Editorial

Época III, Año LXXXIV, Período 2014-2018, No. 18

Chihuahua, Chih., 15 de mayo, 2015


En Aldersgate

Pbro. Bernabé Rendón MoralesDentro de unos días estaremos celebrando el aniversario número 277 de la experiencia que dio origen al metodismo. Un hombre que por 12 años había buscado la seguridad de su aceptación ante Dios, aquel miércoles, tres días después del Domingo de Pentecostés, a las 8:45 pm, en una de las reuniones caseras anglicanas que entonces se llamaban sociedades religiosas, en la modesta callejuela londinense de Aldersgate, alcanzó la tan anhelada seguridad. Por fin, el clérigo anglicano Juan Wesley fue convencido por la Palabra y el Espíritu de que Jesucristo había provisto desde su cruz todo lo necesario para su justificación.

La Reforma Protestante se originó de un debate doctrinal acerca de las indulgencias. Cada nueva iglesia que surgió en el siglo XVI fue al calor de los reclamos por volver a las Sagradas Escrituras. Y lo mismo fue con los movimientos reformados radicales, salvo contadas excepciones. Algunas iglesias radicales surgieron por contenciones debidas a veces a la doctrina, a veces a la organización, a veces al liderazgo. Lo que distingue, entonces, al metodismo, no es un origen por debates doctrinales, ni por pleitos de inconformes separatistas. El metodismo nació de un avivamiento, y el avivamiento nació de una experiencia, por lo que podemos decir con toda propiedad que somos hijos de una experiencia espiritual.Esto hace que pongamos un especial énfasis en las experiencias cristianas, que son una de las cuatro fuentes de nuestra teología, que, por cierto, en México estamos apartando el año 2015 para hacer hincapié en esta fuente, estamos en El Año de la Experiencia. Ninguna otra fuente teológica fue tan distintiva de los sermones wesleyanos como la experimentación de la fe, sin perder de vista, claro, que toda experiencia debía ser permeada por la sana doctrina de la Biblia. Nuestro recordado Foster Stockwell lo decía así: “(Wesley)… Apela más a la experiencia religiosa personal y a la conciencia íntima y constante de la presencia y obra de Dios. Con esta apelación se hace otra la apologética cristiana y se echan las bases de la teología evangélica moderna” (*).

Tipificar la clase de experiencia que vivió Wesley aquella noche cuando dijo, “Sentí arder mi corazón de una manera extraña. Sentí que confiaba en Cristo, y en Cristo solamente, para mi salvación; recibí la seguridad de que Dios había borrado mis pecados…”, es cosa complicada. No ha faltado quien haya dicho que recibió el bautismo con el Espíritu Santo como una experiencia posterior a la salvación. Esto sería imposible si tomamos en cuenta que la teología protestante ortodoxa, sostenida siempre por el mismo Wesley, explica que la palabra “bautismo” es una más entre las otras expresiones que se aplican a la llegada del Espíritu en la salvación, tales como “sello”, “arras”, “nacer de”, “adoptados mediante” el Espíritu. Y básicamente es imposible demostrar con las Escrituras que el bautismo con el Espíritu sea algo diferente a la experiencia de la salvación.

Tampoco se trató de una conversión, puesto que no vivía una vida perdida ni de incredulidad, sino que vivía una santidad progresiva y real, aunque haya sido por motivos erróneos. Y tampoco fue el día de su justificación, pues él nunca aceptó tal cosa. Se describía como una persona que había tenido antes una fe de esclavo, pero en quien dicha fe después había evolucionado a la de un hijo. Siempre tuvo fe en Cristo, aun cuando había fallas en ella, pero no debido a conflictos morales, sino a conflictos doctrinales internos.

Esto nos lleva, según parece, a la única conclusión posible: Su experiencia fue la de una iluminación de su entendimiento, gracias a la Carta a los Romanos, que lo llevó a descansar enteramente en los méritos de Cristo (en los cuales creía y de los cuales predicaba) mediante los cuales era aceptado por el Padre de toda misericordia. Fue como descubrir un tesoro que ya tenía, pero cuyo valor y alcances no entendió hasta esa noche.

Como haya sido, nos queda la sustancia del asunto. El cristiano es alguien que no sólo ha creído,  sino alguien que también ha experimentado algo con Dios. Cuenta con el testimonio del Espíritu en su propio espíritu, y está persuadido que hay un Dios invisible, vivo y poderoso cuyo amor realmente ha sido derramado en su corazón.

 Pbro. Bernabé Rendón M.

(*) Stockwell, B. Foster, La Teología de Juan Wesley y la Nuestra, Ed. La Aurora, Buenos Aires, 1962, pág. 25.

6 comentarios sobre “Editorial

  1. Estimado hermano y amigo, consiervo, gracias por esta aportación que nos otorgas en el editorial de nuestro Órgano Oficial.

    Es clara, contundente y de mucho valor para quienes de repente nos confundimos y queremos interpretar por nuestra cuenta lo que es tan evidente en la experiencia del Pastor Juan Wesley y que le de relevancia a nuestra celebración del 24 de mayo.

    Dios continúe iluminándote y siendo bendición en tu ministerio.

    Con especial aprecio fraternal

    Dios te bendiga, proteja y prospere en todo

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    1. Rafael, desde no sé cuántas décadas te conozco, y no te he visto confundido con ningún asunto doctrinal. Pero sé que te estás expresando con sencillez de manera retórica. Que Dios use nuestras líneas para invitar a todos a examinar los hechos de Aldersgate, e interpretarlos a la luz de nuestra identidad wesleyana. Bendiciones.

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