POR: CRISTIAN OSEAS
En un artículo anterior, hablamos de cómo la neo colonización ideológica global -a través de una estrategia de construcción de valores paralela a la ética cristiana- va imponiendo a través de la sustitución cultural una nueva ética anticristiana a nuestro entorno.
¿Qué podemos hacer nosotros? ¿Cómo enfrentar la creciente hostilidad anticristiana hacia la Iglesia y sus creencias?
Recuerdo haber visto por ahí una noticia sobre una cadena de tiendas muy importante, promotora de la ideología de género, y que normalmente cada año saca una colección de artículos con leyendas y logotipos alentando tal movimiento. Sin embargo, recientemente sacó una colección que, además de promover dicha ideología, tenía alusiones satánicas, y además de estos dos aspectos ya controversiales, su colección estaba dirigida a menores de edad (niños y niñas).
Hubo dos reacciones a este fenómeno: unos fueron a hacer destrozos a las tiendas y a reclamarle a los empleados de los establecimientos (que no son los responsables), lo cual me parece una respuesta muy pobre. Pero, hubo un grupo de personas que comenzaron a promover un veto a la compra de artículos en dicha tienda, entre todos aquellos que estuviesen de acuerdo en que no se debe promover esta axiología entre los menores de edad. Y, según cuenta la noticia (a quien redacta no le consta), esa tienda llegó a perder cantidades millonarias, al punto de que se suspendió y retiró la mercancía referida de las tiendas en cuestión.
Aunque no puedo estar seguro de que esta versión de los hechos sea totalmente cierta, lo cierto es que hay -en esta leyenda urbana si se quiere- un ejemplo de la resistencia mejor pensada. En el evangelio se dice:
Mt. 26:51 “Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. 52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. 53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? 54
¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga? 55 En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. 56 Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron”.
La respuesta a cómo opera el cristiano ante la oposición del mundo (entendido mundo como un sistema contrario a Jesucristo) es el evangelio. El cristiano cree, como lo hizo Jesucristo, que la victoria y la instauración del Reino de los Cielos en la tierra tiene su centralidad en el evangelio, es decir, en el plan que Dios, desde el siglo hasta el siglo, ha trazado para que se cumpla su voluntad predicha en los profetas en Cristo y en los cristianos por Cristo, quien dijo:
Mt. 5:10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. 13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
El evangelio de Cristo no era una historia o cuento asombroso solamente: era la vida de Cristo mismo. Toda su vida giraba en torno a la voluntad de su Padre, y su fin era cumplir lo profetizado sobre él para que se diesen las condiciones de nuestra salvación; a esto se refiere Juan cuando dice en 1 Jn. 4:9:
En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.
Así como Jesús vivió y murió para hacer efectivo el evangelio, las buenas noticias de perdón de Dios a nuestras vidas, ahora nosotros vivimos por él para hacer efectivo el eco sonoro de esa gracia perdonadora a otros. Eso se cumple en tres niveles:
Siendo testigos.
No podemos ser testigos si nos acomodamos a este mundo, Debemos vivir para hablar el evangelio. Jesús fue testigo y nosotros testificamos de su veracidad. Juan 3:31-46 dice:
El que de arriba viene, es sobre todos;
el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla;
el que viene del cielo, es sobre todos.
32 Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio.
33 El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.
En los siguientes versículos (34 – 36) se pone de manifiesto que el enviado de arriba como testigo es Cristo, y que el que cree en él atestigua la vida eterna.
Siendo santos.
Uno de los reclamos más serios de la posmodernidad a la iglesia es que no se oyen sus palabras debido a sus hechos. Incluso algunos han dicho que el cristianismo es irrealizable. Pero el error recurrente es que la Iglesia deja que el mundo le distraiga del evangelio. Es tiempo de sacudirnos la vergüenza y volver al dicho de Cristo para ser coherentes; una batalla diaria, una victoria diaria:
Mt. 16: 23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. 24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. 25 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Esa es la única manera de formar un carácter constante y coherente como cristianos que buscan establecer el mensaje del evangelio: primero en nuestras vidas individuales, para que también otros vean que es realizable y coherente. Esto es más efectivo que el debate; y nuestras nuevas generaciones están hambrientas de coherencia, a pesar de su presumido apego por el caos.
Siendo compasivos.
No podemos hacer destrozos y reclamar a quien no es el “dueño de la tienda”, como vimos antes; eso no es efectivo. Nuestra resistencia es, como ya vimos, proclamar la verdad, abstenernos del mal y amar compasivamente.
Rom. 5:10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
En el evangelio, la muerte de Cristo nos reunió con Dios a pesar de haber sido sus enemigos. Somos, pues, instrumentos de la reconciliación de Dios:
2 Co. 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
Viene un tiempo en que va ser muy difícil no tomar en cuenta a los no cristianos los pecados que van a cometer en contra del pueblo cristiano. Necesitaremos (como lo hizo Cristo) tener todo el tiempo en cuenta la centralidad del evangelio, para poder perdonar y amar al pecador, Sólo así podrá éste interesarse en la verdad de Cristo.
Muchos movimientos no cristianos y anticristianos pugnan hoy por lo ecológico, la justicia social, etc. Pero la coherencia que buscan no está en su ética reinterpretada y anticristiana, sino en la vieja santidad social e individual cristiana, que propaga el mensaje de la cruz, el sacrificio personal por amor.
Oremos para que el Señor nos moldee así; estas son las armas de nuestra milicia.
