Pensamientos Episcopales

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CON LA FORMA, SIN LA ESENCIA: CON LA ESTRUCTURA, PERO SIN LA SUBSTANCIA.

Al estar en el Primer Congreso Celular y oír a Joel Comiskey, me percaté de que Wesley, históricamente, aplicó los principios de la Iglesia Primitiva de reunir a la gente en grupos pequeños, que él llamó Bandas, Clases y Sociedades. De facto o de hecho Wesley no formó una iglesia y la organizó en células, sino fue al revés: él inició un movimiento CELULAR, pequeñas iglesias en casas que él llamaba ecclesiola in ecclesia, y después surgió la iglesia en un edificio, y en mi apreciación a partir de ahí, se limitó el crecimiento.

Al venir el Metodismo a nosotros en México, no directamente de los ingleses, sino de los norteamericanos, ellos organizaron la iglesia y quitaron en su percepción e «individualismo» las bandas y clases (que son los grupos pequeños) y dejaron sólo las «sociedades»; que es lo que ahora nosotros en México tenemos. Se olvidaron que lo que hacía crecer a las sociedades (y por ende a la Iglesia en general) eran las bandas y clases.

¿Estaríamos dispuestos nosotros ahora, después de tanto tiempo de costumbres, tradiciones o paradigmas, organizarnos al estilo inglés, y por ende al estilo de la Iglesia Primitiva? Somos 87 millones de metodistas en el mundo, la mayor parte fue ganada en los primeros años. De hecho somos la segunda denominación protestante más grande del mundo; pero de un tiempo acá, la iglesia perdió su empuje, sin siquiera conservar la siguiente generación. Esta pregunta es hasta cierto punto retórica y me la planteo a mí mismo: ¿Hasta dónde estoy dispuesto a cambiar? ¿Hasta dónde estoy realmente convencido de los cambios para traer algo nuevo, vital a mi amada Iglesia Metodista?

Les confieso que tengo temor, pues yo mismo lucho con mi propias costumbres y estructuras que, a veces he idolatrado (en lo secular dirían “lucho con mis propios demonios internos”), pero sé que no se puede esperar algo diferente si no TOMO EL RIESGO. Y con la mano en la mano de Dios Todopoderoso, estoy dispuesto a hacerlo, aunque todavía no sé la manera; pero esto es parte del camino en fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

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LA PARTE REDENTORA DEL PADRE.

«Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición…» (Salmos 103:13 y 14ª). La mayoría de nosotros, a falta de un buen padre terrenal -ya sea porque no lo tuvimos, o si lo tuvimos estuvo muy alejado, o el que tuvimos nos marcó de manera significativamente mala- vagamos por el mundo buscando un padre, un verdadero padre que nos dé amor, confianza seguridad, provisión, fe; un padre que sea más grande que nuestras necesidades, quebrantos, pecados y defectos de carácter, pues esto es lo que se espera idealmente de un papá.

El padre, humanamente hablando, aporta una riqueza inmensa a la vida de nosotros: provisión que se convierte en fe, enseñanza que nos da confianza, límites que nos dan seguridad, amor que nos da importancia y valía, vara para la disciplina y corrección, y cayado para el cuidado, presencia que nos da identidad.

Dios nos redime de nuestras heridas, de nuestra orfandad (pues él sabe que los padres humanos nos fallan y los que somos padres fallamos). Es el Padre perfecto, quien quiere ahora decirnos que aunque padre o madre nos hayan abandonado, con todo eso él nos recibirá. Sí, nos recibirá como el padre al hijo pródigo de la parábola, que al sentir que hemos perdido todo, extraviados en la nada, con la pérdida total de familia, bienes, amigos, identidad, trabajo, comida, nos encontramos con su mirada y sus brazos abiertos, movidos por su misericordia. Dios nos abraza (símbolo de aceptación), nos besa (expresión de amor), nos pone anillo (símbolo de autoridad restaurada), nuevo vestido (expresión de nueva vida, para andar en obras de luz), nuevas sandalias (para un nuevo caminar) y hace fiesta por nosotros. Hoy puede ser fiesta, fiesta para nosotros, fiesta para ti. Tus labios pueden decir: «Abba, Padre… papito…»

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RESPECTO A LA RESTITUCION.

Es interesante, leyendo el libro «Hombres nuevos», de Rubén Ruiz, y el nuevo libro “Viviendo la fe Metodista en México”, de la Sociedad de Estudios Históricos del Metodismo en México, Las instituciones de servicio social, sobre todas las escuelas, iniciaron como medios o instrumentos para formar elementos ministeriales y también proveer de educación a los menos favorecidos. Este año el Instituto Laurens, abrió la Licenciatura en Teología, que «fue la raíz y el propósito de la escuela». ¿No es algo maravilloso? Volviendo a nuestras raíces, a nuestros fundamentos, restituyendo lo perdido. Hay que seguir para que esas puertas se abran a los menos favorecidos, con educación de calidad.

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