Vida en Comunidad Parte 6

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Proseguimos con la publicación de su obra más conocida entre laicos, pastores y teólogos, VIDA EN COMUNIDAD. Consta de cinco capítulos. Estamos compartiendo el primer capítulo, La Comunidad, donde los subcapítulos sexto y séptimo (últimos) son La comunidad forma parte de la iglesia cristiana y La unión con Jesucristo.

 

  1. LA COMUNIDAD

La comunidad forma parte de la Iglesia cristiana

Es de vital importancia para toda comunidad cristiana lograr distinguir a tiempo entre ideal humano y realidad de Dios, entre comunidad de orden psíquico y comunidad de orden espiritual. Por eso es cuestión de vida o muerte alcanzar cuanto antes una visión lúcida a este respecto. En otras palabras, la vida de una comunidad bajo la autoridad de la palabra sólo se mantendrávigorosa en la medida en que renuncie a querer ser un movimiento, una sociedad, una agrupación religiosa, un  collegium pietatis, y acepte ser parte de la Iglesia cristiana, una, santa y universal, participando activa o pacientemente en las angustias, las luchas y la promesa de toda la Iglesia. Por eso toda tendencia separatista que no esté objetivamente justificada por circunstancias locales, una tarea común o alguna otra razón parecida, constituye un gravísimo peligro para la vida de la comunidad a quien priva de eficacia espiritual, empujándola hacia el sectarismo. Excluir de la comunidad al hermano frágil e insignificante, con el pretexto de que no se puede hacer nada con él, puede suponer, nada menos, la exclusión del mismo Cristo, que llama a nuestra puerta bajo el aspecto de ese hermano miserable. Esto nos debe inducir a proceder con sumo cuidado.

Podría parecer a primera vista que la confusión entre ideal y realidad, entre psíquico y espiritual, tendría que darse más bien en comunidades como el matrimonio, la familia o la amistad, donde lo psíquico juega desde el principio un papel esencial y donde lo espiritual no se añade sino después. Resultaría así que el peligro de confusión de esas dos realidades no existiría sino para ese tipo de asociaciones, y que sería prácticamente inexistente en una comunidad de carácter puramente espiritual. Pensar así es cometer un grave error. La experiencia y un examen objetivo de la realidad prueban exactamente lo contrario. Generalmente, en el matrimonio, en la familia o en la amistad cada uno es consciente de sus verdaderas posibilidades con respecto a la vida en común; estas formas de sociedades humanas, cuando permanecen sanas, permiten distinguir muy bien dónde se encuentra el límite entre lo psíquico y lo espiritual. Hacen que seamos conscientes de la diferencia que hay entre estos dos órdenes de la realidad. Y a la inversa, es precisamente en la comunidad de orden puramente espiritual donde es de temer más una irrupción desordenada y sutil del elemento psíquico. Creemos que esta clase de comunidad es no solamente peligrosa sino que constituye además un fenómeno absolutamente anormal. Donde la vida familiar, el trabajo en común, en suma, la existencia diaria con todas sus exigencias, no ocupan su lugar, son especialmente necesarias la vigilancia y la sangre fría. La experiencia demuestra que los pequeños momentos de ocio son los más propicios a la irrupción de lo psíquico. Es muy fácil despertar una embriaguez comunitaria entre la gente llamada a vivir algunos días la vida en común; pero es una empresa extremadamente peligrosa para la vida diaria que estamos llamados a vivir en una fraternidad sana y lúcida.

La unión con Jesucristo 

Probablemente no exista ningún cristiano a quien Dios no conceda, al menos una vez en la vida, la gracia de experimentar  la felicidad que da una verdadera comunidad cristiana. Sin embargo, tal experiencia constituye un acontecimiento excepcional añadido gratuitamente al pan diario de la vida cristiana en común. No tenemos derecho a exigir tales experiencias, ni convivimos con otros cristianos gracias a ellas. Más que la experiencia de la fraternidad cristiana, lo que nos mantiene unidos es la fe firme y segura que tenemos en esa fraternidad. El hecho de que Dios haya actuado y siga queriendo obrar en todos nosotros es 10  que aceptamos por la fe como su mayor regalo; lo que nos llena de alegría y gozo; lo que nos permite poder renunciar a todas las experiencias a las que él quiere que renunciemos.

«Qué  dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en armonía!».  Asícelebra la sagrada Escritura la gracia de poder vivir unidos bajo la autoridad de la palabra. Interpretando más exactamente la expresión «en armonía », podemos decir ahora: es dulce para los hermanos vivir juntos por Cristo,  porque únicamente Jesucristo es el vínculo que nos une. «Él es nuestra paz». Sólo por él tenemos acceso los unos a los otros y nos regocijamos unidos en el gozo de la comunidad reencontrada.