Época III, Año LXXXIV, Período 2014-2018, No. 16
Chihuahua, Chih., 16 de abril, 2015
La Estación de la Resurrección
Varias de las congregaciones metodistas mexicanas observan la sana costumbre de las iglesias históricas, consistente en guiarse tanto por el Leccionario como por el Calendario Cristiano. El primero es la guía de lecturas bíblicas para el culto dominical durante todo el año, y el otro es el seguimiento de las fechas de las celebraciones y énfasis que deben observarse en el mismo año. El Leccionario procura ir de acuerdo con las fechas del Calendario, y viceversa.
Es fácil detectar las ventajas de guiarse de este modo. Por un lado se evita la repetición de temas recurrentes en la mente del predicador, y por el otro se asegura que no queden fuera los temas no preferidos. Así se incluyen lecturas de toda la Biblia y no se dejan de lado los grandes acontecimientos del cristianismo. Por otro lado, ordenar los temas cristianos para asegurar la reflexión de ellos durante el año, refleja que los cristianos creemos en un Dios de orden. Pero sobre todo, el Calendario Cristiano gira alrededor de la vida y ministerio (terrenal y celestial) de Jesucristo, colocándolo en el centro de la liturgia y el mensaje de la iglesia cristiana. Las iglesias con mayor estética y sentido cúltico incluyen además colores, paramentos, vestimenta de sus ministros, símbolos e himnología acorde a cada fecha.
Es por eso que estamos en la Estación de la Resurrección, temporada que abarca desde el Domingo de Resurrección, para continuar rememorando los hechos del Cristo resucitado, hasta el Domingo de Pentecostés. Aún el día de Pentecostés puede ser visto como uno de los hechos grandiosos de la resurrección, pues Pedro une en un solo pensamiento la resurrección, seguida de la glorificación de Cristo en los cielos y, como consecuencia, el envío del fuego pentecostal por el mismo Señor (Hch. 2:32,33). De este modo, el Calendario Cristiano hace resaltar la Resurrección de Jesucristo como la fiesta máxima de la iglesia que se goza en su Señor, pues le concede la temporada más extensa entre las fiestas que se relacionan con la persona de él: Cuarenta días antes del Día de la Resurrección, y otros cincuenta días después, o sea, desde el inicio de la Cuaresma hasta el Domingo de Pentecostés.
La iglesia cristiana tiene a su fundador vivo, y de ese hecho fundamental depende la vida de ella. Del modo como decimos que ningún ser vivo ha generado su propia vida, sino que la ha recibido desde el exterior mediante la fecundación o la concepción, también decimos que eso mismo ocurre con la vida abundante que el discípulo de Cristo disfruta. Esta vida no es una fuerza errante en el espacio como lo sería la luz de un relámpago, o la electricidad en las nubes, sino que más bien es una vida contenida en alguien. No es una energía despersonalizada que algunos pudieran atrapar subiendo a lo alto de una pirámide o de una montaña levantando los brazos hacia lo alto. La vida sólo puede estar en lo que está vivo. Tampoco llega a un ser humano gradualmente del modo como aumenta la estatura o el conocimiento, sino en un momento, de estar muerto se pasa a estar vivo.
Por supuesto que el párrafo anterior se refiere a Jesucristo. La vida está en él, y llega con él. Para experimentar la vida es necesario que quien la dé esté pleno de vida. Así que se necesita a un Cristo resucitado para que alguien viva por causa de él. Esta es la ley de causa y efecto. El creyente vive porque alguien que vive reside en él. “El que tiene al Hijo, tiene la vida” (1ª Juan 5:12); “Y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…” (Ga. 2:20). O como cantamos en aquel poderoso himno de resurrección “Él vive, él vive, imparte salvación. Sé que él viviendo está porque vive en mi corazón”.
Pbro. Bernabé Rendón M.


Pastor Rendón, Dios le bendiga.
Muy interesante su artículo de la Resurrección de Jesús, nuestro salvador, y que publica a manera de editorial (número 16).
Dios le siga cuidando cada día y le mando un saludo desde Puebla.
Eliseo Ríos F.
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Aprecio tu comentario, Eliseo, y es que vamos en un mismo sentir. Cristo ha resucitado, esa es la buena nueva que, aunque es muy vieja, el tiempo no impide que siga siendo nueva. Bendiciones.
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Muy interesante su escrito, y me recuerda el pasaje de Gàlatas 2:20.
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Ma. Elena, gracias por tu valoración concedida. Ga. 2:20 es estupendo, está mencionado en el escrito. Bendiciones.
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