EDITORIAL

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Gracia con rostros

 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros 
(y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), 
lleno de gracia y de verdad.

(Juan 1:14)

Todos necesitamos la gracia de Dios.

De la plenitud de él tomamos todos, y gracia sobre gracia, dice el evangelio de Juan continuando la cita del epígrafe. Pero somos débiles y la gracia, ese favor inmerecido de Dios a nosotros, necesitamos verla patentizada en nuestra vida, por nuestra humana debilidad.

Andrew Comiskey, en su libro Contra la Corriente habla de esa necesidad que hay en nosotros de “ver” la gracia de Dios reflejada en personas a nuestro alrededor, llamándola gracia con rostros. Y de eso se trata la Navidad: del favor inmerecido que el Padre nos mostró al enviar al Hijo al mundo, por obra del Espíritu Santo: la Navidad nos recuerda que nuestra incapacidad humana, Dios la vio y “lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”  (Romanos 8:3).

La gracia de Dios siempre ha estado allí; pero el Padre la derramó en nosotros con la venida de Cristo, milagro que recordamos en la Navidad, como también recordamos que Cristo vendrá por su iglesia nuevamente, milagrosamente, al final de los tiempos.

El mundo dice: “felices fiestas”; pero quienes creemos en Jesús decimos: “Feliz nacimiento de Cristo”, “Feliz Navidad”. Y también podemos decir “Feliz Navidad” mostrando la gracia de Dios con nuestro rostro a otros, recordándoles que el Autor de la gracia vino al mundo como un ser humano para mostrarnos el camino al Padre:

Mostramos la gracia de Dios cuando apartamos de nuestro tiempo para facilitar la vida de otros. 

Mostramos la gracia de Dios cuando decidimos perdonar a quienes nos han hecho alguna ofensa. 

Mostramos la gracia de Dios a otros cuando los escuchamos pacientemente, sin interrumpirlos ni completar sus expresiones, y buscando entender realmente lo que nos dicen. Mostramos la gracia de Dios a otros cuando hacemos que esa gracia sea visible en nuestra forma de relacionarnos con ellos. 

Mostramos, en fin, la gracia de Dios cuando les enseñamos cómo pueden tener una relación íntima con él por medio de Cristo. 

En esta Navidad, como en el resto del año, podemos ser esa “gracia con rostro” que el Señor puede usar para alcanzar a los que nunca han oído hablar de Él. Lo único que él quiere son corazones dispuestos.

En el número del 15 de diciembre podremos leer testimonios de vida de Samuel Martínez Arias y el Pbro. Andrés Hernández Miranda, dos metodistas ilustres que se nos han adelantado en el camino, así como de iglesias que siguen adelante en su caminar por el extendimiento del reino de Dios. Tenemos una crónica de una Conferencia de Distrito y dos  eventos en relación con la parte final de la celebración del Sesquicentenario de nuestra Iglesia Metodista de México. Estos y otros escritos nos dan testimonio de la multiforme gracia de Dios manifestada en Cristo, que nunca nos dejará solos y estará con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Podemos ser esa gracia con rostros y decirle a los demás: 

¡Feliz Navidad! Emanuel: Dios con nosotros.

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