EDITORIAL

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Día del Padre y Conferencias Anuales

En este mes reconocemos la presencia y apoyo de quienes han tomado el reto de ser padres, esos valientes que lanzan a los hijos como saetas hacia el destino que Dios tiene preparado para ellos. Damos gracias al Padre de las luces por mostrarnos su gracia a través de los rostros de aquéllos que junto con las madres educan y dan impulso a las nuevas generaciones. Dios bendiga a los padres.

Este mes y el de julio se caracterizan por albergar la realización de conferencias anuales en todas las áreas conferenciales del país. Dichas reuniones han sido un sello distintivo de la Iglesia Metodista desde que Juan Wesley las iniciara en 1744, con el propósito de dar seguimiento al trabajo de sus predicadores y líderes. 

Muchos años han pasado desde entonces, pero la importancia de estas reuniones se pone de manifiesto, entre otros, en los siguientes aspectos: 1) Cada año es una oportunidad de reencontrarnos, de ponernos al día en cuanto a la vida de miembros a los que conocemos, pero de los cuales hemos estado alejados. 2) Las conferencias anuales dan oportunidad de revisar el trabajo que cada iglesia realiza para extender el reino de Dios, y el rendir cuentas nos afirma en la enseñanza de someternos unos a otros en el temor del Señor. 3) También las conferencias anuales son ocasión para evaluar cómo andamos en el tema de  “dar al César lo que es del César”, y ponernos al día en el cumplimiento de nuestros deberes civiles. 4) En estas reuniones se da ocasión para designar el liderazgo que marcará el rumbo en cuanto al trabajo de la iglesia. 5) Tomar acuerdos para actuar en apoyo de alguna área de la iglesia donde sea necesario recibirla; en la multitud de consejeros, dice la Biblia, hay seguridad, y una conferencia anual reúne a muchos consejeros sabios para la solución de problemas que desafían la marcha de la iglesia. 

Asistir a una reunión anual, además de lo anterior, permite comparar estrategias de trabajo para las diferentes áreas de una iglesia local, en relación con otras. Eso nos deja también reforzar nuestra conciencia de ser una Iglesia, repartida en muchas iglesias locales; la conexionalidad nos da una riqueza que no tendríamos si fuéramos “islas” en el océano del mundo.

Algo fundamental ocurre en las conferencias anuales, que puede siempre llegar a un mayor grado de profundidad: la práctica de la oración, un medio de gracia que se puede desarrollar, además de en las reuniones generales, en cadenas de oración, reuniones de aposento alto, y otras actividades semejantes donde se busque al Señor bajo la guía del Espíritu Santo, y que sabemos se ha hecho en diversas ocasiones.

De manera muy modesta, creemos que la reunión de tantos pastores y líderes en un mismo lugar puede ser también aprovechada para encontrar nuevas formas de enriquecimiento grupal, como: 1) Organizar foros para analizar temas que desafíen a la comunidad de fe. 2) Ampliar la memoria histórica, creando espacios para reunir datos históricos de iglesias, líderes y ministros, que alguien pudiera reunir para hacer alguna memoria que enriquezca la vida de la iglesia. 3) Dar ocasión para revisar el estado de salud en general de los asistentes, a fin de tener un panorama de cómo andamos en este tema. Un estudiante de seminario realizó recientemente un interesante trabajo sobre el tema de la salud física en los ministros de cierta área del país, y una de sus recomendaciones es, precisamente, aprovechar las convocaciones oficiales para revisar de manera preventiva el estado físico de los pastores, que ya están allí por razón de la conferencia. 

La conferencia anual es una gran oportunidad de enriquecimiento y reflexión. En este número se da una relación de las que habrá en 2024, así como una reseña de la graduación del Seminario Gonzalo Báez Camargo, y un escrito donde se alienta a quienes concluyen un periodo de estudio académico, entre otros escritos que verán ustedes. Apreciamos su lectura y comentarios a cada uno de nuestros colaboradores, en los espacios que tenemos al final de cada artículo.

Con aprecio y respeto a los padres,

María Elena Silva Olivares
Directora de El Evangelista Mexicano.

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