya poseía. Cabe decir que “nunca hasta entonces dos arzobispados, y tan considerables desde todo punto de vista como los de Maguncia y Magdeburgo, habían sido reunidos, con un obispado por añadidura, en las manos de un solo y único titular.”[1]

Pues bien: papa, emperador y príncipe consideraron que la predicación de indulgencias podía ayudarles a aliviar sus problemas financieros y acordaron auspiciar una campaña de predicación de indulgencias a favor de la basílica de San Pedro de Roma y realizar un “¡Reparto entre tres! Sobre el producto de la indulgencia [que sería predicada] durante tres […] años, [el emperador] se llevaría 1,000 florines; después de lo cual, el resto se dividiría en dos partes: mitad para el Papa, mitad para Alberto”[2].

Dada su experiencia en la lucrativa actividad, Tetzel recibió la comisión de llevar a cabo la predicación en la arquidiócesis de Magdeburgo, que como ya dijimos, estaba en manos de Alberto, y en el territorio de Brandenburgo, donde el príncipe Joaquín, hermano de Alberto, era el gobernante.

Tetzel entró en acción y salió, ya lo dijimos, a principios de 1517 a cumplir su cometido. Utilizaba como elemento de promoción una cruz con las armas papales y llevaba y mostraba a su auditorio la indulgencia del papa sobre un almohadón de terciopelo bordado en oro. La cruz era colocada solemnemente en el mercado de la población que visitaba y Tetzel entonces se ponía “con voz rimbombante a prometer a los fieles toda una serie graduada de favores incomparables”[3]. Estos incluían la remisión plenaria de todos sus pecados a aquellos que, contritos de corazón, confesados de boca, habiendo visitado siete iglesias reverenciadas y recitado cinco padrenuestros y cinco avemarías, dieran a la caja de las indulgencias una ofrenda, cotizada según el rango social y la fortuna, que variaba desde 25 florines de oro para los príncipes, hasta medio florín, o incluso absolutamente nada, para los simples fieles. Derecho de escoger un confesor […] y de obtener de él, una vez en el curso de la vida y, en artículo de muerte, todas las veces que fuera necesario, la indulgencia plenaria y la absolución, no sólo de los pecados ordinarios, sino de los casos reservados: esto mediante un cuarto de florín, precio mínimo. Finalmente, concesión de la remisión plenaria de los pecados para cualquier alma del purgatorio, mediante ofrendas cotizadas como las arriba citadas: tales eran los tres favores principales que Tetzel vendía a los suscriptores benévolos. En todo esto, nada había de inédito, nada que no fuera normal y en concordancia con los usos y las ideas del tiempo…[4]

El doctor Roland Bainton en su libro Martín Lutero registra uno de los sermones pronunciados por Tetzel:

Escuchad: Dios y San Pedro os llaman. Pensad en la salvación de vuestras almas y las de vuestros queridos difuntos. Vos, sacerdote; vos, noble; vos, mercader; vos, doncella; vos, matrona; vos, joven; vos, anciano; entrad ahora en vuestra iglesia, que es la iglesia de San Pedro. Visitad la santísima cruz erigida ante voz y que siempre os implora. ¿Habéis considerado que estáis azotados por una furiosa tempestad en medio de las tentaciones y peligros del mundo y que no sabéis si podréis alcanzar el puerto, no para vuestro cuerpo mortal, sino para vuestra alma inmortal? Considerad que todos los que se hayan arrepentido y se hayan confesado y hayan pagado su óbolo recibirán completa remisión de todos sus pecados. Escuchad las voces de vuestros amados parientes y amigos muertos que os imploran y dicen: “¡Tened piedad de nosotros! ¡Tened piedad de nosotros! Estamos en un terrible momento del cual podéis liberarnos con una dádiva diminuta.” ¿No deseáis hacerlo? Abrid vuestros oídos. Escuchad al padre diciendo a su hijo, a la madre diciendo a su hija: “Te hemos dado el ser, alimentado, educado; te hemos dejado nuestra fortuna, y tú eres tan cruel y duro de corazón que no estás dispuesto a hacer tan poco para liberarnos. ¿Vas a dejarnos aquí entre las llamas? ¿Vas a retardar nuestra gloria prometida?”

Recordad que podéis liberarlos, pues

En cuanto suena la moneda en el cofre,

El alma salta del purgatorio. 

¿No queréis, entonces, por un cuarto de florín, recibir esta bula de indulgencia, por intermedio de la cual podéis llevar a un alma divina e inmortal a la patria del paraíso?[5]

Cabe mencionar que, la Catholic Enciclopedia afirma que la famosa copla que se le atribuye a Tetzel sobre la moneda que cae dentro del cofre y el alma que sale del purgatorio, y que aparece en el sermón antes citado, es espuria en el sentido de que no hay evidencia de que Tetzel efectivamente la recitara delante de sus oyentes; pero que su esencia se encuentra en los escritos del monje dominico.[6]

Por otro lado, es posible demostrar que Tetzel no tenía nada de original. Otros antes que él habían tenido la misma idea. Por ejemplo, ya en el año de 1482 la Facultad de Teología de la Sorbona había juzgado y condenado una proposición que le había sido diferida y que afirmaba lo siguiente:

“Toda alma del Purgatorio vuela inmediatamente al Cielo, es decir, es liberada inmediatamente de toda pena, desde el momento en que un fiel pone una moneda de seis blancas, por manera de sufragio o de limosna, en el cepo para las reparaciones de la iglesia de [Saint Pierre de Saintes …]”[7]

“Esto es lo que predicaba, mucho antes de 1517, un eclesiástico anónimo y que fue censurado”[8].

En 1517 Lutero se encontraba en Wittemberg, en Sajonia, prestando sus servicios como maestro en la universidad de esa ciudad. Como Sajonia era dominio del príncipe Federico “el Sabio”, y no del príncipe Alberto o de su hermano Joaquín, Tetzel no pudo entrar a dicho territorio a predicar la indulgencia. Como ya lo hemos mencionado, el área de acción del dominico se limitó a la diócesis de Magdeburgo, donde Alberto era arzobispo, y al principado de Brandenburgo, donde su hermano Joaquín era el gobernante. No obstante, por ser Sajonia y Brandenburgo territorios vecinos, hubo poblaciones muy cercanas a Wittemberg a las que Tetzel llegó realizando su labor. Y Lutero tuvo conocimiento de lo que Tetzel decía y hacía, pues muchos feligreses volaron a Brandenburgo para obtener las indulgencias que el dominico ofrecía.

Como es bien sabido, el 31 de octubre de 1517 Martín Lutero clavó en la puerta lateral de la capilla del castillo de Wittemberg sus famosas Noventa y cinco tesis, que escribió contra las indulgencias. Este documento fue visto como un gran atrevimiento contra el papa y causó conmoción en Alemania. Y mucho se ha dicho que fue la predicación de Tetzel en el vecino Brandenburgo lo que detonó el surgimiento de las ideas del reformador sobre las indulgencias. Sin embargo, el gran historiador francés Lucien Febvre, quien realizó un profundo y exhaustivo análisis de los documentos del puño y letra de Lutero que han llegado hasta nosotros, particularmente de los que produjo durante los dos años previos al escándalo de las indulgencias, nos hace ver que ya desde antes Lutero había expresado las atrevidas ideas contenidas en su famoso escrito de octubre de 1517. En un sermón de su autoría datado en 1516, a mediados de año, había tocado el tema de las indulgencias, afirmando que

“Los Comisarios y sub-Comisarios encargados de predicar las indulgencias no hacen nunca otra cosa que alabar sus virtudes al pueblo, y excitarlo a que las compre. Nunca los oiréis explicar a su auditorio lo que es en realidad la indulgencia, a qué se aplica y cuáles son sus efectos. Poco les importa que los cristianos engañados se figuren que, apenas comprado el pedazo de pergamino, están salvados […] Predicar que semejantes indulgencias pueden rescatar las almas del Purgatorio es tener demasiada temeridad.”

Febvre es muy claro en señalar que lo más interesante de este sermón es que en él Lutero incluyó lo que un año después contenía la tesis número 82 de sus Noventa y cinco tesis: ““El Papa es demasiado cruel si, teniendo en efecto el poder de liberar a las almas del Purgatorio, no concede gratis a las almas que sufren lo que otorga por dinero a las almas privilegiadas…””[9], tesis que se ha considerado “habitualmente como el gran atrevimiento del documento de 1517 […]”[10] Y, enfatiza Febvre, “Tetzel no había nacido todavía a la historia cuando Lutero escribió estas líneas [….]”[11], porque ¡no había comenzado siquiera la predicación de la indulgencia por la basílica de San Pedro de Roma!

Pero aún hay más. El 31 de octubre del mismo año de 1516, justamente un año antes de sacar a la luz sus famosas Noventa y cinco tesis, Martín Lutero predicaba otro sermón sobre las indulgencias, en el que presentaba la misma argumentación; de hecho, este sermón era “la inspiración misma de las 95 tesis.”[12]

Y entonces cabe fijarse en la fecha, 31 de octubre, y preguntarnos por qué. ¿Por qué dos años consecutivos justo el 31 de octubre tocó Lutero el tema de las indulgencias, primero en un sermón y luego en las Noventa y cinco tesis? Y Febvre nos da la respuesta: porque el “31 de octubre es la víspera de Todos los Santos. Y el día de Todos los Santos era cuando cada año los peregrinos acudían, innumerables, a Wittemberg, para ganar […] perdones”[13].  ¿Cómo era esto? Veamos.

El príncipe de Sajonia, que ya hemos mencionado era Federico “el Sabio”, había reunido con gran afán, solicitándolas por todas partes, comprándolas, cambiándolas, etc., una importante colección de reliquias preciosas para él: “pedazos de pañales del Niño Jesús, briznas de paja del pesebre, cabellos de la Virgen, gotas de su leche, fragmentos de clavos o de varas de la Pasión…”[14] Pero lo que tiene que ver con la historia de Lutero es que indulgencias “[…] en número creciente se unían a estos insignes tesoros”.[15] Y la gente podía obtener su beneficio visitando las reliquias, que se conservaban en la iglesia del castillo de Wittemberg, en fechas especiales; por ejemplo, el día de Todos los Santos, cuando mediante una ofrenda y después de haberse confesado, se podía conseguir la indulgencia plenaria.

¿Por qué, pues, escribió Lutero sus Noventa y cinco tesis? Por la indulgencia predicada por Tetzel, sí. Pero por las indulgencias que la gente adquiría en Wittemberg, también.

Pero Febvre va mucho más a fondo para explicar el origen de las Noventa y cinco tesis y afirma que no fueron el producto de un anhelo que Lutero pudiera haber tenido por reformar a la corrompida Iglesia o de su odio contra los abusos que el clero cometía. Si esto hubiera sido, Lutero habría hecho sonar su voz mucho antes, por ejemplo, en 1514, cuando el papa, como ya hemos visto, había concedido al príncipe Alberto de Brandenburgo dos arzobispados y un obispado a cambio de una suma de dinero muy considerable. Más bien, dice Febvre, las ideas de Lutero sobre las indulgencias nacen de la doctrina que se había forjado; más exactamente, de la “aplicación a un caso particular (que no podía dejar de plantearse ante el espíritu y la conciencia de Lutero), de los principios que había elaborado, de las nociones que se había formado…”[16] En otras palabras, las Noventa y cinco tesis son “la reedición, con más brillo, más amplitud, más seguridad, de tesis que, desde hacía por lo menos dos años, preocupaban sin cesar al espíritu siempre en trabajo […] de Martín Lutero.”[17]

Y, muy importante, su doctrina, a su vez, tampoco era el producto de un anhelo reformista, sino de los 10 años de su vida que había pasado buscando su salvación, su paz. No, Lutero no había sido “[…] uno de esos cristianos piadosos tan abundantes en esa época, obsesionados por la idea de una profunda decadencia de la Iglesia [… que pedían] enérgicamente una reforma completa del Papado romano, del Episcopado, del clero regular y secular.[18] No. Lutero no había sido nada de eso, sino un hombre “ávido de Cristo”[19], con una “sed […] de absoluto”[20], “de certidumbre inconmovible”;[21] con una “ardiente sed de piedad”,[22] (es decir, de ser verdaderamente piadoso); en suma, con un anhelo profundo de alcanzar la salvación… Y que cuando había visto alcanzada esta salvación, el amor de Dios que lo había llenado y el gozo que había experimentado le habían impulsado a compartir su fe con todo el mundo, a proclamar muy alto el don que de Dios había recibido…

Interesantes conclusiones, sobre todo si se toma en cuenta que Febvre es un historiador que puede calificarse como estrictamente secular, es decir, que no escribe como miembro de ninguna asociación religiosa, ni protestante ni católica, sino como un profesional de la historia.

Pero retomemos el hilo de lo que veníamos diciendo sobre Lutero y sus ideas sobre las indulgencias: éstas no son “la reacción súbita de un hombre ante cuyos ojos se desarrolla un escándalo imprevisto y demasiado evidente”[23], no nacieron con el “escándalo de Tetzel”[24]; Lutero ya se las había forjado desde tiempo antes, al reflexionar sobre el asunto, que había considerado de suma importancia, porque el problema esencial, de fondo, con las indulgencias, era que conferían “a los pecadores una falsa seguridad”[25]. Y, tanto la predicación de la indulgencia que Tetzel llevaba a cabo en Brandenburgo, como la promoción que Federico “el Sabio” hacía de sus reliquias y de las indulgencias que se podían adquirir en Wittemberg, fueron oportunidades, ocasiones para dar a conocer sus ideas, para compartir la fe que Dios le había revelado[26], más que oportunidades u ocasiones de manifestar su rebeldía contra los abusos.

La diferencia con las otras ocasiones en las que había tocado el tema de las indulgencias, en 1516, es que ahora, en octubre de 1531, sus Noventa y cinco tesis comenzaron a ser impresas desde el mismísimo día 31, y traducidas al alemán; y que de ellas envió “copia al arzobispo de Maguncia, Alberto de Brandeburgo, con una carta categórica [… que, sin embargo,] no era una declaración de guerra. Una advertencia, sí. Una llamada al orden, severa, en nombre de Dios [… en la que afirmaba respecto a los predicadores de indulgencias:] “Mi finalidad es menos incriminar sus clamores (pues no los he oído) que destruir las imaginaciones erróneas que hacen nacer en el espíritu de sus auditores.””[27]

Y Alberto de Brandeburgo, arzobispo de Maguncia, denunció a Lutero e inició un proceso contra él. Y las impresiones de las Noventa y cinco tesis comenzaron a circular. Y se armó un gran revuelo.

Y, volviendo a Tetzel, éste al parecer, súbitamente consideró urgente obtener el grado de doctor en teología, para poder estar a la altura de las circunstancias y sustentar la posición de la Iglesia, de su orden y la suya propia, ante las ideas de Lutero, que corrían por doquier. Y el 20 de enero de 1518, durante un debate que formaba parte del proceso académico correspondiente, el dominico defendió en la Universidad de Frankfort del Óder ciento seis tesis de la autoría de Konrad Wimpina, su maestro en Leipzig, que combatían las noventa y cinco de Lutero.[28]

Las ciento seis tesis defendidas por Tetzel fueron impresas y difundidas. Y llegaron a la Universidad de Wittemberg, donde causaron una tremenda excitación; a tal grado, que el infortunado merolico que las ofrecía en venta fue atacado por una turba de estudiantes y los 800 ejemplares que tenía en su poder fueron quemados en la plaza del mercado. El hecho mereció la total desaprobación de Lutero.

No obstante, el reformador decidió llevar la controversia que se estaba generando entre Tetzel y él de la arena académica a la pública, y sacó a la luz en forma vernácula su Sermón sobre las indulgencias y la gracia, que contenía veinte proposiciones. Cabe mencionar que simultáneamente preparaba en latín sus Resoluciones acerca de las noventa y cinco tesis. Así podía combatir en dos frentes.

La respuesta de Tetzel a los dos documentos anteriores de Lutero apareció en dos partes: la primera fue un escrito que se conoce como el Vorlegung, de abril de 1518; la segunda, un documento complementario que comprendía cincuenta proposiciones, de mayo del mismo año. En éstos, Tetzel tocó el tema de las indulgencias, pero acabó desviando la argumentación hacia la autoridad de la Iglesia.

Tetzel no pudo detener con sus escritos el impacto causado por las ideas de Lutero; sin embargo, por lo menos logró obtener el título de doctor en teología el mismo año de 1518.

La agitación desencadenada por las Noventa y cinco tesis de Lutero frustró la labor de Tetzel y éste sólo pudo predicar la indulgencia a favor de la basílica de San Pedro de Roma durante dos años. El resultado económico fue poco y el príncipe Alberto de Brandenburgo, arzobispo de Maguncia y Magdeburgo y obispo de Halberstadt, solamente obtuvo una ganancia de 5 mil ducados. Se sobreentiende que el papa obtuvo una ganancia igual.

Tetzel, por su parte, abandonado por el público, desanimado y, para colmo, enfermo, se retiró a un monasterio dominico de Leipzig. Ahí, en enero de 1519, fue visitado por Karl von Meltitz, nuncio papal en Sajonia, quien lo abrumó con una oleada de reproches y ataques contra su carácter y su moral[29], además de estigmatizarlo como el causante de todo el infortunado asunto de Lutero, y de amenazarlo con el disgusto del papa. Tetzel quedó en tal situación anímica y de salud, que al enterarse Lutero, magnánimamente le escribió una carta en la que trató de consolarlo con las siguientes palabras: “No lo toméis demasiado a pecho. Vos no habéis iniciado toda esta baraúnda. El niño tiene otro padre.”[30]

No obstante, según la Catholic Encyclopedia, Meltitz sin duda aceleró la inminente muerte de Tetzel, la cual ocurrió el 11 de agosto de aquel año de 1519. Tuvo un entierro honorable y sus restos fueron colocados frente al altar mayor de la iglesia de los dominicos en Leipzig.

Para terminar, consideramos importante e interesante exponer la postura de la Iglesia Católica sobre las enseñanzas y el carácter moral de Tetzel,[31] la que resumimos en los siguientes puntos:

  1. Sus enseñanzas respecto a las indulgencias para los vivos era correcta.
  2. La acusación que se le hizo respecto a que vendía el perdón de los pecados por dinero, sin requerir del fiel la contrición por el estado de su alma, carece de fundamento.
  3. La acusación que se le hizo de que vendía la absolución de los pecados que se cometieran en el futuro también carece de fundamento. Tetzel sostuvo que la indulgencia sólo podía aplicarse al pecado que se confesaba y por el cual había verdadera contrición.
  4. Sus enseñanzas sobre las indulgencias para los muertos eran una desviación de la correcta doctrina de la Iglesia Católica. Más que eso: el hecho de que condicionaban la indulgencia plenaria para los muertos a la mera entrega de dinero, es repugnante para la Iglesia, porque viola todo principio de elemental justicia. Tetzel reproducía la opinión de unos cuantos autores oscuros que se basaban sólo parcialmente en los contenidos de las bulas papales sobre las indulgencias. Las enseñanzas de Tetzel sobre las indulgencias para los muertos no fueron reconocidas, sino al contrario, condenadas por autores apegados a la doctrina católica y, de hecho, fueron rechazadas en términos explícitos por el mismo cardenal Tomás Cayetano entre 1517 y 1519.
  5. El carácter moral de Tetzel, blanco de múltiples sátiras y libelos, ha sido vindicado hasta el punto de poder declararlo libre de cualquier falta moral que pueda calificarse como grave.[32]

No obstante todo lo anterior, para la historia sigue siendo un célebre charlatán.[33] Y, por supuesto, Dios tiene la última palabra.

Tetzel, grabado de N. Brühl basado en un retrato contemporáneo

Archiv für Kunst und Geschichte, Berlin

Fuente: Encyclopædia Britannica

https://global.britannica.com/biography/Johann-Tetzel

F U E N T E S :

BAINTON, Roland. H. Martín Lutero. 3ª ed. México, CUPSA, 1989. 486 p.

EDITORS OF ENCYCLOPæDIA BRITTANICA. “Johann Tetzel”. ENCYCLOPæDIA BRITTANICA. Última actualización: 22 de septiembre de 2006. Recuperado el 20 de abril de 2017 de https://global.britannica.com/biography/Johann-Tetzel

FEBVRE, Lucien. Martín Lutero: un destino. México, FCE, 1983. 286 p. (Colección Breviarios, Núm. 113).

GANSS, Henry. “Johann Tetzel”. The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York, Robert Appleton Company, 1912. Recuperado el 21 de abril de 2017 de http://www.newadvent.org/cathen/14539a.htm

GANSS, Henry. “Martin Luther”. The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York, Robert Appleton Company, 1910. Recuperado el 21 de abril de 2017 de http://www.newadvent.org/cathen/14539a.htm

O’MALLEY, John W. “Johann Tetzel”. The Encyclopedia Americana: International Edition. Vol. 26. Danbury, Connecticut, Americana Corporation, 1979.

SCHLAGER, Patricius. “Karl von Miltiz”. The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York, Robert Appleton Company, 1911. Recuperado el 21 de abril de 2017 de http://www.newadvent.org/cathen/14539a.htm

WIKIPEDIA. “Johann Tetzel”. Recuperado el 21 de abril de 2017 de https://en.wikipedia.org/wiki/Johann_Tetzel

[1] L. Febvre, Martín Lutero…, p. 80

[2] Ibid., p. 81

[3] Id., p. 81

[4] Ibid., p. 84

[5] R. Bainton, Martín Lutero, p. 81

[6] H. Ganss, “Johann Tetzel”, The Catholic Encyclopedia, http://www.newadvent.org/cathen/14539a.htm

[7] L. Febvre, Op. Cit., p. 83

[8] Id.

[9] Ibid., p. 90

[10] Ibid., p. 89

[11] Ibid., p. 90

[12] Id.

[13] Ibid., p. 87

[14] Ibid., p. 82

[15] Id., p. 82

[16] Ibid., p. 91

[17] Id.

[18] Ibid., p. 68

[19] Ibid., p. 67

[20] Ibid., p. 47

[21] Id.

[22] Ibid., p. 50

[23] Ibid., p. 91

[24] Lutero, sin embargo, dejó de su puño y letra el siguiente texto, en un documento de 1541: “Viendo que, en Wittemberg, una multitud de gente corría tras las indulgencias a Jutterbock, a Zerbst, a otros lugares, y, tan cierto como que Cristo me ha rescatado […] empecé a predicar tranquilamente que había algo mejor y más seguro que comprar perdones…” Es decir, Lutero mismo relata que cuando vio a la gente de Wittemberg correr a Brandenburgo por las indulgencias que Tetzel ofrecía, fue cuando comenzó a predicar contra ellas. Pero, argumenta Febvre, lo que Lutero hizo en su escrito de 1541 fue un resumen demasiado rápido e inexacto de lo que había ocurrido en 1517; a Lutero, ya viejo, en la etapa final de su vida, “le era fácil resumir así recuerdos lejanos” L. Febvre, Op. Cit., p. 88

[25] Ibid., p. 87

[26] Ibid., p. 94

[27] Ibid., p. 92

[28] El hecho de que Tetzel mismo no escribiera las ciento seis tesis, sino su maestro, no implica que no supiera suficiente teología o que sus conocimientos del latín fueran escasos (recordemos que los trabajos académicos en aquellos tiempos se escribían en latín). Se trata simplemente de una costumbre de la época: el maestro escribía las tesis y el alumno las defendía.

[29] El doctor Bainton afirma en su libro que incluso le echó en cara que tenía dos hijos ilegítimos; y la Wikipedia, que lo acusó de haber dispuesto de una parte del dinero recogido en beneficio propio, acción equiparable al robo.

[30] R. Bainton, Op. Cit., p. 113.

[31] H. Ganss, Op. Cit.

[32] El cargo que se le hizo de que sustraía dinero del cofre de las indulgencias, mencionado por la Wikipedia, carece de fundamento, según la Catholic Encyclopedia, pues el cofre contaba con dos o tres cerraduras cuyas llaves estaban bajo la custodia de diferentes personas, incluyendo un representante de la casa bancaria de Jacobo Fúcar. Por otro lado, el fiel estaba obligado a depositar su ofrenda en persona. Dársela al confesor o al subcomisario de indulgencies invalidaba la indulgencia. 

[33] L. Febvre, Op. Cit., p. 83

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