Este artículo fue escrito por el Dr. Ernesto Contreras Pulido, médico especializado en el tratamiento del cáncer mediante quimioterapia y radioterapia.
Fue líder laico metodista dentro de la CANO mientras vivió en Playas de Tijuana, B. C.
Actualmente vive con su familia en San Diego, California, E. U. A., donde colabora con la Iglesia de Las Asambleas de Dios.
Florence Nightingale
La Dama de la Lámpara
Florence Nightingale (1820-1910), vivió en la llamada era de la aristocracia victoriana; fue hija de una familia terrateniente adinerada, de Hampshire, Inglaterra, y nació en la ciudad de Florencia. Su padre estuvo seriamente implicado en el movimiento antiesclavista de su tiempo y estaba convencido de que las mujeres, especialmente sus hijas, deberían obtener una buena educación.
Gracias a ello, desde niña, Florence fue influida por su padre quien sin un hijo varón heredero, la trató a ella como su hija predilecta, y posteriormente, como una amiga y compañera de por vida. Él tomó la responsabilidad de su educación y le enseñó griego, latín, francés, alemán, italiano, historia, filosofía, matemáticas, música, y costura. A los diecisiete años de edad, ella recibió el llamado de Dios a una misión especial. Su madre estaba ocupada en encontrarle un buen marido, pero ella lo rechazó, y a la edad de 25 años decidió dedicarse a la enfermería, oficio que en su tiempo no era considerado digno de una mujer educada y rica, pero Elizabeth Blackwell, una mujer que superando innumerables prejuicios y obstáculos logró llegar a ser reconocida como la primera mujer médica en Estados Unidos, le animó y en 1851, Florence, a la edad de 31 años, inició su entrenamiento como enfermera, en la escuela para diaconisas de Kaiserwerth, Alemania.
Ella continuó preparándose en el oficio de enfermera de hospital, llegando a ser considerada una verdadera experta en los cuidados de enfermos hospitalizados, por lo que, cuando los periódicos publicaron las precarias condiciones de los soldados heridos en batalla, y que a diferencia de los soldados franceses, los ingleses no recibían atención de enfermería, el gobierno británico la designó para dirigir a un grupo pequeño de 38 enfermeras, para servir en el Hospital Militar Inglés de campaña, en Scutari, Turquía, durante la guerra de Crimea (1853-1856).
Allí fue donde se ganó el reconocimiento como la “dama de la lámpara,” pues acompañaba hasta la madrugada a los heridos, convencida de que ningún enfermo debería morir sólo. Su contribución más importante fue su trabajo administrativo eficaz, ganándose con muchas dificultades, el respeto de los médicos. Mantuvo expedientes de cada enfermo y con estadísticas cuidadosas, identificó los problemas y causas de morbilidad y mortalidad que le permitieron posteriormente, proponer reformas en la atención hospitalaria que, eventualmente, permitieron disminuir drásticamente la mortalidad por Cólera, Malaria, Tifo y disentería entre los pacientes (de 420 mil, que era el 42.5% de los pacientes, a sólo 22,000), en menos de 3 años. A su vuelta a Inglaterra, en 1856, fue recibida como heroína nacional, y con su influencia, y el apoyo de la Reina Victoria, logró vencer la férrea resistencia por parte de los médicos militares. Se considera que el haber logrado en su época, la introducción de enfermeras profesionales, en los hospitales militares, fue un éxito excepcional.
Fue así que Florence Nightingale se transformó por méritos propios, en una lideresa de la sociedad inglesa de su tiempo, y contribuyó principalmente, en la transformación moderna de los hospitales. Además, se le acredita con la fundación e iniciación formal, de la enfermería, como una profesión perfectamente reconocida.
Sus contribuciones en la organización, administración, establecimiento de normas sanitarias, y de análisis estadístico de los sucesos hospitalarios, fueron revolucionarios y trascendentales, pues mejoraron no sólo la calidad de la atención médica a los pacientes, sino que disminuyeron rápida y significativamente el porcentaje de infecciones, y mortalidad hospitalarias.
Muchos ignoran que gracias al entonces innovador desarrollo de técnicas en el análisis estadístico que ella estableció (como el registro de incidencias de muerte prevenible entre los militares durante la guerra), se pudieron demostrar las causas que eran medibles, analizables desde el punto de vista estadístico y matemático, prevenibles, y modificables con sencillas medidas de higiene y organización, que permitieron una importante mejoría en los resultados de los tratamientos, en la salud pública, y en la calidad de vida de los pacientes hospitalizados.
Con una inteligencia comparada por algunos a la Einstein, y un similar interés por las matemáticas, introdujo por primera vez un innovador método sistematizado, para la recolección, tabulación, interpretación, y presentación gráfica de sus hallazgos, todo lo cual, en una sola generación, convenció a los más escépticos y provocó cambios drásticos y benéficos en las práctica quirúrgicas y médicas de los hospitales no sólo de Inglaterra, sino eventualmente, del mundo entero.
Los impresionantes resultados de sus normas de atención hospitalaria, influyeron aún, en el diseño arquitectónico de los nuevos hospitales que separaron a los pacientes, según su diagnóstico, en “pabellones.”
También a ella se le atribuye la presentación visual de resultados con el formato de “rebanadas de pastel.” Por todo ello, en 1858, tuvo el honor de ser invitada oficialmente, para pertenecer a la Sociedad Estadística Real en Inglaterra; y en 1874, fue nombrada miembro honorario de la Asociación Americana de Estadística (E.U.A.). Su principal publicación, Notas sobre enfermería (1859), tuvo muchas reimpresiones.
También fue ella, quien con estrictas reglas de registro de incidencias, contribuyó a mejorar el formato y manejo de los expedientes hospitalarios de los pacientes, lo cual no sólo disminuyó los errores en el cuidado de los enfermos, sino que mejoró grandemente la exactitud con que se administraban las indicaciones médicas a los pacientes.
También, se dedicó a fomentar la capacitación profesional de las mujeres en general, y de las enfermeras en particular, estableciendo desde 1860 y durante más de 30 años, escuelas y un sistema de supervisión y educación continua, de las graduadas de enfermería. Todo esto trascendió más allá de Inglaterra y Estados Unidos, y fue la norma, en el resto del mundo civilizado de su tiempo y de muchos años posteriores a ella.
Se hizo muy popular en Inglaterra y en el extranjero, y recibió muchos honores, entre ellos, la Reina Victoria le concedió la Cruz Roja real, en 1883; y fue la primera mujer en recibir La Orden al Mérito, en 1907. A pesar de que durante sus últimos años permaneció en su casa, con enfermedades y secuelas de los contagios sufridos durante su estancia en Crimea, mantuvo una profusa correspondencia con enfermeras y escuelas de enfermería, y publicó unos 200 libros, informes, y folletos, entre ellos “Notas sobre el cuidad Hospitalario” y «Notas sobre el oficio de enfermera,» que se tradujo a más de 11 idiomas y aún están disponibles.
Murió a la edad de 90 años, el 13 de Agosto de 1910. Su recomendación para las estudiantes de enfermería (1873) decía: La enfermería es un llamado superior, un llamado honorable… El honor radica en el amor por la perfección, la consistencia, y en el trabajo duro para conseguirla (English Woman Review:1869): Pero debo decir a todas las damas jóvenes que son llamadas a esta vocación, que deben calificarse para ello de la misma manera que lo hacen los varones para cualquiera de sus profesiones; y que no crean que lo podrán hacer adecuadamente, de alguna otra manera.
Que la dedicación de esta admirable mujer, a su llamado y vocación, dados por Dios, nos ayude a seguir su ejemplo, y a buscar siempre la excelencia en nuestro servicio a Dios, en cualquiera de los oficios o profesiones a los que Dios nos llame. ASI SEA.
