
La Biblia narra que cuando Agar huía temerosa de la presencia de Sarai, quien la afligía, el Ángel de Jehová (Jesucristo), le dijo a Agar: Vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo su mano, porque Jehová ha oído tu aflicción. Entonces Agar llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres Dios que ve; y al pozo donde estaba: El Viviente-que-me-ve (Génesis 16:6-14).
Una de las preguntas más trascendentales en la vida de toda persona, es: ¿Qué piensas de Dios?, pues la respuesta definirá en gran parte, las posibilidades de tener una vida abundante y feliz aquí en la Tierra, y una vida que perdure una eternidad.
Hace años el Pastor A.W. Tozer, escribió: Lo que nos viene a la mente cuando pensamos en Dios, es lo más importante en nosotros. Y es que la perspectiva y propósito de nuestra vida, nuestros valores, visón, dirección y metas del futuro; nuestras actitudes y conducta, y a final de cuentas, nuestra existencia terrenal y eterna, todo, depende de lo que Dios sea para nosotros. Pero lo importante no es que lleguemos a ser eruditos en cuanto a Dios como concepto (lo cual, por su inmensidad y eternidad, siempre será incompleto), sino que lo conozcamos personalmente, como nuestro Buen Padre Celestial, Señor y Rey.
Todas las religiones no cristianas, se caracterizan o por ser panteístas (que creen que todo es parte de Dios, y Dios se encuentra y es parte de la naturaleza y sus fuerzas; el sol, la luna, el fuego, el aire, la Tierra, y el agua, por ejemplo), o idólatras: que dan honra y adoración a las criaturas (humanos, ángeles, animales, etc.), antes que al Creador y único Dios verdadero; y a ídolos inánimes, sordos, mudos, e impotentes (Ro 1:23-25; Sa 115:4-8).
Solo el cristianismo, adora a un Dios personal, que más que estar esperando sentado a que lo busquemos, y procuremos relacionarnos con Él, Él es el que toma la iniciativa, y en medio de siete mil millones de personas, nos busca individualmente, y nos invita insistentemente, a que tengamos una relación personal con Él.
La Biblia dice: Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y estaré con él, y él conmigo. Y el que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él, porque Yo Jesucristo, y el Padre uno somos (Ap 3:19-20; Jn 14:23 y 10:30).
Así, aunque mi mente finita, no puede concebir en su totalidad la inmensidad de Dios, sí puedo saber por la Biblia, que me ama, que me conoce por nombre, que tiene aún contados los cabellos de mi cabeza, y que tiene un propósito y proyecto para el resto de mi vida, que me hará feliz, me llenará de satisfacciones legítimas, me capacitará para alcanzar mis mejores metas a corto, mediano y largo plazo, y me dará el gozo de disfrutar frecuentemente, del dulce sabor de la victoria, y del suave aroma del éxito a la manera de Dios.
La Biblia enseña que nos conviene abrirle la puerta de nuestro corazón y de nuestra vida a Dios, y relacionarnos así con Él, pues sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que son llamados, y viven conforme a su propósito (Ro 8:28), pues Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca, el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia; ya que misericordioso y clemente es Dios, lento para la ira, y grande en misericordia, y no contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo, pues no hace con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos paga conforme a nuestros pecados.
Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le respetan reverentemente. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Dios de los que le respetan reverentemente, porque Él conoce nuestra condición, se acuerda de que somos polvo, y que los días del humano, son como los de la hierba que florece como la flor del campo; pero que cuando pasa el viento por ella, perece y su lugar no la conocerá más.
Pero ¡Gloria a Dios! Porque su misericordia es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le respetan reverentemente, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra, pues Dios estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos (Sal 103).
El concepto de Dios que a Él más le agrada que tengamos en nuestra mente y corazón, es el del Buen Padre Celestial, que de tal manera amó al mundo pecador, que dio a su Hijo unigénito Jesucristo, para que todo aquel que en Él cree, y le acepta, recibe y confiesa como su Salvador personal, no se pierda, más tenga vida eterna.
El nombre que más usó Jesucristo para referirse a Dios, fue Padre, y la oración modelo que Él nos enseñó, empieza diciendo: Padre nuestro que estas en los cielos. Y el evangelio dice que a todos los que le recibieron, a los que creen en su Nombre, Dios le da el derecho de ser hechos hijos de Dios.
¡Que bendición es saber que por la gracia de Jesucristo, yo puedo ser, vivir, y funcionar en este mundo, como hijo del Buen Padre Celestial, que me conoce por nombre, que me ve, y que paternalmente me protege, guía, y capacita sobrenaturalmente, para sobrevivir en medio de todos los riesgos, peligros, y tribulaciones que me rodean desde que amanece, hasta que vuelve a amanecer, por el solo hecho de ser humano y vivir en este mundo de maldad gobernado temporalmente por el usurpador príncipe de este mundo: Satanás! ¡Que bendición tan grande es poder ser hijo de Dios! y ante las asechanzas del diablo, poder vivir en victoria, en paz, y con la bendita esperanza de que Dios ya lo venció en la cruz, y por lo tanto, sea que nuestro Rey Jesucristo, se tarde un día o mil años más, en regresar a establecer su reino sempiterno por mil años en la Tierra, y por siempre jamás en la gloria celestial, por sus méritos, yo tengo asegurada la vida eterna y una mansión en el cielo, donde cara a cara, podré gozar eternamente, de la presencia y comunión bendita de mi Buen Padre Celestial.
Por eso, la Biblia dice: Esta es la palabra de fe que predicamos: Que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor nuestro Dios, y crees, aceptas y recibes en tu corazón al que Dios levantó de los muertos (Jesucristo), serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado (perdonado de tus pecados), pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Biblia dice: Todo aquel que en Él creyere, no será avergonzado, y todo aquel que invocare el nombre del Señor nuestro Dios, Jesucristo, será salvo.
Es mi oración que usted como yo, cuando le pregunten ¿qué piensa de Dios? también tenga la bendita y maravillosa convicción de confesar que para usted, gracias a la gracia de Jesucristo, Dios es su Buen Padre Celestial, y su Salvador personal.
Si usted aún no tiene esta convicción, yo le ruego, como si nuestro Buen Padre Celestial le rogara a través de mí, que repita conmigo ahora mismo, y con corazón sincero ante Dios, esta sencilla oración: Buen Padre Celestial, gracias porque me amas, y porque enviaste a Jesucristo a morir en la cruz del Calvario para pagar por todos mis pecados. Yo reconozco que como todos los demás, soy pecador, y te pido perdón por ello. Hoy te confieso como mi único y suficiente Salvador y te prometo, que con la ayuda de Dios, me esmeraré cada día más, por vivir como Dios manda en la Biblia. Gracias, Buen Padre Celestial, porque de acuerdo a tu promesa, mi nombre está escrito en el libro de la vida eterna, por los méritos de Jesucristo mi bendito Salvador. AMEN.
Si usted hizo esta oración, ¡le felicito! La Biblia dice que hay gozo en el cielo, por su decisión de reconocer a Dios, como su Buen Padre Celestial, y como su Salvador personal. No deje de asistir el próximo domingo a una iglesia cristiana a adorar y alabar a nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo, a escuchar la predicación de su Santa Palabra que es la Biblia, y a tener comunión con Dios, y con sus hermanos en la fe de Jesucristo. Que Dios le siga bendiciendo AMEN.

