Los siguientes comentarios breves no fueron redactados para su publicación en este órgano informativo, sino localizados y rescatados de diferentes comunicados que el Obispo Fuentes envió mediante las redes sociales a su área episcopal. Es iniciativa de este periódico su publicación, ya que su contenido tiene un valor pastoral aprovechable para todos nosotros.
Obispo Fernando Fuentes Amador Electo para el período 2014-2018 Conferencia Anual Oriental (CAO)LA PRIMERA PALABRA DESDE LA CRUZ
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:24).
Al reflexionar sobre esta palabra que me tocó predicar este viernes, se me vino un pensamiento: ¿Que tan bueno ha de ser el perdón que el mismo Dios dice: «Te perdono tu iniquidad por amor a mí mismo?” (Isaías 43:25). El perdón es tan saludable que nuestro mismo Dios establece que porque él se ama a si mismo, perdona.
La falta del perdón nos corroe, corrompe, daña, lastima, quebranta, mata; nos hace odiarnos a nosotros mismos, pero EL PERDONAR nos libera, protege, limpia, santifica, trae salud, abre puertas; nos reconcilia, nos acerca a Dios y a los demás, nos hace amarnos un poquita a nosotros mismos.
¿A quién beneficia más el perdón? A nosotros mismos, más que a otros. Definitivamente, la primera frase de Cristo en la cruz tenía que ser ésta, la que abre puertas, produce acercamiento, y nos reconcilia con Dios y los hombres.
Obispo Fernando Fuentes A.
| LA TERCERA PALABRA DESDE LA CRUZ |
«Mujer he ahí tu hijo, hijo he ahí tu madre» (Juan 19:26,27).
María es una mujer santa, fiel y bienaventurada. El marianismo es un legado erróneo de la época cristiana patrística. Comenzó atribuyendo a María lo que la Biblia sólo atribuye a Cristo, aplicando el pensamiento silogístico: lo que se dice de Jesús, se puede decir de María; y lo que se dice de María se puede decir de Jesús.
Después, la historia nos muestra que en los Concilios de las diferentes épocas, todos los títulos divinos que la Biblia sólo atribuye a Cristo, ahora se comenzaron a atribuir a María (la inmaculada concepción y la ascensión son parte de estos dogmas humanos no bíblicos). Jesús nunca llamó a María “madre”, sólo “mujer”; y la misma María, según la Biblia, dijo: «Mi espíritu se regocija en DIOS MI SALVADOR«. Si es su salvador, ¿por qué algunos ahora dicen que ella es la madre de Dios? El mismo rezo tradicional dice: «Dios te salve María«.
Nos está claro que ella misma se sentía pecadora y necesitaba salvación. María, sin duda, fue una mujer santa, fiel, escogida por Dios, llena de gracia, y debemos llamarla “bienaventurada”, pero no le digamos exclamaciones ni la pongamos en un lugar que ella no pidió, y que la Biblia jamás le otorgó.
Los evangélicos no debemos odiar a María por lo que otros han querido hacer de ella, honremos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo por la vida de ella, Pero SÓLO HAY UN MEDIADOR ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES, JESUCRISTO HOMBRE.
Obispo Fernando Fuentes A.

