¿Una sistematización de lo no aprobado? (Parte II)

¿Una sistematización de lo no aprobado? (Parte II)

Hemos visto anteriormente que la neopaganizacion, mediante la nueva espiritualidad, está promoviendo la pansexualidad como algo aceptable e incluso deseable como manifestación espiritual de la construcción de la identidad. Y nos preguntamos… ¿Qué importa esto para nosotros y nuestra cultura hoy?

Pues bien, antes de responder a esta pregunta, es importante ver otro mecanismo de sistematización de la pansexualidad. Este mecanismo es el psicologista.

El valor de la verdad revelada sobre lo sexualmente permitido se redefine como una histeria religiosa por Freud, y sigue esta redefinición con el advenimiento de la sexología y el primer hospital de cambio de sexo en Alemania, en las primeras décadas del Siglo XX (hecho que se vinculaba en lo filosófico con la escuela critica), continuando hasta las definiciones de la opresión heteronormista sobre la «normalidad gay» en Foucault y algunas escritoras feministas radicales. 

El ser humano se ha redefinido, pues, como un ser para la autenticidad y autosatisfacción. Sin embargo hay dos aspectos en el centro de esta redefinición (seguramente más, pero para efectos de este escrito nos ceñiremos a ellos), a saber:

  • La identidad sexual como dialéctica andrógina
  • El reconocimiento de la identidad sexual en la sociedad desde la dialéctica Hegeliana.

Se puede rastrear el vínculo entre Nietzsche, Freud y Jung: 

  • El primero, Nitezche, como inspirador de la «transvaloracion» (la propuesta de desechar los valores cristianos de la cultura occidental y establecer una nueva moralidad basada en la voluntad del individuo) dice: “Lo que nos diferencia a nosotros no es el hecho de que ya no encontramos un dios ni en la historia ni en la Naturaleza, ni tampoco tras la Naturaleza, sino que lo que ha sido venerado como Dios se nos antoja, no “divino”, sino lamentable, absurdo y perjudicial; no ya un error, sino un crimen contra la vida… Negamos a Dios como Dios… Y si se nos probase a este dios de los cristianos, aún menos sabríamos creer en él”. 
  • El segundo, Freud, con su histerización de lo religioso (Freud dice que la religión causa histeria y el tratamiento es la deshinibición moral), dice: “…Entonces el reproche (por haber llevado a cabo en la infancia la acción sexual) se muda fácilmente en vergüenza (de que otro se llegue a enterar), en angustia hipocondríaca (por las consecuencias corporalmente nocivas de aquella acción-reproche), en angustia social (por la pena que impondrá la sociedad a aquel desaguisado), en angustia religiosa, en delirio de ser notado (miedo de denunciar a otros aquella acción), en angustia de tentación (justificada desconfianza en la propia capacidad de resistencia moral), etc; así mismo con su concepción de que la cultura oprime la sexualidad libre para hacer a la sociedad controlada más creativa hacia la producción. 
  • Y el tercero, Jung, con su aporte sobre la realidad andrógina de la psique (o sea, que todos tienen algo de masculino y femenino al mismo tiempo y que la humanidad perfecta tiene una dinámica dialéctica entre estos dos aspectos llamada androginia, que Jung saca nada más y nada menos que de las religiones orientales, al igual que Nietzsche, como ya veremos en otra reflexión) dice entre otras cosas: “Todo hombre lleva la imagen de la mujer desde siempre en sí, no la imagen de esta mujer determinada (…) Esta imagen es, en el fondo, un patrimonio inconsciente (…) grabada en el sistema vivo, constituye un arquetipo de todas las experiencias de la serie de antepasados de naturaleza femenina, un sedimento de todas las impresiones de mujeres, un sistema de adaptación psíquica heredado (…) Lo mismo vale para la mujer; también ella tiene una imagen innata del hombre” (Jung, 1961: 409).

Este es el primer aspecto de la sistematización psicologista, porque pondera la apertura del individuo hacia el autoreconocimiento y aceptación de lo sexualmente diferente (esta diferencia sexual tiene muchas facetas: la hipersexualizacion, la sexualizacion del infante, y obviamente lo pansexual).

Sin embargo, todavía con esta base no se había manifestado el aspecto socialmente generalizado de este estilo de vida. Para llegar a este aspecto sistemático hay que atender primeramente a la filosofía hegeliana. Hegel, en su entendimiento de la dinámica individuo – sociedad – verdad, propone que lo verdadero no es otra cosa que lo que en un tiempo refleja la dialéctica entre aspectos opuestos de la realidad evolucionando para construir una nueva verdad progresiva (se afirma algo y al afirmarse surge su negación y luego debe sintetizarse ello para llegar a una concepción de la realidad más avanzada): 

La sustancia viva es, además, el ser que es en verdad sujeto o, lo que tanto vale, que es en verdad real, pero sólo en cuanto es el movimiento del ponerse a sí misma o la mediación de su devenir otro consigo misma. Es, en cuanto sujeto, la pura y simple negatividad y es, cabalmente por ello, el desdoblamiento de lo simple o la duplicación que contrapone, que es de nuevo la negación de esta indiferente diversidad y de su contraposición: lo verdadero es solamente esta igualdad que se restaura o la reflexión en el ser otro en sí mismo, y no una unidad originaria en cuanto tal o una unidad inmediata en cuanto tal”. 

Hace dos análisis interesantes cuando habla de la dialéctica amo – esclavo; y cuando habla de la identidad del hombre como un «auténtico pero adaptado» ser en la sociedad, dice: “La autoconciencia es en y para sí en cuanto que y porque es en sí y para sí para otra autoconciencia; es decir, sólo es en cuanto se la reconoce”. En algún momento dice que el hombre sólo puede estar completo dentro del Estado, porque el Estado es el único ambiente que le provee la posibilidad de pertenecer (aunque más adelante esto tendrá un giro inesperado).

Otra figura importante para la sistematización como aspecto social de la pansexualidad es Michel Foucault. Él agrega el ingrediente de la escuela crítica y luego otros en su desarrollo neomarxista, y plantea bajo una óptica de lucha cultural la anterior idea de transvaloración de Nietszche. Sólo que ahora la lucha por la liberación de la opresión heteronormista postula tres aspectos fundamentales: primero, que los valores cristianos son represivos; segundo, que son utilizados como un instrumento de opresión por los grupos en el poder; y tercero, que el concepto heteronormista de «normalidad» en realidad frena la naturaleza libre y de amplio espectro de la identidad sexual. El dice: “La enfermedad sería marginal por naturaleza y relativa a una cultura solo en la medida en que sea una conducta que no se integre a ella… En efecto, hay enfermedades que son reconocidas como tales y que, en el interior de un grupo, tienen una jerarquía y una función. Lo patológico deja de ser entonces una simple desviación respecto del tipo cultural y pasa a ser uno de los elementos y una de las manifestaciones de ese tipo. Dejemos de lado el célebre caso de los berdaches, entre los indios dakota de América del Norte; esos homosexuales tienen un estatus religioso de sacerdotes y de magos, una función económica de artesanos y criadores, vinculados con la particularidad de su conducta sexual. Pero nada indica que en su grupo haya una conciencia clara de que son enfermos”.

Esos tres aspectos son lo que sistematiza la pansexualidad. Primero, porque establece que el humano puede construir su identidad a partir de su autenticidad ( el hombre psicológico al que se refiere Philip Rieff); segundo, porque establece que dicha autenticidad debe ser fomentada por el Estado (un giro del modo hegeliano reseña como la actitud terapéutica de las instituciones sociales); y tercero, porque esa identidad apunta a una variedad en el espectro sexual del concepto andrógino.

Así pues, con esta idea de libertad y autenticidad que tanto atrae, se acepta en la idiosincrasia de la colectividad (imaginario social, según Taylor) la sistematización de lo no aprobado por Dios en su palabra. (pero ahora no desde la «nueva espiritualidad», sino desde lo psicológico).

Un ejemplo de esto es que el DSM (“Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders”, el librito que usa la Asociación Americana de Psiquiatría para describir los desórdenes mentales) dejó de considerar como trastorno de identidad sexual a la homosexualidad para declarar que es un comportamiento sano (DSM IV); y en vez de ello estableció la disforia de género como un trastorno mental (DSM V) del que siendo una sujeto homosexual se ve angustiado debido a la opresión que ejerce sobre él el entorno social no aceptante (todo lo que hemos dicho aplicado en la clínica psiquiátrica, jeje).

Y así, pues, aquí tenemos otro mecanismo de sistematizacion de lo pansexual.

Pero. ¿qué tiene de interés para nosotros? Una vez más dejamos para más adelante este cierre…