Editorial

Época III, Año LXXXIV, Período 2014-2018, No. 09

Chihuahua, Chih., 15 de diciembre, 2014


Es más un Hecho que una Fecha

1a
Pbro. Bernabé Rendón Morales

La Navidad de nuestro Señor y Salvador es más un hecho que una fecha. Es el gran acontecimiento del amor de Dios en la persona de su Hijo Jesucristo, quien vino a nuestro mundo para buscar y salvar lo que se había perdido. Nos resulta increíble el que haya personas con una mentalidad dominada por el legalismo fundamentalista, que prefieran perder de vista el hecho y renuncien a celebrarlo sólo por causa de la fecha. Es decir, pierden lo más por causa de lo menos, y suponen que esta actitud honra a Dios.

1. No está contra las Escrituras. El que esta fiesta no esté establecida en la Biblia no es argumento válido para suspenderla. El único argumento válido sería que la Biblia la prohibiera. Es un principio legal de uso universal que lo que no está claramente prohibido, está permitido. La Navidad no está prohibida por la Biblia ni siquiera tácitamente, y no afecta ninguno de los principios bíblicos. Prohibir en nombre de la Biblia lo que ella no prohíbe, corresponde a una mentalidad insana muy semejante a la de los fanatismos históricos que culminaron en tragedias.

2. El ejemplo de Jesús. Hay un detalle bíblico que no debe pasarnos inadvertido: Jesús viajaba a Jerusalén a celebrar las fiestas, entre ellas la Fiesta de la Dedicación (Jn 10:22,23). En ninguna parte del Antiguo Testamento está ordenada por Dios esa fiesta. Fue acordada por el pueblo de Israel luego del triunfo macabeo. Ni Jesús ni el mismo evangelista Juan señalan esa festividad como un error. Más bien se unían gozosamente a su pueblo para celebrarla. La pregunta es, si Jesús sancionó una fiesta no bíblica para unirse a su pueblo, ¿no sancionará hoy otra fiesta no bíblica para unirse a su iglesia, y que, inclusive, sirve para honrarlo a él como centro y razón de dicha fiesta?

3. La Epifanía. No hay duda de que la Navidad se estableció por la iglesia cristiana occidental en el siglo IV. Pero no debe olvidarse que la Epifanía se comenzó a celebrar dentro de las iglesias cristianas orientales desde el siglo II, mucho antes que se pensara en sustituir la fiesta pagana del sol invicto con la Navidad. Esta fiesta cristiana no nació en el tiempo de Constantino, sino mucho antes.

La festividad cristiana del siglo segundo se denominaba Epifanía o «manifestación» de Dios en Cristo, y abarcaba tres eventos: La manifestación de Cristo a los paganos, mediante su estrella a los magos; su manifestación a la nación de Israel, mediante su bautismo; y su manifestación a sus discípulos, mediante su primer milagro en Caná. Luego entonces, la Epifanía incluía el nacimiento de Jesús reconocido por los magos del oriente, lo que nos indica que el nacimiento del Señor era celebrado desde por lo menos el siglo II.

4. Saqueando a los egipcios. Los que cuentan mal el origen de la Navidad, como si no hubiera existido antes del acuerdo de establecerla como fiesta cristiana en el siglo IV, enfatizan que se estableció con el propósito de sustituir una fiesta pagana, la Saturnalia. Aunque así hubiera sido, la idea no es condenable, sino ponderable, ya que tiene justificación bíblica y estratégica.

San Pablo nos dice que los alimentos comunes son santificados por la palabra de Dios y la acción de gracias (I Tm. 4:5). Por lo tanto, es deseable que podamos santificar lo común, lo profano, para que venga al servicio del Señor. Jesús mismo arrebata a aquellos que eran del diablo, contados como algo profano, para santificarlos en su Reino mediante la redención.

San Agustín usaba este principio para referirse a asuntos como la filosofía y las virtudes cardinales, y decía que del mismo modo como Israel despojó a los egipcios al tomar sus riquezas para convertirlas más tarde en un tabernáculo en el desierto, también los cristianos deberíamos saber cómo despojar a los paganos para consagrar sus cosas al Señor. Así pues, la Navidad representaría un gran despojo que los cristianos hicimos, para establecer una nueva fiesta en honor del nombre de Jesucristo.

Celebremos, pues, libre y confiadamente la fiesta más grande del mundo, ya que se refiere al Dador más grande, quien dio el Regalo más grande que jamás se haya dado, destinado para el más grande número de beneficiarios, y así salvarlos de la más grande ruina posible para el ser humano, y llevarlos al más grande y eterno beneficio que se le puede hacer a una persona… y todo esto gracias al amor más grande de todos.

 

Pbro. Bernabé Rendón M.