LA EXPERIENCIA DEL CORAZÓN ARDIENTE: EL GRAN MITO QUE DEBEMOS DERRIBAR.

LA EXPERIENCIA DEL CORAZÓN ARDIENTE: EL GRAN MITO QUE DEBEMOS DERRIBAR.

«Yo no quiero decir con esto que debemos decir que no sucedió o que no le pasó esto a John Wesley: el problema es cómo se ha construido una narrativa sobre ello; una narrativa que no le corresponde, y que para el día de hoy nos hace más daño que beneficio. En vez de ser un trampolín, se ha vuelto un ancla para nosotros».- Jesús Rodríguez González

Los mitos son necesarios para nuestra experiencia de vida. Y cuando hablo de mitos, no debemos de tomarlo como se le da actualmente ese sentido como si fuera mentira. Para el pensamiento de hoy, formado muy fuertemente por la ilustración, se ve al mito como una contraposición de las explicaciones racionales. Pero no es así: el mito nunca trata de sustituir a la verdad misma, esto simplemente se utilizaban en la antigüedad para aquellos sucesos en donde las palabras no cabían o desbordaba la realidad, como dice el filósofo Gadamer: “El mito se convierte en un portador de una verdad propia inalcanzable, inalcanzable para la explicación racional del mundo”.[1] Así los mitos forman historias y hasta naciones; tenemos el ejemplo del águila y la serpiente de México, o también tenemos el de Miguel Hidalgo como un libertador que sólo le importaba la esclavitud de una nación. Todos estos nos ayudan a darle forma a las estructuras de una organización y sentido de existencia. Y así como las naciones tienen sus mitos fundacionales, también las denominaciones tienen los suyos: para bien o para mal.

Los luteranos tienen la puerta de Wittenberg donde Lutero clavó las 95 tesis, de la cual muchos han hecho críticas que de ese hecho lo más probable es que no sea real. Pero lo sea o no, ciertamente ¿quién no se emociona al pensar en un pequeño sacerdote agustiniano caminando en medio del pueblo y clavando en medio de la iglesia una denuncia contra los abusos de la iglesia?, ciertamente nos emociona porque le da un sentido de identidad a la reforma de protestante, hace que tengamos un enemigo y también hasta un destino. Así también nosotros los metodistas tenemos nuestro mito fundacional: el día del corazón ardiente.

El día del corazón ardiente” nos lo han presentado como el día que John Wesley tuvo una revelación, una experiencia con Dios, y en donde todas sus dudas e inquietudes fueron reveladas. En muchos artículos y libros ya lo han abordado hasta la saciedad, dando una descripción hasta fantasiosa o mitológica del suceso; de ahí que haya empezado sobre el tema del mito. Estos escritos han construido sobre este día toda una estructura que ha permeado la manera en que muchos sectores del metodismo actúan, dándole un sobre peso a la experiencia, cuando Wesley no desarrolló el movimiento en base a esto.

Por esto es que aquí no quiero abordarlo de la misma manera en que todos lo han hecho. Quiero presentar, más bien, que debemos reconstruir la manera en que lo interpretamos. Yo no quiero decir con esto que debemos decir que no sucedió o que no le pasó esto a John Wesley: el problema es cómo se ha construido una narrativa sobre ello; una narrativa que no le corresponde, y que para el día de hoy nos hace más daño que beneficio. En vez de ser un trampolín, se ha vuelto un ancla para nosotros.

Y es que todos los años andamos cacareando que “Experiencia del corazón ardiente”, que la “experiencia esto” o que la “experiencia de Wesley”. Lo peor de todo es que queremos basar toda nuestra teología en esas experiencias, sin entender que para llegar a muchas cosas existen antecedentes y procesos para poder llegar a ciertas cosas. Al día de hoy nos quejamos de que muchas personas basan su vida en sentimentalismos, pero nosotros hacemos lo mismo al sólo tomar la experiencia sin entender que ésta debe estar asentada sobre bases firmes. Es cierto que Wesley antes del 24 de mayo dice: “Tengo una hermosa religión de verano; puedo hablar de ella, puedo aun creer en ella mientras está lejos el peligro; pero, luego que la muerte me mira a la cara, mi espíritu se amilana”.[2] Pero también es igual de cierto que después de ese día escribió: 

Mis amigos afirman que estoy loco, porque hace un año dije que no era cristiano. Afirmo que no soy cristiano ahora. Realmente lo que pudiera haber sido no sé, si hubiera sido fiel a la gracia entonces recibida (el 24 de mayo) cuando, esperando nada menos, recibí tal sentido perdón de mis pecados que hasta ese momento nunca había conocido. Pero que yo no soy cristiano ese día lo sé tan seguramente como sé que Jesús es el Cristo.[3]

En su diario podemos ver que después de la experiencia del corazón ardiente, Wesley estuvo asaltado de muchas dudas acerca de su propia conversión, y que fue necesario que estuviera reflexionando acerca de lo que le pasó realmente. Las discusiones teológicas con los moravos y los anglicanos llegaron a un momento, a poner en cuestión todo lo que le había sucedido y lo significaba.[4] En esto podemos ver que la sola experiencia tampoco sirvió para que Wesley pudiera afirmarse en seguridad de la fe: tuvo que seguir investigando y desarrollándose teológicamente. 

Esto nos puede ayudar a nosotros como crítica, más por esta nueva tendencia que en muchas iglesias metodistas se está desarrollando, de sólo buscar la emoción. Vemos en muchas congregaciones sólo esa idea que desde la llegada se busca crear la “experiencia”: cierra los ojos, enfócate en la música, canciones con frases repetitivas, sermones llenos de contextualización pero sin nada de información y una alta dosis, en muchos casos, de manipulación. Así como con Wesley, creo que la experiencia siempre es importante; pero si sólo nos enfocamos en eso constantemente, simplemente vamos a tener cristianos gordos de experiencias, pero débiles doctrinalmente. Estos cristianos van a hacer la semilla que se muere por cualquier problema, en la parábola del sembrador. Si siempre nos dirigimos a la experiencia, tendremos congregantes débiles y que también, como no saben, tampoco pueden transmitir esa verdad a otras personas. De ahí, también la falta de evangelización personal, que en muchas estadísticas muestran que es la más efectiva.

Lo que quiero decir con esto es que la experiencia no es mala, pero debe ser conducida. Como dice el teólogo metodista Outler:

La experiencia cristiana no añade nada a la sustancia de la verdad cristiana; su función distintiva es energizar el corazón para que el creyente pueda hablar y hacer la verdad con amor.[5]

La experiencia da poder a lo que se sabe, hace que tenga sentido en uno mismo. ¿Pero qué pasa si no existe nada que la experiencia no pueda empoderar? Que todo el interior no tenga nada con que trabajar. Podemos ver en Pablo que, aunque fue transformado por una experiencia con Cristo, éste ya tenía todo un estudio teológico y de hecho de los mejores de su época. También nosotros debemos preparar lo mejor posible a la gente, para cuando tenga una experiencia con Dios, el Espíritu Santo tenga con qué trabajar. Y es que en este proceso nadie se quiere realmente meter: el discipulado. Queremos que en unas clases y aprendiéndose una ideas ya esté listo. Estar en la Biblia y vivirla, conlleva un proceso de reflexión amplia y que se debe pensar. Bien dice el Salmo 1: “En su ley medita de día y de noche”. Los procesos bíblicos no son tan sencillos, y es que lo queremos son cristianos como comida exprés americana, unas cuantas cosas y que ya esté listo. En esto hemos dejado que el mundo se apodere de la manera de hacer iglesia.

Hermanos: la fe no es una experiencia, es un tipo de conocimiento nuevo, uno que nos da accesos a relacionarnos con el Padre. La fe es un proceso holístico donde todo nuestro ser debe estar integrado, para que el creyente vea todo con una nueva cosmovisión.

En un mundo modernista en donde llegó un momento en donde la experiencia fue desestimada y llegando a decir de manera despreciativa: “es que eso es subjetivo”; y en este mundo posmoderno donde tenemos sobrevaloración de la experiencia; los metodistas debemos anclarnos al balance. Ser una denominación viva con el poder del Espíritu Santo, pero así mismo fuertemente amarrada a las verdades doctrinales del cristiano. Y es que si cortamos cualquiera de las dos piernas de la iglesia, nunca podremos avanzar hacia donde Dios quiere.

¿Qué pasó con Wesley? Si leemos un poco sus biografías, podemos leer que al redescubrir su propia tradición en la Homilías de la Iglesia Anglicana (el libro de la oración común), es decir, voltear a ver el pasado de su iglesia, estableció que muchas de sus dudas con el tiempo fueron aclaradas. También el ver  el avivamiento que produjo Dios por medio de Jonathan Edwards, estableció y fortaleció su entendimiento de lo que a él mismo le sucedía.[6] Wesley mismo tuvo que ver su pasado y entender su contexto para poder realmente comprender, vivir e interpretar su experiencia.

Dejemos que caiga el mito del “día del corazón ardiente”. Yo prefiero a un Wesley que siguió luchando por entender su fe y que no fue que mágicamente todo se resolvió; porque sabemos que en la vida cristiana nada es así. Yo prefiero un Wesley que siguió investigando y aprendiendo; un Wesley que siguió dudando y que tuvo que mirar a muchos lados, y sobre todo a mirar a Dios para poder vivir en el camino de la fe.

Elaborado por
Jesús Rodríguez Gonzalez
CANCEN


[1] Gadamer, Hans-Georg. Mito y razón. Barcelona: Paidós, 1997, 15-16 p

[2] Mateo Lelievre, John Wesley: su vida y su obra, CLIE, 1988, Pág. 93.

[3] Richard P. Heitzenrater, Wesley y el pueblo llamado metodista, Abingdon Press, 2001, Pág. 78

[4] Richard P. Heitzenrater, Wesley y el pueblo llamado metodista, Abingdon Press, 2001, Pág. 78.

[5] Albert Outler, «The Wesleyan Quadrilateral in John Wesley», Wesleyan Theological Journal, 1985, Pág. 9

[6] Richard P. Heitzenrater, Wesley y el pueblo llamado metodista, Abingdon Press, 2001, Pág. 81

Un comentario sobre “LA EXPERIENCIA DEL CORAZÓN ARDIENTE: EL GRAN MITO QUE DEBEMOS DERRIBAR.

  1. Excelente artículo para reflexionar. Sólo difiero en la expresión: «Hermanos: la fe no es una experiencia, es un tipo de conocimiento nuevo». En el sentido estricto «conocimiento» es la facultad del ser humano para comprender por medio de la razón la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas. Para mí la Fe es un nivel que sobrepasa al conocimiento. Hay cosas en la Biblia que por más que intentemos procesarlas a través de la razón, no podremos. Aunque mas adelante en el artículo estableces el balance de la Fe misma, que viene por la Palabra y que es el fundamento y la cuestión experiencial. De hecho nuestro cuadrilátero teológico por eso lo incluye: Biblia, Razón, Tradición y Experiencia. Enhorabuena.

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