
Esta es la continuación del artículo cuya primera parte publicamos en el número anterior de El Evangelista Mexicano, del 15 de marzo de 2016.
Para mí hacer regresiones psíquicas al estilo freudiano, es sólo remover los sentimientos de las personas, enfocándolos en el mismo hecho o acto del dolor, o trauma, tomar como se dice «al niño interior», recurrir al mismo momento que sucedieron las cosas, cosa que no trae, ni genera sanidad.
Ya sabemos por ende que esto es lo que no nos deja ser libres: El pasaje de Génesis 41:51 y 52 nos describe que José primero tuvo que OLVIDAR cuando tuvo a Manases, y cuando tuvo a Efraín «Dios le hizo fructificar». Sin el elemento del perdón, no puede venir bendición y prosperidad.
En el capítulo siguiente (42:7) dice que José les habló ásperamente, como si no los conociese, y así fue el tenor del trato con ellos, pues estaba resentido, con enojo y frustración; él había sido abandonado, burlado, menospreciado, pero en el capítulo 45:5 se dice algo clave: «Ahora, pues, no os entristezcáis ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros».
José, mientras recordó el pasado, lamió la herida y se desgarraba emocionalmente hablando, no sanó con su regresión; pero cuando se dio cuenta de su ORIGEN Y PROPÓSITO, fue cuando sanó. Dios era su Origen, él era su plan, él tenía un designio. Había sufrido UN ACCIDENTE, que no lo definió, ni lo marcó para no cumplir el PLAN PERFECTO DE DIOS. Si tú has sido abandonado, rechazado, abusado, maltratado, eso NO TE DEFINE, lo que te define es tu ORIGEN, y Dios es tu origen, él te creó a su imagen y semejanza, así la sanidad fluye, cuando recuerdas para qué fuiste creado, para qué fuiste hecho, lo que logró la sangre preciosa de Cristo en la Cruz del Calvario.
Es obvio que Dios no quiso que te pasara lo malo, pero ¿por qué te pasó? Es simple, porque vivimos en un mundo que no es perfecto y con hombres y mujeres que no todos están viviendo bajo la voluntad y el plan perfecto de Dios. Estos son los que dañan, estropean, inyectan el veneno del desprecio, del abuso, que probablemente alguien también les introyectó a ellos.
Así que la sanidad no es ver el momento del quebranto y del trauma, sino más atrás. Vuelve a tu raíz, a tu fundamento, así como el salmista David le hablaba a su alma diciéndole: «Bendice alma mía a Jehová…» Tú háblale a tu alma, que es donde están las emociones heridas, castradas y cercenadas: ALMA, yo soy un hijo de Dios, soy hecho a su imagen y semejanza, soy como la niña de los ojos de Dios, él tiene pensamientos de paz y no de mal para mí, para darme todo el bien que deseo, él es mi Pastor, nada me faltará, es mi sanador, es mi proveedor, bendice, OH, ALMA MÍA, A JEHOVA en el nombre de Cristo.

