Por: Mario Alberto Medina Santos
Pastor Metodista en Nextlalpan, Estado de México.
Distrito Valle de Anáhuac, Conferencia Anual de México.
Licenciado y Maestro en Teología por la Comunidad Teológica de México.
Nota de la dirección: en el pasado número el autor comenzó a describir la manera como llegó a involucrarse en el trabajo con personas que están encarceladas, así como antecedentes del concepto de lo que es un preso y enfoques de trabajo con esta comunidad. Presentamos la conclusión de este artículo.
¿Entonces qué hacemos como iglesia ante esta realidad del preso y carcelaria?
Para responder a esta pregunta es necesario cuestionarnos nuestras motivaciones, para entrar en la cárcel, qué actividades realizar dentro de ellas, quiénes deben participar, qué mensaje compartir con los presos y cómo relacionarnos con otros equipos pastorales; porque siempre habrá más denominaciones trabajando a la par de nosotros.
Es por ese motivo que, al responder estas preguntas, constantemente referiré las respuestas que ofrece una organización peruana llamada Equipo de Liderazgo de la Pastoral de Cárceles Católica Peruana (ELPCCP).
¿Cuáles son nuestras motivaciones al entrar a la cárcel a hacer Pastoral Carcelaria?
Es necesario decir y reconocer que, a lo largo de la historia, hasta el siglo XXI, el trabajo de las iglesias en las prisiones tenía un carácter más instrumental, funcionando como una extensión del Estado para mantener bajo control a la población carcelaria. En ese contexto, la Pastoral Carcelaria se ha limitado principalmente a la celebración de actos religiosos, los cuales han servido como una especie de distracción dentro de la rutina penitenciaria. La motivación detrás de la Pastoral Carcelaria no debe estar alineada con servir a un poder represor.
Y los objetivos de esta labor no deberían limitarse a realizar actos litúrgicos, sino que deben expandirse hacia la restauración a nivel individual, familiar y social de los reclusos. La Pastoral Carcelaria no debe adoptar un enfoque sacramentalizador, sino proponer una visión más comprensiva y humanitaria: debe ser una «pastoral de rostro».
Lo anterior implica que el objetivo fundamental de la Pastoral no debe ser imponer una doctrina religiosa, inculcar memorización de credos u oraciones, ni establecer reglas rígidas. En cambio, su propósito principal es abordar y aliviar las necesidades humanas de las personas privadas de su libertad, de manera que puedan vivir con dignidad.
¿Qué actividades realizar?
En lo que respecta a la planificación de actividades para lograr los objetivos de la Pastoral Carcelaria, destaca la importancia de desarrollar actividades culturales y deportivas, tanto dentro como fuera de las prisiones, con el fin de humanizar a los presos.
Por otro lado, es necesario poner énfasis en la individualización de los planes y acciones. Dado que la pastoral se enfoca en la persona, los planes no pueden ser genéricos, sino que deben ofrecer respuestas personalizadas a cada caso. En este sentido, más que imponer un mensaje a los presos, se trata de escucharlos, permitiéndoles reconciliarse consigo mismos y con los demás, y comprender su propio valor.
No se trata de no hacer celebraciones litúrgicas, pero éstas carecerían de sentido si no se recoge la experiencia vivida por cada persona. Por lo tanto, es necesario que antes de la liturgia haya un momento de escucha, pues esto ayudará a establecer un trato fraternal entre el grupo pastoral y los presos, donde la evangelización fluye en ambas direcciones.
Además, se debe abordar no sólo a los presos, sino también a sus familias, a las víctimas de los delitos y a todos los actores involucrados en el sistema carcelario, como policías, jueces y abogados. También es fundamental la organización de programas de prevención del delito en la sociedad y la vigilancia para garantizar que las leyes respeten los Derechos Humanos de los presos.
En el mismo contexto, Van der Maat sugiere que la Pastoral Carcelaria debería promover la inclusión de los presos en la iglesia y que ésta los reciba con amor, destacando que dicha tarea no es exclusiva del equipo pastoral.
¿Quiénes deben participar en la Pastoral Carcelaria?
La implementación de la Pastoral Carcelaria involucra consideraciones importantes sobre la participación de la juventud y la capacitación del equipo de trabajo. Según Antonio Beristain, la juventud desempeña un papel fundamental en el desarrollo de esta pastoral, ya que contribuye a crear un entorno propicio para la comunicación con los presos. Este enfoque parece sugerir que la generación más joven puede establecer conexiones más efectivas con los reclusos.
En contraste, Fernández Alejo enfatiza la importancia de que el equipo que se involucre en la labor carcelaria debe poseer habilidades terapéuticas o técnicas que les permitan desarrollar empatía con los presos. Esta empatía es esencial para establecer una dinámica de trabajo que facilite tanto la ayuda a los reclusos como el aprendizaje de parte de éstos. Fernández incluso sugiere que los propios presos pueden desempeñar un papel en la evangelización del grupo que lleva a cabo la Pastoral Carcelaria.
Van der Maat comparte la perspectiva de Fernández Alejo en cuanto a la capacitación, señalando que, si bien la Pastoral Carcelaria es una tarea de toda la iglesia, aquellos que trabajan directamente con los presos deben recibir una formación especializada. Esto destaca la importancia de estar preparados para afrontar los desafíos y las necesidades específicas de la población carcelaria.
¿Qué mensaje compartir con los presos?
Ahora bien, sigue quedando la incógnita de qué mensaje compartir con los presos. Ante ello, Bruno Van der Maat destaca la importancia de determinar la imagen de Dios que se compartirá en la Pastoral Carcelaria. La elección de esta imagen es crucial, ya que una concepción de Dios como un ser justiciero podría generar una percepción negativa entre los presos, quienes a menudo enfrentan procesos jurídicos no siempre justos.
Van der Maat argumenta que la definición de esta imagen de Dios debe guiar la planificación de actividades pastorales, asegurando que estas sean coherentes con la percepción divina elegida. Esto es vital para que la Pastoral Carcelaria sea eficaz y significativa para los reclusos. Y si tomamos en cuenta que las visiones violentas, condenatorias y castigadoras de Dios no ayudan en este trabajo carcelario, tendremos que retarnos a nosotros mismos a descubrir en compañía de los presos ¿qué mensaje puede ayudarlos integralmente a restablecer esa imagen de Dios en ellos?
¿Cómo relacionarse con otros equipos pastorales?
Partimos de una realidad: siempre hay más grupos religiosos interesados en hacer esta labor. Por ello, la colaboración entre diferentes equipos de Pastoral Carcelaria que operan en una misma prisión es un tema importante a abordar.
Alan Richard Duce sugiere que la Pastoral Carcelaria debe fomentar la colaboración entre distintas confesiones de fe que a veces coexisten en estos entornos. Propone que las confesiones religiosas se unan para realizar reuniones de oración y brindar a los presos la libertad de ejercer su espiritualidad según sus preferencias y acercarse a la denominación de su elección.
Aunque reconoce que la convergencia en los aspectos rituales puede ser complicada, Duce insta a las iglesias a superar la situación en la que «en un lugar como la cárcel, donde la gente está visiblemente rota de espíritu, el Espíritu de Cristo esté también roto».
Duce enfatiza la necesidad de que los grupos de Pastoral Carcelaria de diferentes confesiones dialoguen y se fortalezcan mutuamente, tomando como ejemplo la diversidad de los presos y su necesidad de convivir de manera armoniosa en un entorno de encierro. La Pastoral Carcelaria debe representar una iglesia que sabe convivir, dialogar y trabajar en unidad.
Estos aspectos son esenciales para garantizar que la Pastoral Carcelaria sea efectiva, respetuosa de las creencias individuales y capaz de unir esfuerzos en beneficio de los presos en un contexto penitenciario complejo.
¿Qué hacemos como metodistas?
Antes de plantearnos una postura denominacional, sería importante no olvidar que:
● La cárcel existe como una institución que, a pesar de los intentos y evoluciones, sigue siendo un lugar deshumanizante.
● En México, los presos adolescentes (y los presos en general), sea que hayan trasgredido la ley o no, en su mayoría viven realidades socioeconómicas de desventaja y experimentan situaciones psicológicas que dificultan su reinserción social.
● Si la iglesia piensa afrontar el reto que representa esta situación, debería recapacitar y ser autocrítica sobre cuáles son las perspectivas teológicas de las que parte, y sobre la forma en la que hace Pastoral Carcelaria. Esto le permitiría abrir la posibilidad de un cambio de prácticas en beneficio de los presos.
Los metodistas, hemos desempeñado un papel significativo en el trabajo carcelario desde nuestros primeros días como un movimiento religioso en el siglo XVIII. Nuestro fundador, John Wesley, abogó por la reforma de las cárceles y se involucró activamente en el ministerio carcelario. Nuestro enfoque se centraba en la redención y la rehabilitación de los prisioneros, en lugar de la simple reclusión punitiva. Ayudamos a establecer sociedades de reforma carcelaria y promovimos la educación y la enseñanza de habilidades entre los reclusos.
Hoy en día, debemos continuar nuestra labor en los centros penitenciarios, ofreciendo apoyo espiritual, asesoramiento y programas de reinserción a los reclusos. Nosotros no enfrentamos dificultades teológicas o doctrinales para emprender dicha misión, dado que nuestra visión doctrinal de la Santidad Social nos impulsa a hacer trabajos de esta índole.
Además, muchos metodistas han estado involucrados en la defensa de la reforma de la justicia penal y la lucha contra la encarcelación masiva. Nuestro enfoque sigue siendo la redención y la rehabilitación, abogando por un sistema de justicia más justo y humano que trate a los prisioneros con dignidad y respeto, con la esperanza de que puedan reintegrarse de manera productiva en la sociedad. Estos trabajos deberían ser un resultado natural de la Gracia Universal en la que creemos.
Por otro lado, el trabajo con otras iglesias no debería representarnos problema alguno, por la visión de hermandad que tenemos hacia el resto de nuestros hermanos cristianos. Como decía Wesley “que no haya divisiones entre nosotros… No destruyamos la obra de Dios por opiniones o palabras. ¿Amas tú a Dios y le sirves? Es suficiente. Te doy la mano derecha de la fraternidad”. Los metodistas somos una denominación que tiende puentes de diálogo y hermandad, no somos sectarios, separatistas o renuentes a trabajar con otras denominaciones. O al menos no deberíamos serlo.
Y sobre capacitarnos antes de trabajar en Pastoral Carcelaria ¿algún metodista estaría en contra de ello? Pienso que ninguno, no somos renuentes al aprendizaje ni a la mejora de nuestra labor por medio de los aportes que las Ciencias Sociales pueden darnos. Estamos en la situación perfecta para emprender esta labor. Pero, como este artículo ha estado lleno de preguntas, quiero agregar algunas más: ¿lo estamos aprovechando? ¿estamos ejerciendo alguna Pastoral Carcelaria? Y en caso de que sí ¿nos hemos preocupado de hacerlo bajo todas estas ópticas y visiones?
Que Dios nos ayude a responder todas estas interrogantes. Finalizo con un ensamble que hice de Salmo 79:11; Salmo 102:20-21; Mateo 25:31-45; Hebreos 13:3 y Salmo 69:33-34, al cual titulé “El Pregón de los Cautivos”, y espero que nuevos horizontes se abran en nuestros corazones para emprender esta labor que Dios nos ha encomendado:
En aquel día clamamos: ¡Oh, Señor! Llegue delante de ti el gemido de los presos; conforme a la grandeza de tu brazo preserva a los sentenciados a muerte.
Entonces, el Señor miró la Tierra desde el cielo, desde su santa altura, para atender los lamentos de los prisioneros y libertar a los condenados a muerte. Y nos dijo: Estuve en la cárcel y no me visitaron.
Le objetamos: Señor, ¿cuándo te vimos en la cárcel y no te visitamos? Él contestó: En verdad les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, a mí lo hicieron, y todo lo que no hicieron por ellos, a mí no lo hicieron.
Por eso, dijo el Señor, acuérdense de los presos, como si también ustedes estuvieran presos con ellos. Piensen en los que han sido maltratados, ya que ustedes también pueden pasar por lo mismo.
Fue así como comprendimos y expresamos: De esa forma haremos de aquí en adelante. Y respondió Dios: Si es cierto lo que dicen, al ver esto, se alegrarán los afligidos y se animará el corazón de los que buscan a Dios; y comprenderán que el Señor escucha a los pobres y no desprecia a los suyos que están presos.
