La Itinerancia: un don para la salud de la congregación.

La Itinerancia: un don para la salud de la congregación.

p. J. Dávila

Abstracto: La itinerancia, en un enfoque ideal, aporta diversidad de dones ministeriales, perspectivas frescas y hasta colaboración entre las iglesias, además de que enriquece la vida espiritual de todos los involucrados. Pero es importante recordar que este llamado no es una búsqueda de méritos personales, sino una forma de servir y ser enviados por Dios.

Soy pastor por gracia de Dios, y presbítero itinerante en la Iglesia Metodista. He estado al frente de una congregación desde el año 2008, y actualmente pastoreo mi cuarta Iglesia. Durante todo este tiempo he abrazado los cambios y desafíos que conlleva la itinerancia. A lo largo de mi camino he tenido el privilegio de conocer personas maravillosas, compartir sus alegrías y tristezas, y de ser testigo de la obra transformadora de Dios en sus vidas. 

Y aunque también he experimentado los desafíos y las dificultades inherentes de nuestro distintivo sistema de nombramientos, al reflexionar sobre mi trayectoria, me doy cuenta de que la itinerancia, lejos de ser una búsqueda de méritos personales, es un don valioso que podría beneficiar enormemente a la Iglesia y a su comunidad.

Es evidente que la itinerancia aporta una diversidad de perspectivas y dones a cada congregación. Los pastores itinerantes pueden ofrecer una visión fresca y nuevas ideas a una comunidad que, de otro modo, podría estancarse en la rutina; y es que cada pastor aporta sus experiencias, talentos y sabiduría, enriqueciendo así la vida espiritual de la iglesia. Además, la itinerancia fomenta la variedad de dones ministeriales y hasta la interconexión entre diferentes congregaciones, creando una red de apoyo y colaboración dentro de nuestra propia denominación (e inclusive entre otras denominaciones).

Por otro lado, creo que tenemos suficiente evidencia Escritural para respaldar nuestro sistema:La Biblia nos presenta ejemplos de líderes religiosos que fueron llamados a la itinerancia, demostrando que este modelo de servicio ha sido parte integral de nuestra tradición desde los Evangelios.

En Marcos 1:38, Jesús dice: «Vamos a los pueblos cercanos para que también allí predique, porque para eso he salido». Jesús mismo, como el modelo de excelencia pastoral, expresa su disposición a ir a donde se necesitaba su mensaje y su ministerio. Esta actitud de movilidad y servicio es una invitación para que los pastores también estemos dispuestos a ser enviados y a cumplir la misión dondequiera que nos lleve.

En 1 Corintios 3:6 el apóstol Pablo dice: «Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento». Podemos entender, mediante este pasaje, que los pastores somos colaboradores en el campo de Dios, trabajando juntos para el crecimiento y la edificación de la iglesia. La itinerancia, en virtud de los dones y ministerios que cada uno de nosotros tenemos, nos permite plantar semillas en diferentes congregaciones, confiando en que Dios dará el crecimiento y confirmación de cada congregación en su debido tiempo, mientras nosotros hacemos nuestra parte al comunicar y ejercer los dones espirituales que nos corresponden (Romanos 1:11).

Entonces, en mi propia experiencia y reflexión del tema, considero que la itinerancia no es mala, todo lo contrario.

PERO… un extremo opuesto es el “anhelar” la itinerancia.

Un amigo me dijo en cierta ocasión: “Si el pastor dice ´qué bueno que ya me voy, o la Iglesia dice ´qué bueno que ya se va´, definitivamente algo anda mal ahí, y es una situación sumamente triste”.

Hablo como pastor cuando digo que la itinerancia debe ser por motivos de salud y de bien de la Iglesia o del pastor y su familia; pero no una «aspiración», ni pastoral, ni de la congregación. Creo que el pastor no debe de trabajar pensando: «ojalá y algún día me cambien a una Iglesia mejor». Eso es muy triste, tanto para el llamado del pastor, como para lo que eso dice o quiere decir de la Iglesia.

De hecho, ese pequeño detalle, de cómo interpretan la itinerancia, para mí es una evidencia clara de si alguien tiene o no vocación pastoral.

En mi humilde experiencia, cuando tienes vocación, amas a tu Iglesia, y no haces planes pensando en cuando algún día te manden a un «mejor campo»; sino que haces planes y sueñas en grande, como si fueras a estar ahí para siempre. La Iglesia se vuelve tu familia en la fe; y al final, en un sentido espiritual, son tus hermanos, estás enlazado de por vida y hasta la eternidad con ellos, ¿o no es eso lo que predicamos desde los púlpitos?

Personalmente me preocupa mucho cuando hay pastores que buscan cortar esos lazos echando mano de la itinerancia, pues eso expresa un traumatismo emocional o espiritual que debería ser sanado antes de un cambio. 

Algún pastor pudiera pensar: “…pero, es que merezco algo mejor”. No: Como pastor y tu consiervo comparto la brecha contigo, y puedo recordarte que la Biblia dice que no es del que quiere, o del que corre, sino del que ÉL tiene misericordia. Dios tuvo misericordia de nosotros y nos puso en el ministerio, no lo olvides.

Quisiera concluir reafirmando que, como presbítero itinerante de una Iglesia Metodista, valoro la itinerancia como un don para la salud de la congregación, y no como un recurso de carrera laboral. La itinerancia, en un enfoque ideal, aporta diversidad, perspectivas frescas y hasta colaboración entre las iglesias, además de que enriquece la vida espiritual de todos los involucrados. Pero es importante recordar que este llamado no es una búsqueda de méritos personales, sino una forma de servir y ser enviados por Dios. Podemos abrazar la itinerancia como una oportunidad de compartir dones espirituales, establecer conexiones profundas y contribuir al crecimiento y la confirmación de la fe en cada congregación y comunidad en la que servimos; pues siervos somos, así como aquél Buen Pastor, que no vino para ser servido, sino para servir, y a dar su vida en rescate por muchos.


Acerca del autor:

Pastor desde el año 2008 en la frontera Norte de México, en la Conferencia Anual Oriental de la IMMAR, actualmente en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Ordenado como Presbítero Itinerante en el 2017, y con grado de Maestría en Teología por el Seminario Metodista Juan Wesley en el año 2023. Esposo y padre, llamado a pastorear a la grey del Señor.