Nota de la dirección: agradecemos a Marilú Martínez este escrito inédito, que tenía guardado hace varios años y ahora comparte con este periódico.
Sin duda alguna, las misericordias de Dios son nuevas cada mañana, y el Salmo 92:2 dice “Anunciar por la mañana tu misericordia y tu fidelidad cada noche”. Una preciosa mañana de abril, al escuchar un bello canto de un cenzontle que me despertó muy temprano, me sonreía al escuchar el canto tan hermoso; me levanté y fui a la ventana para ver si veía al pájaro, para dar gracias por sus trinos; luego me di cuenta que era una mañana muy linda, todavía no alumbraba el sol y ya los pájaros estaban alabando a Dios.
Como todas las mañanas, saludé al Señor y le di gracias por el nuevo día que me permitía vivir. Como dije, era una linda mañana, por lo menos así me pareció. En ese momento recordé lo que dice el Salmo 150:6: “Todo lo que respira alabe a Jehová”. Recordé que el Señor también habló de los pájaros en Mateo 6:26: “Mirad las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”. Bueno, pues creo que el Señor quería mostrarme algo muy importante: recordé el pasaje de Mateo 6:25-34, que habla del afán y la ansiedad, y era lo que yo necesitaba esta mañana. Los pájaros no se preocupan, pero alaban al Señor con sus trinos; nos alegran la vida, confían en Dios, lo alaban porque en muchas ocasiones las cosas para ellos no son tan fáciles: no es fácil cuando llueve, cuando hace mucho frío, cuando hace mucho calor y no hay agua, cuando hay gente que los mata sólo por el gusto de hacerlo; pero ellos aún cantan en medio de todo eso.
Me pregunto, ¿qué hice yo para merecer tanto amor de Dios, y tanta misericordia cada día? y la respuesta es: Yo, no hice nada. Él me dio todo por amor.
Luego, al caminar el día, vi una gran cantidad de mariposas de varios tamaños, como nunca lo había visto; pero como yo vivo en el centro de la ciudad, pues es más difícil ver ese espectáculo tan maravilloso y pregunté de nuevo: Señor, ¿qué me quieres enseñar? Estoy viendo tus maravillas en la puerta de mi casa. Ya sé que tengo problemas, pero con esta vista tan hermosa se olvidan los problemas y me recuerdo que tu misericordia y tu amor son mayores que cualquier problema que yo pueda tener. Gracias, Señor.
Hay ocasiones en nuestra vida que estamos pasando por algún desierto espiritual. Pero cuando vemos estas cosas es imposible no alegrarnos y dejar a un lado el desierto por el que estamos pasando, para seguir viendo tus maravillas.
Todas las personas que me conocen, saben que me encantan las mariposas no sólo por su hermosura, sino porque para mí son casi como mi presentación personal. Además, son un motivo muy especial para compartir de la palabra de Dios; es por eso que fui motivada a escribir. Pues resulta que entre los cantos de los pájaros y la belleza de las mariposas, me olvidé del desierto y empecé a alabar a Dios y a darle gracias por todo: Gracias, Señor; yo te ruego en este momento que me ayudes a compartirles a otras personas de tu amor, de tu misericordia, del afán y de la ansiedad, y de cómo tú transformas la vida de las personas.
Ahora pienso que el verdadero mensaje que tienes para que lo comparta es éste: Si a ti, joven o señora y señor, si alguna vez has tenido que pasar por algún desierto en sus vidas -o más aún, si lo estás pasando ahora-, yo quiero que sepas que hay un Dios misericordioso, que te ama y cuida de ti.
¿Cuál es el desierto por el cual estás pasando ahorita?
¿Jóvenes, pudieran ser las drogas, el juego, la prostitución, la bebida, la lujuria? ¿Fuiste violada, o violaste a alguien, o tienes necesidades económicas?¿Qué es? No sufras: vuelve tus ojos a Cristo y ten la seguridad de que Él tendrá misericordia de ti. Si tienes que llorar, pues llora; si tienes que pedir perdón, pide perdón; si tienes que perdonar a alguien, perdona; si tienes que avergonzarte de algo delante de Dios, pues avergüénzate, pídele perdón a Él; el avergonzarte delante de Dios es por una sola vez. Él te entiende, te perdona, pero necesitas hablar con Él. Cruza ese desierto. Necesitas clamar al Señor. En el libro de Jeremías 33:3 dice: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”.
Amados jóvenes: salgan del capullo y conviértanse en una preciosa mariposa. Salgan del desierto y refresquen sus vidas en el Señor.
Señor y señora: ¿Cuál es el desierto por el que ustedes están pasando?¿Es falta de amor, falta de dinero, falta de fe, se sienten solos, tienen tantos problemas que no ven dónde se acaba su desierto?¿No pueden arreglar las cosas, o están pasando por un divorcio, no pueden con sus hijos, hay alguna enfermedad terminal, creen que su vida ya terminó, que ya no hay salvación?¿No se atreven a decir por lo que están pasando, tienen algún secreto vergonzoso? No importa cual sea su desierto: clamen al Señor.
Si tu afán, ansiedad, tentaciones y problemas no te dejan ver que por más grandes y más graves que ellos sean siempre hay una salida, recuerda: Dios es más grande que todos los problemas que tengas. En 1 Corintios 10:13 dice: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.Mateo 6:36 nos recuerda: “Mas busca primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Y Mateo 11:28-30 dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Señor: estoy completamente segura que por tu misericordia y tu compasión ya me sacaste de mi desierto.
Pero tú, mi amiga, mi amigo a quien te comparto esto, te pregunto: ¿En qué parte del desierto te encuentras hoy?¿Al principio, en medio, o casi al final?
Te ruego, Señor, que si hay alguien que tenga un encuentro contigo en este momento, le lleves al final de su desierto y pueda sentir el descanso, la seguridad de que tú estás presente en su vida; que terminó el desierto. Que llegue esa paz que sólo tú puedes dar, la paz que sobrepasa todo entendimiento, como dice Filipenses 4:7. Te lo ruego, Padre, en el precioso nombre de tu Hijo Jesucristo, nuestro Salvador. Amén.
Abril de 2012
Marilú Martínez
Iglesia Metodista Príncipe de Paz
San Pedro Garza García, N.L.
