Época III, Año LXXXIV, Período 2014-2018, No. 26
Monterrey, N.L., 15 de septiembre, 2015
Acabo de leer el Tomo II del Plan Rector Nacional, particularmente la Lección 3 – La Trinidad, inciso b) Dios hijo, pág. 27, 28. Allí está la frase: “Como cristianos tenemos un modelo de vida a seguir; este ejemplo es la vida de Jesús. En la Carta a los Filipenses 2:5-7 dice que Jesús se despojó de su divinidad para darnos ejemplo de una vida en santidad en la tierra” (resaltado mío). Esta es una redacción desafortunada que, por supuesto, entendemos se debió a un descuido en el uso de los términos, y no a una propuesta doctrinal deliberada. Como sea, necesitamos cambiar tal redacción en el PRN para no propiciar en nuestras iglesias el entendimiento equivocado de que Jesucristo dejó de ser Dios por 33 años. He enviado al Gabinete General una propuesta al respecto, tendiente a mejorar nuestro magnífico instrumento de desarrollo cristiano vigente en la IMMAR. Pero al margen de ese procedimiento administrativo, abordaré hoy el tema en este espacio, debido al interés que en sí mismo conlleva.
No sería posible que Jesucristo se despojara de su divinidad pues nunca dejó ni dejará su calidad de ser Dios, su divinidad. Si Jesucristo hubiera dejado de ser divino durante sus 33 años de vida terrenal, entonces tendríamos que pensar que la Trinidad dejó de existir durante ese tiempo, puesto que para que Dios sea un ser trino necesita de las tres personas divinas. Desde este punto de vista, el Hijo conservó indispensablemente su deidad mientras vivió entre nosotros.
Pero yendo más allá, debemos considerar la verdad histórica del cristianismo universal sobre la doble naturaleza de la persona del Verbo encarnado. En la encarnación el Hijo no se despojó de su naturaleza eterna, su divinidad; al contrario, recibió una nueva naturaleza que nunca tuvo antes, su humanidad. La encarnación no significó renunciar a una naturaleza, sino recibir una nueva naturaleza añadida a la anterior. En Cristo estuvieron dos naturalezas unidas, como lo dice nuestro Artículo de Religión II: “…dos naturalezas enteras y perfectas, la divina y la humana, se unieron en una sola persona para jamás ser separadas. Por lo tanto, hay un solo Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre…”
Por otro lado, la traducción del griego de Filipenses 2:7 no dice que Jesús dejó su divinidad, sino que se despojó a sí mismo (eautón). Notemos que no dice que se despojó de sí mismo. Hay un canto contemporáneo que dice, “…Siendo en forma de Dios se despojó de sí mismo…”, lo cual es un sensible error tanto gramatical-exegético como teológico. Si el texto dijera que el Hijo se despojó de sí mismo, habría una posibilidad de que se vaciara de su divinidad. Pero si dice que se despojó a sí mismo, nos aleja de esa posibilidad y nos lleva a la idea de que se vació de algo que nada tenía que ver con su esencia, sino de privilegios y condiciones que gozaba en los cielos.
Esto nos remite a un viejo tema que en diferentes momentos de la historia de la iglesia ha surgido y resurgido para la discusión teológica, la kénosis del Señor. La palabra griega exacta que aparece en Fil. 2:7 es ekénosen, y es una declinación del verbo kenoo (vaciar), de grado que de ese verbo obtenemos el sustantivo kénosis (el vaciamiento). Es necesario advertir que todas las veces que ese término griego aparece en el Nuevo Testamento se aplica de manera metafórica, nunca literalmente (Ro. 4:14; 1 Co. 1:17; 9:15; 2 Co. 9:3), razón por la que no debe entenderse que Fil. 2:7 está explicando un vaciamiento real del Verbo eterno. Las conclusiones radicales acerca de la kénosis de Cristo consisten en afirmar que nuestro Señor se desvistió de sus atributos divinos, es decir, de su divinidad, pero han sido muy pocas debido a lo inaceptables que son. Las conclusiones moderadas afirman que se despojó solamente de algunos de sus atributos divinos por ser incompatibles con su humanidad. Y las conclusiones más ortodoxas, las más apegadas a la cristología del Nuevo Testamento, tal como lo afirmaron los reformadores en el siglo XVI, describen a Cristo con su gloria encubierta, pero sin la remoción de su deidad. Esta última explicación de la kénosis ha sido compartida también por la iglesia católica.
Por lo anterior, la doctrina cristiana general propone que Cristo retuvo sus atributos divinos, pues son requeridos para conservar su deidad, pero su humanidad representó por un lado un doloroso ocultamiento de su gloria y la renuncia a ser servido y adorado en los cielos mientras desempeñó su ministerio terrenal, y por otro lado significó no recurrir a sus cualidades esenciales y eternas para emplearlas en su beneficio durante los tiempos de tentación, prueba, sufrimiento y muerte. Así, nuestro Salvador siempre fue, es y siempre será verdadero Dios.
Pbro. Bernabé Rendón Morales



Disculpe mi pregunta.
Si Cristo no dejo de ser Dios;cuando Cristo murió,¿murió Dios?
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Hno. Víctor Job, la pregunta es bastante complicada porque se dirige hacia los aspectos finos de la doctrina de la Trinidad de Dios. Esta pregunta fue el tema en discusión durante prácticamente todo el siglo III de la era cristiana. Eran los tiempos cuando se estaba formulando, poco a poco, la doctrina de la Trinidad.
Aquellas discusiones pusieron a los cristianos en dos bandos: quienes negaban la doctrina de la Trinidad de manera total o parcial, y quienes la defendieron. Los mejores defensores fueron Tertuliano e Hipólito, mientras los opositores llamados globalmente monarquianos se subdividieron en diferentes grupos con posturas parecidas entre sí.
Uno de aquellos grupos opositores fue el monarquianismo modalista o patripasiano, quienes, para salvar la idea de la unidad de Dios negaron la personalidad del Hijo y afirmaron que Cristo era el Padre mismo encarnado y sacrificado por nosotros. Estas ideas fueron condenadas por la iglesia cristiana de aquella época hasta que el monarquianismo desapareció.
Entonces, la respuesta correcta a la aguda pregunta de si murió Dios, es, sí. Pero se hace la aclaración de que no fue Dios Padre quien murió en la cruz, sino Dios Hijo, la segunda persona de la Trinidad.
Para mayor explicación, puede buscarse información sobre el monarquianismo modalista o los patripasianos, en el internet o en obras como «El Progreso del Dogma» de James Orr M. A., D. D., de la Editorial CLIE.
Bendiciones.
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Pastor Rendón, Saludos y muy atinado y oportuno la aclaración que hace al respecto.
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Gracias, Hno. Eliseo. La doctrina de la unión de las dos naturalezas de Jesucristo es fundamental para nuestra denominación. Bendiciones.
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Totalmente de acuerdo…
Hay demasiadas asuntos que corregir en esos siete tomos del PRN.
Por mi parte he realizado y enviado varias corecciones… Seguiré realizando las correcciones necesarias y enviadolas al presidente de programa. Gracias
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Bien hecho, Pastora Rosalinda, necesitamos ser críticos, pero mejor aun, constructivos. Bendiciones.
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