Por: Cristian Oseas
¡Ten la mente abierta! Es la frase que utilizan muchas personas para ofrecer a los cristianos ideas que son abiertamente anticristianas o veladamente anticristianas, pero contribuyen al deslizamiento de la fe de muchos.
La idea de la mente abierta, empero, no es nueva; es la misma idea que se planteaba desde el racionalismo, cuando se comenzó a decir: “Ten la mente abierta. Las doctrinas de la Biblia y de la Iglesia son oscurantismo”. Era un argumento común afirmar que la razón por sí sola era suficiente para llegar a la Salvación (cualquier cosa que eso significara para filósofos deístas y escépticos después), prescindiendo de lo “mítico” de la Biblia. Así, tener la mente abierta equivalía a desechar lo sobrenatural y valerse de la razón para llegar a la salvación de la humanidad mediante la civilización.
El problema es que si la razón es el medio para validar la moralidad (y en general cualquier cosa en la vida), ¿cuál es el medio para validar que la razón es el medio para validar todo? ¿Puede o tiene las herramientas la razón para cuestionar a la razón de manera objetiva? ¿o sólo estamos ante un postulado de fe en la razón? ¿Puede llamarse a esto mente abierta?
El filósofo racionalista más importante de estos desarrollos es Immanuel Kant; el autor Hicks, en Explaining posmodernism (Hicks, 2004), explica cuál era la argumentación de este filósofo :
Kant.. argumentando que, en principio, cualquier conclusión alcanzada por cualquiera de nuestras facultades no necesariamente debe ser sobre la realidad. Cualquier forma de cognición, porque debe operar de cierta manera, no puede ponernos en contacto con la realidad. En principio, debido a que las facultades de nuestra mente están estructuradas de cierta manera, no podemos decir qué es la realidad. Sólo podemos decir cómo nuestras mentes han estructurado la realidad subjetiva que percibimos.
Luego nos da una excelente analogía:
Una analogía puede ayudar a precisar el punto. Supongamos que una pensadora argumenta lo siguiente: «Soy una defensora de la libertad de las mujeres. La opción y el poder de elegir entre ellos son cruciales para nuestra dignidad humana. Y soy una defensora incondicional de la dignidad de las mujeres. Pero debemos entender que el alcance de la elección de la mujer se limita a la cocina. Más allá de la puerta de la cocina, no debe intentar ejercer su elección. Dentro de la cocina, sin embargo, tiene todo un festín de opciones: cocinar o limpiar, cocinar arroz o papas, decorar en azul o amarillo. Ella es soberana y autónoma. Y la marca de buena mujer es una cocina bien organizada y ordenada”. Nadie confundiría a una pensadora así con una defensora de la libertad de la mujer. Cualquiera señalaría que hay todo un mundo más allá de la cocina y que la libertad consiste esencialmente en ejercer la elección sobre la definición y la creación del lugar de uno en el mundo como un todo. El punto clave sobre Kant, para dibujar la analogía crudamente, es que prohíbe el conocimiento de cualquier cosa fuera de nuestros cráneos. Le da a la razón mucho que hacer dentro del cráneo, y aboga por una mente bien organizada y ordenada, pero difícilmente esto lo convierte en un campeón de la razón. El punto para cualquier defensor de la razón es que hay todo un mundo fuera de nuestros cráneos, y la razón se trata esencialmente de conocerlo.
Es así que el posmodernismo se “da cuenta” de que tener la mente abierta no es ser racionalista: de hecho es lo contrario. Pero entonces… ¿Qué es tener la mente abierta, si todo lo que se puede decir desde “mi razón” es subjetivo?
Hoy, por ejemplo, nos dicen que debemos tener la mente abierta a ensayar con otras espiritualidades, bajo la novedosa idea de que todas las religiones son iguales; y que al prescindir de sus elementos míticos queda una experiencia existencial que tiene el mismo valor en todas las religiones. Esa experiencia, nos dicen, nos une a una conciencia universal y colectiva que esas mismas personas llaman dios. Otros afirman que debemos tener la mente abierta a aceptar que no existe una sola verdad y que la realidad como tal sólo es experimentable mediante la participación de “verdades” (experiencias subjetivas) que construyen un diálogo colectivo sobre la realidad.
Estos postulados parten del hecho de que el posmodernismo -a pesar de su crítica contra la razón como medio infalible del conocimiento, y de la apertura a otras formas de adquirirlo como la vivencia o espiritualidad vivencial, o la construcción dialéctica comunitaria del saber, etc.- conservó un postulado muy importante del racionalismo, esto es, el naturalismo (o sea, el postulado que enuncia que no se puede conocer nada que sea sobrenatural), como bien lo señala Carson en su obra “Amordazando a Dios”.
Dicho postulado se refleja en la idea de mantener la mente abierta a crear una religión humanista donde los “sobrenatural” en realidad no es tal, sino un conjunto de experiencias psicológicas “místicas” que se pueden compartir en una interconfesionalidad e incluso estar a la par de ciencias (como la física cuántica y la psicología transpersonal en el ámbito académico). Una religión sin el Dios de la Biblia, tan “incognoscible” (baste ver los trabajos que se hacen alrededor del mundo sobre el tema, vr. Gr. Los estudios de desmitificación del budismo en las universidades de Berkeley, Stanford, Columbia y Londres abocados a aplicar las técnicas de meditación como aspectos puramente humanísticos en el ámbito científico).
Esto es igual que el ejemplo de Hicks sobre la cocina con respecto a los alcances de la razón. Sólo que ahora la cocina es la naturaleza; y la libertad estriba en que podemos autoinducirnos estados alterados de conciencia que nos hagan vivenciar la naturaleza como un todo interconexionado, y con ello desarrollar una ética de conciencia universal. No obstante, cualquier moralidad devenida de un Ser sobrenatural que propone absolutos es filosóficamente negada por esta nueva “mente abierta”.
El desechamiento de lo sobrenatural, como ya mencionamos, es fundamental en el desarrollo tanto del modernismo como del posmodernismo. El proponente de esta “idea nueva” en el siglo 18, que sigue impregnando a los posmodernos aún hoy, fue David Hume (entre otros). Hume, como empirista, postula que lo sobrenatural es imposible, porque la experiencia en general no aporta esos casos y no son evidenciables desde un tratamiento ilustrado y confiable de su atestiguamiento. Pero este razonamiento adolece de dos errores básicos:
- En primer lugar, si como lo postula el empirismo (cualquiera, teísta o escéptico) el conocimiento sólo puede provenir de la experiencia, entonces hacer una generalización de que “lo sobrenatural es imposible porque la experiencia general no confirma esos eventos” es un craso error, porque una generalización es aplicable no sólo a un individuo, sino es válida para todos los individuos en el mundo. Es decir, el conocimiento es general; por lo tanto, si como empirista la abstracción racional no es válida, habría que preguntarle a Hume si pudo recabar todas y cada una de las experiencias de todos los individuos, de todas y cada una de las culturas, en el presente, pasado y futuro, para validar su postulado general de que “lo sobrenatural es imposible por que la experiencia general no lo confirma”. De no ser así, cabe la posibilidad de que lo sobrenatural -precisamente por ser sobrenatural y escapar de los sentidos comunes con los que experimentamos la realidad- suceda frecuentemente o esporádicamente (eso no obsta), pero los sujetos que lo perciben no lo explican desde (ni pueden hacerlo) desde la perspectiva racional.
- En segundo lugar, dice Hume que para que un evento sobrenatural sea confirmable se debe atender a que los testigos sean personas de moralidad reconocida con un entendimiento racional de la realidad y que se refieran a un hecho bien conocido. Este perfil, específicamente el que dice “entendimiento racional de la realidad” resulta tautológico para su criterio de atestes; puesto que implica que para un entendimiento racional de lo sobrenatural se requiere que lo sobrenatural sea atestiguado por personas cuyas presuposiciones se fundamentan sólo en la manera en que piensan los Humeanos; y que la razón, que es una herramienta puramente natural del ser humano, valide un evento que es sobrenatural. El punto es que se puede ser racional sin ser Humeano; como Platón, Aristóteles, Socrates y muchos otros ejemplos de personas racionales, que no eran ilustrados del siglo 18 y no cumplían con los requisitos de Hume acerca del testigo perfecto en el siglo de las luces, lo cual es un reduccionismo cultural.
La deconstrucción del cristianismo en un cristianismo que se rige por los presupuestos del naturalismo no es una mente abierta, sino al contrario: es una mentalidad cerrada, ciclada en sistemas cuyas presuposiciones les hacen a sí mismos inútiles para interpretar lo sobrenatural. No nos engañemos: sólo la revelación de Dios a través de Jesucristo postula una mente verdaderamente abierta, pero por algo que trasciende nuestros recursos humanos; es decir, la revelación operada por Dios mismo, que nos abre a la trascendencia de un Dios creador, autónomo e independiente, pero que impronta al ser humano de la verdadera espiritualidad para revelarse a sí mismo y mostrar la realidad última de su misericordia y gloria a ese mismo ser humano.
Referencia
Hicks, S.R. (2004). Explaining postmodernism: Skepticism and socialism from Rousseau to Foucault. Scholargy Publishing, Inc..
