COMENTARIOS DEL LIBRO
“JUÁREZ EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA METODISTA DE MÉXICO”
Estimados hermanos y amigos del Evangelista Mexicano: les comparto en esta ocasión la reseña del libro del Lic. Luis Rublúo Islas, destacado escritor e historiador, hombre cristiano, metodista y quien recientemente, en octubre del 2022, partió a la patria celestial. El texto en cuestión no es para nada antiguo, es del 2007, “JUÁREZ EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA METODISTA DE MÉXICO”. Del autor, he tenido la oportunidad de leer otras publicaciones del mismo autor, investigaciones históricas en la Dirección de Archivo e Historia de la Iglesia Metodista de México. Gracias a Dios por la vida fructífera de este hombre, por su profesionalismo y capacidad de investigación documentada y exacta, a través de la compilación de hechos y personajes que formula sobre la vida y obra de Don Benito Juárez y cuyas ideas se entretejen en el pensamiento del pueblo metodista mexicano desde hace más de un siglo.
El Lic. Rublúo Islas -todo un profesional de la investigación, he dicho antes- fue Director de Archivo e Historia y Secretario General ejecutivo de la Sociedad de Estudios Históricos del Metodismo en México del año 2002 a 2006. En este corto pero fructífero periodo fueron publicados, entre otros más: Libro conmemorativo. Iglesia Metodista de México. 75 años de vida autónoma, 1930-2005; ¡Ave Patria!, Investigaciones Históricas de la Dirección de Archivo e Historia, una preciosa colección de datos por demás interesantes de Templos metodistas y de personas forjadores de la historia y patria mexicana, así como la inclusión, por ejemplo, de situaciones expresadas por el mismo fundador del metodismo Rev. John Wesley allá por el año de 1777 con respecto a nuestro País, casi doscientos años antes que los misioneros ingleses y norteamericanos iniciaran sus trabajos formales en nuestra nación. Se refiere a Gregorio López, nacido en la región del Pánuco y fallecido en México en 1893, documenta en el texto citado el Lic. Rublúo.
Sobre el libro que hoy es presentado me es particularmente interesante -como admirador de la persona y obra de Benito Juárez y del cual he leído cuanto libro me ha sido posible- que con su ideología y obra resalta el absoluto respeto a las leyes, su firme y valerosa defensa de la república ante las amenazas internas y externas. Entre las externas se contaba a las mayores potencias mundiales de ese tiempo: Inglaterra, Francia, España y los Estados Unidos de Norteamérica. Entre las internas, luchar contra Santana, que lo destierra. Siendo presidente de la república es obligado a mantener un gobierno itinerante por varias partes del país. Pero el hombre no desistió de la encomienda; arriesgando su vida en múltiples ocasiones y leyendo y documentándose hasta el día que lo sorprendió la muerte, leía el texto, marcado por un separador, Curso Histórico de Legislaciones comparadas; así lo constata la hija del patricio, Manuela Juárez Santacilia.
Esa instrucción permanente -influida por las ideas liberales y republicanas europeas y norteamericanas- le hizo emitir en 1856 la Ley de desamortización de Bienes del Clero; para 1857 la Ley del Registro Civil; y para 1860, en Veracruz, de Libertad de Culto. Es la inscripción del nacimiento de una de sus hijas con el acta número 1, en Veracruz, la que marca el inicio formal de esta nueva forma de registro de las personas y su estado civil.

Es el mismo Juárez quien explica la práctica que deben seguir los señores gobernantes con respecto a su convicción religiosa en “Apuntes para mis hijos decir” y aquí me permito transcribir:
Era costumbre autorizada por ley en aquel Estado lo mismo que en los demás de la República que cuando tomaba posesión el Gobernador, éste concurría con todas las demás autoridades al Te Deum que se cantaba en la Catedral, a cuya puerta principal salían a recibirlo los canónigos; pero en esta vez ya el clero hacía una guerra abierta a la autoridad civil, y muy especialmente a mí por la ley de administración de justicia que expedí el 23 de noviembre de 1855 y consideraba a los gobernantes como herejes y excomulgados. Los canónigos de Oaxaca aprovecharon el incidente de mi posición para promover un escándalo. Proyectaron cerrar las puertas de la iglesia para no recibirme con la siniestra mira de comprometerme a usar de la fuerza mandando abrir las puertas con la policía armada y a aprehender a los canónigos para que mi administración se inaugurase con un acto de violencia o con un motín si el pueblo a quien debían presentarse los aprehendidos como mártires, tomaba parte en su defensa. Los avisos repetidos que tuve de esta trama que se urdía y el hecho de que la iglesia estaba cerrada, contra lo acostumbrado en casos semejantes, siendo ya la hora de la asistencia, me confirmaron la verdad de lo que pasaba. Aunque contaba yo con fuerzas suficientes para hacerme respetar procediendo contra los sediciosos y la ley aún vigente sobre ceremonial de posesión de los Gobernadores me autorizaban para obrar de esta manera; resolví, sin embargo, omitir la asistencia al Te Deum, no por temor a los canónigos, sino por la convicción que tenía de que los gobernantes de la sociedad civil no deben asistir como tales a ninguna ceremonia eclesiástica, si bien como hombres pueden ir a los templos a practicar los actos de devoción que su religión les dicte. Los gobiernos civiles no deben tener religión porque siendo su deber proteger imparcialmente la libertad que los gobernados tienen de seguir y practicar la religión que gusten adoptar, no llenarían fielmente ese deber si fueran sectarios de alguna. Este suceso fue para mí muy plausible para reformar la mala costumbre que había de que los gobernantes asistiesen hasta a las procesiones y aún a las profesiones de monjas, perdiendo el tiempo que debían emplear en trabajos útiles a la sociedad. Además, consideré que no debiendo ejercer ninguna función eclesiástica ni gobernar a nombre de la Iglesia, sino del pueblo que me había elegido, mi autoridad quedaba íntegra y perfecta, con sólo la protesta que hice ante los representantes del Estado de cumplir fielmente mi deber. De este modo evité el escándalo que se proyectó y desde entonces cesó en Oaxaca la mala costumbre de que las autoridades civiles asistiesen a las funciones eclesiásticas. A propósito de malas costumbres había otras que sólo servían para satisfacer la vanidad y la ostentación de los gobernantes como la de tener guardias de fuerza armada en sus casas y la de llevar en las funciones públicas sombreros de una forma especial. Desde que tuve el carácter de Gobernador abolí esta costumbre usando de sombrero y traje del común de los ciudadanos y viviendo en mi casa sin guardia de soldados y sin aparato de ninguna especie porque tengo la persuasión de que la respetabilidad del gobernante le viene de la ley y de su recto proceder y no de trajes ni de aparatos militares propios sólo para los reyes de teatro. Tengo el gusto de que los gobernantes de Oaxaca han seguido mi ejemplo.
Para la gente de nuestros tiempos, suena casi imposible de aceptar que, antes de Benito Juárez, era ilegal no ser católico romano, y que era ésta la única religión permitida en nuestro país. Ni siquiera existía la posibilidad de no creer. Hoy, gracias a Dios, contamos con la libertad de creer, de congregarnos, de hablar de Jesús a cualquier persona. Hagamos uso de la libertad que nos dan las leyes de nuestro País.
Debemos leer y conocer las enseñanzas del Benemérito de las Américas.
Nos leemos en la siguiente participación
Eliseo Ríos F.
