Regeneracion y divinidad

Contrastes entre la naturaleza humana y la naturaleza divina en el contexto del nuevo nacimiento y novedad de vida del creyente.

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Somera Introducción y Exposición de Motivos.

Permítame explicarle algo muy importante mi muy estimado lector, elaboro este ensayo con el fin de proveer al cuerpo de creyentes que lo lean, un sólido y confiable basamento bíblico en el tema. De este modo, aseguro a usted una completa erudición al preparar y elaborar este ensayo. Esta de más decir entonces que presupongo que quienes lo lean ya son salvos, y tienen, por lo menos, un conocimiento bíblico suficiente como para comprender los temas y términos a los que hago referencia en este escrito.

La máxima motivación al elaborar este escrito surgió por una discusión acontecida en la clase de Escuela Dominical una mañana de invierno, en la que la maestra había dicho y cito “…todos tenemos naturaleza divina”, refiriéndose obviamente a los creyentes. La maestra es una persona de amplia experiencia y con un conocimiento bíblico sin par, por eso me sorprendió su aseveración.

Es a causa de esta aseveración y de mi opinión de que no tenemos naturaleza divina, la razón primordial por la que usted lee este ensayo.

Definamos naturaleza como la esencia intima de un ser, y como las características y propiedades de los seres a que se haga referencia. Definamos también entonces al ser como la categoría filosófica que expresa el hecho de que las cosas sean, que subyazga en ellas un principio que las conforma, común o particular o una esencia constitutiva.

Consideremos lo siguiente como un hecho irrefutable, cuando afirmamos que ni aún el más elevado de los animales, tiene conciencia de Dios, es decir naturaleza o inclinaciones religiosas. Sencillamente le demostraré a usted, apreciable lector, tanto la veracidad de mi punto de vista como su fundamento bíblico. Iniciemos.

Relación entre Dios y el Hombre

El Principio

Fue en el principio cuando Dios decide crear al hombre a su imagen y semejanza para tener comunión con él, es decir, para relacionarse con él. Tal es el amor y el cuidado de Dios para con sus criaturas que se preocupa por ellas y desea mantener el orden con el que las creó. Y ante ello, que cumplan su propósito originario.

Es Dios quien desea esta aproximación honesta, libre, espontánea, libre de aprovechamientos, ventajas o utilidades egoístas. Sólo un nexo mediante su naturaleza moral.

Plan de Salvación

Pero como en todas las cosas, nada permanece perfecto, y en este caso no pudo permanecer así porque para que el propósito del que hablamos en el apartado anterior llegase a ser posible Dios dotó al hombre de libre albedrío, algunas veces llamado libertad moral.

El libre albedrío es un atributo de la voluntad, el cual cuenta con el poder para traspasar la linde de lo permitido, es decir la capacidad de decisión moral. La Iglesia, en su octavo Artículo de Religión, lo define como:

“La condición del hombre después de la caída de Adán es tal que no puede volverse ni puede prepararse a sí mismo por su propia fuerza y por sus propias obras para ejercer la fe e invocar a Dios. Por eso no tenemos facultad de hacer buenas obras, agradables y aceptables delante de Dios, a no ser que la gracia de Dios por Cristo nos prevenga para que tengamos buena disposición de voluntad, y obre juntamente con nosotros cuando tengamos esa buena disposición de voluntad.”

Por esto, es imposible desarrollar una relación con otra persona si no hay capacidad decisoria, si no existe una libertad de la voluntad que permita una fluida y honesta exposición de ideas, expresión de sentimientos y una garantía de respeto a cada decisión tomada.

El libre albedrío llega a ser un arma de dos filos ya que si bien nos separa de todo lo autómata, nos puede conducir a tomar decisiones que en algunos casos no resulten muy sanas, que no sean del todo apropiadas para mantener un beneficio general.

Este fue el caso con Adán y Eva, quienes gozando de una relación abierta, honesta, diaria, perfecta, por decirlo con una palabra, con Dios, optaron por hacer lo que no debían de hacer. Decidieron desobedecer los mandatos divinos a pesar de conocer las consecuencias de hacerlo. En una palabra pecaron.

Fue el factor pecado, el que severamente interrumpió, daño, y causó un detrimento tal en su relación con Dios que sufrieron las consecuencias de haber cometido este acto. Al seguir las palabras engañosas del diablo, de “…entonces serán como Dios”, el hombre fue igual a Dios, si, pero sólo igual en relación a conocer el bien y el mal, lo que es lo mismo que conocimiento moral o discernimiento ético. Tanto Adán como Eva tenían vida y discernimiento moral pues habían venido de la mano de Dios, pero ellos buscaron una forma propia de discernimiento para ser moralmente independientes de Dios.

La naturaleza del hombre se hizo maligna y enemiga de Dios. La caída dio como resultado consciencia del pecado, esta consciencia (responsabilidad moral) entró al reino de la experiencia moral por el lado equivocado, pues pudo haber entrado haciendo lo bueno. El hombre realizó la transición del conocimiento teórico al conocimiento empírico del bien y del mal.

Para reparar la relación con el hombre, Dios desde su infinita sabiduría y a consecuencia de su sublime gracia diseñó un plan de salvación, un plan para salvar al hombre que así lo deseare, de las consecuencias fatales del pecado.

Redención

El hombre debía ser redimido. Dado que el pecado infecta la vida de la persona desde su concepción y nacimiento, una vez liberado del pecado, recuperaría su relación con Dios.

Para ese fin instituyó una serie de sacrificios y procedimientos para alcanzar algo semejante a la relación inicial en el Edén. Todo permaneció fríamente calculado hasta la llegada del Mesías, el arribo del Salvador prometido, aquel que salvaría a su pueblo de sus pecados.

Fue únicamente mediante el sacrificio vicario, voluntario, único, y suficiente de Cristo en la cruz, que el hombre puede alcanzar salvación de sus pecados. Jesucristo es, como lo exclamó Juan el Bautista… “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

Todo aquel que reconozca el sacrificio de Cristo en la cruz, confiese su muerte y resurrección, y crea en él como Señor y Salvador será salvo. No más sacrificios, no más ceremonia, sólo fe, pues el justo por la fe vivirá.

Novedad de vida

Una vez que la persona tiene paz para con Dios, que ha sido lavado y limpiado de sus pecados, entra a la familia de Dios como parte integrante, gracias a la justicia obtenida por Cristo en la cruz, es visto como justo ante los ojos divinos. Y es aquí donde una nueva vida inicia, una vida con paz sin igual, libre del pasado, y libre para disfrutar la vida tal como Dios lo había diseñado. En este punto principia una vida nueva para el creyente. Una donde habrá que disciplinarse para seguir fiel y actuar de acuerdo a su nuevo estilo de vida. De acuerdo a principios cristianos, es decir actuar de acuerdo a como Dios lo manda.

Axioma Radiofónico

Una vez que oía una estación radiofónica cristiana estadounidense, habían dicho una frase muy interesante que decía, “sólo hay dos cosas seguras en la vida, una, que hay un Dios, y dos, tú no lo eres.”

Axioma es una proposición a la que convencionalmente se le asigna valor de verdad. Este axioma me dejó pensando en la realidad impermutable de que nosotros como seres humanos, somos creación divina, y por más que algunos lo promuevan y hasta lo crean, el hombre jamás podrá ser Dios, no lo es ni lo será. Y añado, no puede, pues es incapaz de cambiar su naturaleza.

Ontológicamente Hablando…

La obvia e indefectible congruencia de la ontología

La ontología estudia al ser en cuanto a tal.

La obvia e indefectible congruencia de la ontología

La etimología grecolatina de la palabra ontología nos indica que ontos significa el ser, mientras que logía significa estudio de. La ontología es definida entonces como la rama de la filosofía que estudia el ser o el ente, o sea la realidad.

Primero dejemos en claro que si algún ser nace con una naturaleza determinada, entonces con esa naturaleza determinada se desarrollará y llevará a cabo todas sus actividades propias y concomitantes de su ser y de su existencia. Por lo tanto queda establecido que actuará de acuerdo a esa naturaleza.

Diferentes tipos de seres tienen diferentes tipos de naturaleza obviamente relacionadas a si mismos. Es decir, que un animal tiene naturaleza animal, un ser humano tiene naturaleza humana y un ser divino tiene naturaleza divina. Si el hombre fuese divino, entonces gozaría de atributos divinos. El creyente sólo muestra el carácter moral de Dios, no su naturaleza divina. La naturaleza divina no puede convivir con la naturaleza humana, pues son mutuamente excluyentes.

¿Acaso Dios no es santo? Por lo tanto no puede estar en carne pecaminosa. Dios sólo habita en el creyente pues este ha sido limpiado de sus pecados. Incluso, el apóstol Pablo decía que estaba preso en este cuerpo de corrupción, y eso que era salvo y que el Espíritu lo había redimido y habitaba en él.

Ontología divina

Examinemos la naturaleza divina, la naturaleza de Dios, quien es, de acuerdo al primer Artículo de Religión de la Iglesia Metodista denominado “De la Fe en la Santísima Trinidad”:

“Hay un solo Dios vivo y verdadero, el cual es eterno, sin cuerpo ni partes, e infinito en poder, sabiduría y bondad, el Creador y Conservador de todas las cosas, así las visibles como las invisibles. Y en la unidad de esta Deidad hay tres Personas de una misma substancia, poder y eternidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.

En el monoteísmo es el ser eterno, omnisciente, omnipresente, omnipotente, creador del universo.

El único Dios verdadero aparece como tres personas distintas, las tres personas son iguales en esencia, poder y gloria, posee atributos divinos, realiza obras divinas y recibe honra divina. Las tres personas divinas en un solo Dios. Con respecto a su esencia, Dios es uno, con respecto a su personalidad, Dios es tres.

Dios tiene carácter moral.

Elohim (su forma castellana es Dios), el primero de los nombres de la Deidad, es un sustantivo plural en su forma, pero singular en su significado cuando se refiere al verdadero Dios. En Génesis capitulo uno versículo 26 el énfasis esta en la Unidad de su Sustancia, mientras que en el versículo 27 el énfasis esta en la Pluralidad de la Deidad.

Las siguientes características son exclusivamente peculiares de Dios y le distinguen como tal. Son aspectos de su naturaleza y actividad:

  1. Su Ira contra el pecado y certidumbre de juicio.
  2. Justicia Divina, como atributo y provisión al salvar pecadores.
  3. Soberanía y Sabiduría.
  4. Su Voluntad aplicada en las relaciones de los creyentes.
  5. Bondad, Tolerancia y Paciencia.
  6. Amor y Misericordia.

Dios es perfecto. Dios es un ser infinito y eterno, y por serlo, lógicamente puede ser demostrado que él es La Primera Causa sin causa. Mediante la Biblia conocemos a Dios. Y nos dice lo suficiente.

Ontología Humana

El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios y es digno de honra y respeto. Pero esta imagen y semejanza ha sido corrompida por el pecado.

Al hombre se le define como ser humano, y animal mamífero dotado de razón, lenguaje, y memoria conscientes.

El hombre no nace bueno. El pecado infecta la vida del hombre desde su concepción y nacimiento.

El pecado es universal, trae la ruina moral del hombre. Según Romanos 5:21 el pecado es la naturaleza del hombre. Los pecados individuales son a su vez manifestaciones de esta naturaleza. El hombre cuenta con moral, o mejor dicho, libertad moral o libre albedrío. Aun así la naturaleza pecadora le esclaviza.

El hombre actúa de acuerdo a su naturaleza.

El hombre es un ser personal, racional y moral. Si bien Dios es infinito y el hombre finito, el hombre posee elementos de personalidad similares a los de la persona divina, tales como pensamiento, sentimientos, voluntad. El hombre es triunidad (espíritu, alma y cuerpo) esta naturaleza tripartita del hombre no debe confundirse con la imagen y semejanza de Dios original, algo que por ser espiritual se relaciona con los elementos de personalidad.

Ontología En Apuros

El caso del Dios-Hombre (La Encarnación)

En el caso de la encarnación de Jesucristo, ahí la ontología se mete en apuros.

¿Cómo explicar a un ser con dos naturalezas, en armonía perfecta, donde comúnmente y en otras circunstancias serian lógicamente mutuamente excluyentes la una de la otra? ¿Cómo explicarlo como totalmente Dios, y totalmente hombre? ¿Cómo explicar su perfecta vida libre de pecado? Por mera definición, no pueden coexistir ambas naturalezas dado que se autoexcluyen.

El segundo Artículo de Religión de la Iglesia Metodista denominado “Del Verbo, o Hijo de Dios, que fue hecho verdadero hombre” expone lo siguiente:

“El Hijo, que es el Verbo del Padre, verdadero y eterno Dios, y de una misma substancia con el Padre, tomó la naturaleza humana en el seno de la bienaventurada Virgen; de manera que dos naturalezas enteras y perfectas, a saber: la divina y la humana, se unieron en una sola persona, para jamás ser separadas; de lo cual es un solo Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el cual verdaderamente padeció, fue crucificado, muerto y sepultado, para reconciliar a su Padre con nosotros, y para ser sacrificio, no solamente por la culpa original, sino también por los pecados personales de los hombres”.

Lo especial y lo único del caso

El hombre inicia la vida con naturaleza pecadora, por contraste Cristo vivió sin pecado, sólo en él y sólo en este único caso en la historia humana operaban perfectamente las dos naturalezas. Digamos que esa es la ventaja de ser concebido por Dios. El tercer Artículo de Religión de la Iglesia Metodista “De la resurrección de Cristo” nos indica que:

“Cristo verdaderamente resucitó de los muertos, volvió a tomar su cuerpo con todo lo perteneciente a la perfección de la naturaleza humana, con el cual subió al cielo, y ahí está sentado hasta que vuelva para juzgar a todos los hombres en el día postrero.”

El caso de Jesucristo es único, pues sólo él estaba destinado para ser el redentor del mundo. Y es especial pues lo hizo voluntariamente, sujetándose por poco tiempo a la condición de ser humano y vivir en nuestros zapatos.  Léase Filipenses 2:1-8.

El Nuevo Nacimiento

El problema del pecado

A través de la lectura de la Biblia somos testigos de la universalidad del pecado, ya que el pecado es universal y acarrea la ruina moral del hombre. Es decir el pecado tiene efectos universales, pues su causa ha sido universal, pues desde Adán y Eva el pecado se convirtió en el estado moral prevalente y heredado a cada ser humano desde la caída.

De acuerdo a Romanos 5:21, el pecado es la naturaleza del hombre, y los pecados son a su vez expresiones de esta esencia. Aquí encontramos, en los términos del apóstol Pablo, al hombre natural. Es decir al hombre en su estado precristiano dominado por el pecado, o lo que es lo mismo, “el viejo hombre” que no puede percibir lo espiritual. La naturaleza pecaminosa está compuesta de muerte, hostilidad contra Dios e insubordinación. De acuerdo al séptimo Artículo de Religión “Del Pecado Original o de Nacimiento” de la Iglesia Metodista De México, se define al pecado como:

“El pecado original o de nacimiento, no consiste (como falsamente aseveran los pelagianos) en la imitación de Adán, sino que es la corrupción de la naturaleza de todo hombre engendrado en el orden natural de la estirpe de Adán; por el cual el hombre está muy apartado de la rectitud original, y por propia naturaleza se inclina al mal, y eso continuamente.”

Es decir, una natural y frecuente inclinación al pecado.

Regeneración del que cree

Sólo el que deposita su fe en Jesucristo como su Salvador, y tiene la firme intención de caminar en esta nueva vida ofrecida por Dios a través de Cristo es regenerado, es decir convertida su naturaleza en una nueva.

“El nuevo hombre” del que habla Pablo es creado por Dios, se refiere al nuevo tipo de persona que Él produce en el nuevo creyente. No es un tipo de naturaleza esencial que el creyente tiene, pues eso tomaría vida al momento de su nuevo nacimiento. Esta es sólo una nueva forma de vida que uno no sólo se pone posicionalmente al momento de la conversión, sino que también se le urge ponérselo mediante la experiencia como cristiano. “El nuevo hombre” es congruente con Cristo.

La necesidad del nuevo nacimiento nace de la incapacidad que tiene el hombre para ver o entrar al Reino de Dios a pesar de los dones que tenga, de su moral, o de lo refinado que sea. El hombre natural esta totalmente ciego a la verdad de su moral y no puede entrar al Reino pues no puede obedecer, entender ni agradar a Dios. El nuevo nacimiento no es una reforma de la vieja naturaleza, es un acto creador de Dios en participación de la naturaleza divina o sea la vida de Cristo mismo.

El creyente debe actuar de acuerdo a los principios de vida encontrados en Cristo y manifestados como virtudes del fruto del Espíritu al momento en que se sujeta al dominio del Espíritu en su vida. Jesucristo también exigió “sed santos como vuestro Padre que esta en los cielos es Santo”. O lo que seria lo mismo, alcanzar un nivel de congruencia entre fe y acciones.

El viejo hombre y el nuevo hombre

Pablo menciona a tres tipos de hombres. Explorémoslos.

Primero está el psuchikos (de los sentidos, sensual, animal, natural), es el que no ha sido renovado por el nuevo nacimiento. Le sigue el neumáticos (espiritual), el renovado, lleno del Espíritu, que camina en plena comunión con Él.  Y por último el sarkikos (mundano, carnal), es decir, aquel renovado, que anda conforme a la carne, que sigue siendo un bebé en Cristo.

Cuando Pablo habla de “el viejo hombre”, se refiere a la naturaleza humana vieja y corrupta, la tendencia innata al mal en todos. Desde el punto de vista divino, en el aspecto posicional este ha sido crucificado y el creyente es exhortado a hacerlo realidad despojándose del viejo hombre y vistiéndose del nuevo. Mientras que “el nuevo hombre” es el regenerado, a diferencia del viejo, y es nuevo por haberse convertido en participante de la naturaleza y vida divinas. El viejo hombre aquí no es reformado o mejorado, pues el nuevo hombre es Cristo formado en el creyente.

Obra del Espíritu

Las palabras de desesperación del Apóstol Pablo en su carta a los Romanos alcanza alto significado para nuestro tema cuando dice en la cita 7:24 “¡Miserable de mi! ¿Quien me librará de este cuerpo de muerte?”. El apóstol está comentándoles sobre cómo él tenía dificultad algunas veces con el pecado en su vida. El ejemplifica en este capítulo la doble lealtad de una persona tratando de lograr justicia sólo por el esfuerzo humano, sin convertirse en una nueva creación en Cristo.

Si el creyente fuese divino tendría atributos divinos, el hombre sólo puede mostrar el carácter moral de Dios, y esto sólo a través de Cristo. La naturaleza divina no puede convivir con la naturaleza humana. La Biblia exige al creyente vivir “conforme al Espíritu”, es decir, de acuerdo y en concordancia a los principios cristianos. Es por esto que el Espíritu Santo crea en el creyente un “nuevo hombre”, un creyente regenerado. Que el Espíritu habite en el creyente, gracias a la regeneración y a su creación del “nuevo hombre” es muy diferente a que lo convierta en divino.

Esto no indica en cualquier sentido que el creyente se convierta en divino, tan sólo que Dios llena al creyente a través del Espíritu Santo. Nuestra humanidad y su deidad, así como la personalidad humana y la divina, permanecen distintas y diferentes.

“Hasta que Cristo sea formado en vosotros”

Objetivo de la regeneración

Por lo tanto, como ya lo expusimos, el hombre necesita un cambio, y sólo Dios puede provocarlo. Este se obtiene mediante la regeneración, una vez que el pecador se arrepiente de sus pecados, es perdonado, cubierto por la sangre de Cristo, un nuevo hombre es creado, y de ahí en delante vivirá una vida nueva con la ayuda de Dios y la luz de Cristo. Un cambio de forma de pensar y de vivir es el objetivo que inauguran estos cambios, unos perceptibles, y otros imperceptibles, pero cambios al fin. Como señalaba Pablo, “… hasta que Cristo sea formado en vosotros.”

En los términos del vigésimo Artículo de Religión de la Iglesia Metodista De México, “De la única oblación de Cristo consumada en la cruz”, podemos indicar que:

La oblación de Cristo hecha una vez, es aquella perfecta redención, propiciación por todos los pecados de todo el mundo, lo mismo el pecado original que los pecados personales; y no hay ninguna otra satisfacción por el pecado sino esa solamente. Por tanto, es fábula blasfema y engaño peligroso el sacrificio de la misa, en la cual se dice comúnmente que el sacerdote ofrece a Cristo por los vivos y los muertos para que alcancen remisión de pena o de culpa.

Tras este milagro, Cristo es formado en vosotros y una nueva vida inicia.

Esfera de la regeneración

La esfera de la regeneración, es decir su campo de acción abarca desde el ámbito de la vida personal del nuevo creyente hasta las relaciones que tenga con las personas con quienes tenga que ver en su diario vivir, sus acciones, tratos, palabras, y aun su forma de pensar. La regeneración abarca y cubre toda la existencia del creyente.

Alcance de la regeneración

Dios está en mi vida, Jesús está en mi corazón. El Espíritu Santo está en mí. ¿Qué significa decir eso? ¿Acaso significa que tengo simultáneamente un pedacito de Dios en mí? Pues la respuesta obviamente es no. El asunto no estriba en dónde está Dios localizado físicamente, sino en reconocer que tienes una intima relación con Dios a través del arrepentimiento y la fe.

La preposición en no se refiere a un termino locacional sino a uno relacional. Negar que el Espíritu Santo esté espacialmente localizable dentro de nosotros no es negar que esté dentro de nosotros trabajando redentivamente para conformarnos a la imagen de Cristo. Sin embargo, dado que el Espíritu Santo no es un ser físico, consecuentemente preguntar dónde está sería confundir categorías. Es decir, hacer preguntas relativas a la categoría espacial de un ser que no tiene extensión en el espacio es tan fútil como preguntar a qué sabe el color verde.

Novedad de Vida

Significado

¡Qué mayor milagro podría haber que una vida transformada por Dios! El creyente que muere con Cristo es resucitado a una nueva calidad de vida moral en contra del poder gobernante del pecado.

Economía de la responsabilidad moral

Comúnmente el hombre intenta adecuar su conducta a pautas socialmente aceptadas o a la conciencia individual, y a que sus actos correspondan con sus creencias o principios. Si bien el instinto natural en el hombre es desear lo prohibido, el hombre es responsable de hacer todo lo bueno que conoce y responsable de abstenerse de todo lo malo que conoce.

Crucifixión: Morir para vivir

Ya que el creyente ha sido regenerado, y vive de acuerdo a este nuevo hombre, ya no se es esclavo del pecado. Aunque se reconoce, tal como lo hizo Pablo, que, la lucha interior crea tensión, ambivalencia y confusión durante sus momentos más álgidos. La vida cristiana es la expresión externa de la vida de Cristo en el creyente.

El cristiano puede vivir con la misma seguridad que Cristo dio a sus discípulos cuando declaró: “Confiad, yo he vencido al mundo”.

El creyente parece vivir, ante los ojos del mundo, una incongruencia porque su vida está directamente relacionada con la muerte del Crucificado. Para el cristiano el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. La formula es: entre más me crucifique (niegue a este mundo y al pecado), más vida tengo. Y me refiero a tanto vida eternal como calidad de vida efectiva.

La negación a ser controlado por la naturaleza pecadora, una condición que, en cuanto a lo relacionado con lo que al creyente respecta, es cosa del pasado, pues es parte del estado sin regenerar, es decir su añeja vida, es esencial para vivir mediante esta denominada crucifixión. Por lo tanto, este punto nos indica que el creyente carece de una naturaleza divina per se.

Desarrollo Cristiano

El desarrollo cristiano se logra cuando se van tomando pasos que logran una diaria y permanente victoria del cristiano ante el pecado. Cuando ya no es controlado por el pecado sino por el Espíritu.

En este momento el creyente comprende como lo establece el noveno Artículo de Religión de la Iglesia Metodista de México que habla acerca de la justificación del hombre, que a la letra dice:

“Somos tenidos por justos delante de Dios sólo por los méritos de nuestro Señor y Salvador Jesucristo mediante la fe, y no por nuestras propias obras o por nuestro merecimiento. Por lo cual la doctrina de que somos justificados solamente por la fe es saludable en grado sumo y conforta en gran manera.”

El creyente también comprende que sus acciones pecaminosas, tal como lo establece el décimo segundo Artículo de Religión, que hace referencia a “El Pecado después de la Justificación”, no son cometidas con la intención de deshonrar el sacrificio de Cristo al alejarse de la nueva vida en El, ni de ejercer su vida fuera de la esfera de acción del nuevo hombre, sino que solamente son atisbos de cuando su propia naturaleza humana le atrapa y cae. El artículo establece lo siguiente:

No todo pecado cometido voluntariamente después de la justificación es el pecado contra el Espíritu Santo, y por ende imperdonable. De ahí que, a los que después de la justificación han caído en el pecado, no se les debe negar el privilegio del arrepentimiento. Después de que hemos recibido el Espíritu Santo, es posible que nos apartemos de la gracia concedida y que caigamos en pecado; y ello no obstante, también es posible que por la gracia de Dios nos levantemos otra vez y que enmendemos nuestra vida. Y por tanto, son de condenar aquellos que dicen que ya no pueden pecar más mientras vivan aquí, o que niegan la oportunidad del perdón a aquellos que verdaderamente se arrepienten.

El Espíritu Santo produce el carácter cristiano en el creyente. Por lo tanto le llama a convertirse en experiencia lo que ya es en posición, y a renunciar sus malos caminos y vivir de acuerdo al Reino de Cristo. Después de todo lo expuesto y fundado puedo entonces establecer con seguridad que:

  1. El hombre tiene una naturaleza distinta a la de Dios.
  2. Dios tiene una naturaleza distinta a la del hombre.
  3. Estas son mutuamente excluyentes.
  4. Únicamente en Cristo estas naturalezas operaron en armonía perfecta.
  5. La naturaleza del hombre es totalmente contraria a la de Dios.
  6. El hombre carece de la capacidad de cambiar o transformar su naturaleza.
  7. El hombre no nace con naturaleza divina.
  8. Sólo Dios, mediante la redención, puede cambiar la naturaleza del hombre.
  9. Únicamente el Espíritu Santo provoca un acercamiento a Dios y el carácter cristiano para vivir de acuerdo al nuevo hombre que El crea en el creyente.
  10. El creyente sigue siendo responsable de la muerte a su vieja naturaleza, dado que no es perfecto.
  11. Solo un ser en la ilimitada expansión del universo posee naturaleza y por ende cualidades divinas: DIOS.

Daniel Mendoza Coronado

daniel mendoza coronado

 El Hno. Daniel Mendoza Coronado es laico metodista, miembro de la IMMAR Buenas Nuevas, de Cd. Juárez, Chih. Allí es Presidente de la Comisión de Coordinación Local de Programa y dirige el Centro Literario Buenas Nuevas. Es abogado de profesión. Pertenece a la CANCEN.