
Un sábado Jesús fue, tal cual era su costumbre semanal, a la sinagoga de Nazaret. Cuando se le dio el rollo para que hiciese la lectura correspondiente a la liturgia de ese día, tocó en la profecía de Isaías que incluía la primer parte del capítulo 61. Allí estaban estas palabras: “Me ha enviado… a predicar el año agradable del Señor” (Lc. 4:18,19). Cuando Jesús anunció que en él se cumplían aquellas palabras, no quiso decir que su ministerio duraría un año, aun cuando el pasaje de Isaías hacía referencia al año del jubileo, sino que se presentaba como el cumplimiento pleno de esa profecía, quería decir que había llegado el tiempo mesiánico (mucho más que un año) en el cual Dios mostraría su bondad. Ese es el tiempo en el cual ahora vivimos, toda esta era es el año agradable, tiempo de refrigerio (Hch. 3:19), tiempo aceptable de salvación (2ª Co. 6:2), esta es la edad de la gracia de Dios (Jn. 1:17).
Cuando hablamos de este tiempo agradable no nos perdemos en la innecesaria distinción que algunos autores protestantes han estado haciendo recientemente entre los términos griegos kairós y crónos, ambos traducidos como “tiempo”. La diferencia es sólo lingüística, refiriéndose el primero a un momento en el tiempo, y el segundo al devenir constante del tiempo. Según ese supuesto, la palabra kairós es aplicable al tiempo de Dios, mientras que crónos tiene que ver con el sentido humano del tiempo, pero la verdad es que la Biblia no hace esa diferencia, y se trata únicamente de una antigua discusión filosófica griega. La palabra kairós no está revestida por el Nuevo Testamento de sentido teológico, es diferente de crónos sólo por razones de lenguaje. Es cierto que kairós es la palabra más usada en el Nuevo Testamento, siguiéndole crónos en número de frecuencias, pero las Escrituras usan todavía varios otros términos griegos para designar la idea del tiempo. Frecuentemente la Biblia emplea kairós para designar el sentido común y corriente de “tiempo”, relacionado con asuntos meramente terrenos y humanos; como también recurre a crónos para designar a veces los tiempos de Dios. Por ejemplo: “Mi tiempo (kairós) aún no ha llegado, mas vuestro tiempo (kairós) siempre está presto” (Jn 7:6). “En los postreros días vendrán tiempos (kairoí) peligrosos (no de Dios)…” (2ª Tm. 3:1). “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo (crónos), Dios envió a su Hijo…” (Ga. 4:4). En fin, no ahondemos más en esto.
Habíamos dicho que el cumplimiento de la profecía de Isaías tenía una aplicación inmediata al año del jubileo, pero también una aplicación mediata y más completa al tiempo del ministerio del Mesías que trasciende a nuestros años. El año agradable del Señor no es un año de los nuestros, no es el 2016. Pero a la vez es verdad que nuestro año nuevo está dentro de la economía divina de este prolongado año agradable del Señor. El 2016 tiene su valor en que es parte del tiempo de la gracia de Dios.
Estamos un tanto acostumbrados a esperar que los años sean buenos si nos traen algo de prosperidad, salud, satisfacción, realizaciones, relaciones estables y cosas así. Por supuesto que son cosas deseables, y es reconfortante advertir que son bienes previstos por Dios para asistirnos diariamente por causa de su misericordia hacia nosotros. Pero también necesitamos considerar que a muchos cristianos, santos y fieles al Señor, se les negaron, viviendo perseguidos, hambrientos, vituperados y martirizados. A otros, aun siendo verdaderos ejemplos de fe y oración, se les negó la salud y han sufrido el desprecio y la injusticia. Dios está en su derecho a decidir sabiamente el darnos o negarnos estas cosas durante el año nuevo.
El año 2016 tiene valor únicamente porque es un tramo del “año agradable del Señor”, porque vivimos en la época del banquete de la salvación, de la fiesta del perdón, de la gracia inmerecida que nos ha dejado sin culpa ante Dios, del día del fin de la guerra con él, haciéndose la paz mediante el crucificado Jesucristo en quien se nos ofrece la reconciliación; este es el tiempo de la adopción como hijos del Altísimo, de la vibrante vida del Resucitado que el Espíritu nos transfunde. Por eso es el año agradable, lo que Dios quiera sumar a esto, y claro que lo hará, es añadidura.


Sera que estamos próximos al JUBILEO, AL CUMPLIRSE LOS 50 AÑOS de que los Judíos recuperaron Jerusalén en el año 1967,,,,,? Nuestro Rey JESUS viene en Gran Poder y Gloria! Buen post, los felicito!
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Gracias, Hno. Edgar. Independientemente del cálculo que usted hace a partir de 1967, lo que definitivamente compartimos juntos es la certeza de que Jesucristo regresará como Rey, y su reinado, ya sea que se suponga que se establecerá en los cielos o que se establecerá en la tierra, tendrá las características del Año del Jubileo cuando la justicia, la libertad, el perdón, entre otras, prevalecerán de manera gloriosa. Bendiciones.
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