Llamado a la renovación de la comprensión de la Teología del Espíritu Santo

Llamado a la renovación de la comprensión de la Teología del Espíritu Santo

Autor: Antonio Lara González
Diciembre, 2023

Antecedentes

Fue en una clase que un comentario llamó mi atención y que, finalmente, fue el detonante para elegir el tema del Espíritu Santo para la reflexión del presente documento. Aquel comentario giró en torno de una posible subvaloración del Espíritu Santo en su concepción al interior de las iglesias. Tal vez por la familiaridad en el uso de las teologías arraigadas que, con base en su historia, han dado pauta a: las múltiples doctrinas, las diversas tradiciones, los usos y costumbres que prevalecen en las comunidades de fe, no es tan perceptible la posibilidad que he mencionado.

Planteamientos

El Espíritu Santo es Dios. El planteamiento de la reflexión en torno a la sistematización de la teología del Espíritu Santo debería tener una trayectoria cíclica, de tal forma que en su recorrido encuentre el punto de partida como una de sus conclusiones: el Espíritu Santo es Dios. El marco contextual del análisis se considera al interior de la Teología Cristiana, y con una perspectiva de fe en la Santísima Trinidad.

El preámbulo es teológico y, al mismo tiempo, doctrinal. Al interior de la Iglesia Cristiana predomina la Doctrina y Teología de la Santísima Trinidad como la máxima expresión de la revelación del Dios todopoderoso y Creador para su Creación. La doctrina de la Santísima Trinidad es entonces un intento por definir la trascendencia de Dios y tratar de poner al alcance de la razón humana su explicación. Es en este sentido que la Teología Sistemática se suma como herramienta de comprensión y como un facilitador en la labor pastoral formal y profesional.

La doctrina de la Santísima Trinidad como base de la Iglesia (y Teología) Cristiana se percibe con claridad en la redacción del famoso Credo Niceno:

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles; y en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, luz de luz, verdadero Dios de verdadero Dios, engendrado, no hecho; consubstancial con el Padre; por quien todas las cosas fueron hechas; quien por nosotros humanos y para nuestra salvación descendió del cielo; y fue encarnado por el Espíritu Santo de la virgen María y se hizo hombre; y por nosotros fue crucificado bajo Poncio Pilato; padeció y fue sepultado y resucitó al tercer día según las escrituras, ascendió al cielo y está sentado a la diestra de Dios; y vendrá otra vez en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos; y su reino no tendrá fin.

Y creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de la vida, procedente del Padre y del Hijo; que con el Padre y el Hijo debe ser adorado y juntamente glorificado, que habló por los profetas.Y creo en una sola Iglesia, santa universal y apostólica. Y reconozco un solo bautismo para la remisión de pecados; y espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero. Amén

Un esquema que facilita la comprensión de la doctrina de la Santísima Trinidad es el siguiente:

Las tradiciones

El cúmulo de experiencias a lo largo de la historia del Cristianismo ha edificado una sólida Tradición (las suma de múltiples tradiciones) con los diferentes matices de los contextos implícitos. Cada perspectiva de fe se acerca a ella desde su interés propio y particular para facilitar su sostenimiento. El lugar que ocupa en cada estructura, al interior de cada doctrina y en las diferentes maneras de hacer teología, depende de aquellos intereses institucionales.

Desde una reflexión positiva, la Tradición es también un facilitador en la asociación de ideas (que se convierten en quehacer teológico) que favorece a la agrupación social.

Desde una reflexión crítica, el uso dogmático de ella se convierte en un agente de separación y, llevado al extremo, puede convertirse muy peligrosamente en un estandarte que intente justificar la opresión irracional.

¿Cómo identificar sabiamente la tendencia del uso de la Tradición para evitar catástrofes en contra de los derechos inalienables del ser? La disyuntiva se centra sobre la conciencia de su realidad y su existencia. Seguramente hay miles de personas que participan demúltiples tradiciones religiosas que son afirmadas como verdad (su verdad), pero sin tener ni siquiera una vaga idea de sus implicaciones, convirtiéndose así en víctimas de su propia inconsciencia. Tal vez las costumbres se conviertan en leyes a través de sus usos irracionales; tal vez sean herencias generacionales que arraigan ideas sin fundamentos, pero que mantienen una sutil y conveniente sensación de comodidad que adormece la razón.

Habrá personas que, queriendo encontrar al Dios verdadero, sin saberlo sean empujadas hacia el lado contrario (y todo lo opuesto) a través de la prácticas de algunas tradiciones mal enfocadas. En algunos casos con la imposición de la Tradición (y las tradiciones) con formas violentas y, en otros casos, con el casi imperceptible letargo de la rutina.

El quehacer teológico en la Iglesia Metodista de México.

 Para la Iglesia Metodista de México, su quehacer teológico se define a través de diversas fuentes que le conforman y que interactúan entre sí: La Biblia (Sagradas Escrituras), la Razón, la Tradición y la Experiencia. El fundamento central en su quehacer teológico se encuentra en la Biblia (Sagradas Escrituras). El siguiente esquema muestra el posicionamiento de cada una de ellas:

Normalización

La sistematización de la Teología y el buen funcionamiento del mecanismo doctrinal de algunos rostros del Cristianismo (incluyendo el de la Iglesia Metodista de México) pueden convertirse en la normalización de la visión jerárquica de la Santísima Trinidad. Si bien el antropomorfismo hacia Dios es útil en el intento por comprender su trascendencia, conlleva el riesgo de proyectar en la tarea desaciertos propios de la condición humana. Si la institución de la familia (como ente social) se establece como la unidad básica de un individuo, para su resguardo y desarrollo (en la idealización que pudiera estar al alcance de todos y de forma saludable), es allí que se hace presente (se fomenta y se hace perpetua) la práctica y enseñanza de las jerarquías. Si un padre o una madre de familia se proclama como la máxima jerarquía de un hogar, no es nada extraño observar las preguntas de algunos de los Doce cuando expresaron a Jesús: “¿quién será elmayor en el reino de los cielos?” . De la misma forma la petición perversa: “Señor, que mis hijos se sienten (a reinar) uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”.

La idea de las jerarquías puede ser que funcione para algunos sistemas; sin embargo, uno de los mayores desafíos del reinado de Dios es el establecimiento de lo contrario en su Creación.

De forma casi subconsciente mucha gente, que ha vivido toda su vida bajo las ideas de las jerarquías (impuestas o no), trasladará esto hacia su percepción de la Santísima Trinidad. La visión implícita sería la siguiente: Dios Padre tendría una jerarquía mayor a la del Hijo, tal cual sucede en muchos hogares en México y en América Latina; el Hijo estaría sujeto bajo una subordinación no libre ni por elección (impuesta por la vida) y presa de ella por largo tiempo (inclusive perpetuamente) según sea el caso. Póngase la vista en lo siguiente: ¿qué pasa con la figura materna en dicha proyección? ¿Acaso no se percibe cierta resonancia y traslado (subconsciente) hacia la posición del Espíritu Santo (en la forma trinitaria) en el lugar de la figura materna? Si cabe y se hace presente la proyección, se fortalece la idea jerárquica y al mismo tiempo se hace presente una segunda subordinación; tal vez menor a la del Hijo (intermedia,  pero sin duda presente). En la figura también la esposa está sujeta a una credibilidad menor, al grado de que la rebeldía de un hijo podría pasar por encima de su autoridad en algún momento determinado. Las condiciones de la madre y del hijo irremediablemente son menores a la del Padre. 

Aún en una realidad de matriarcados (de América Latina), se puede percibir la subordinación cultural. Este ensayo renuncia a tomar postura o presentar una opinión sobre las condiciones culturales al respecto; no hay un juicio de valores en ello. El enfoque es concreta y llanamente hacia la proyección de esa realidad. Con base en ello pregunto: ¿será que estás prácticas culturales entorpezcan el entendimiento del Santo Espíritu en el ejercicio de la fe?

A pesar de lo absurdo que pueda parecer el ejemplo de la proyección jerárquica de padre- madre-hijo hacia la Santísima Trinidad, en muchísimos casos es una realidad. La postura es una muestra del pensamiento infantil e inmaduro (desde la psicología y sin acometer nada en contra de la niñez). El tema es algo serio y digno de revisión, mayormente a través del quehacer teológico de profesionales de la Teología y la Pastoral, por los dirigentes y líderes de las iglesias y movimientos cristianos.

Pneuma

El Espíritu Santo es pneuma. La afirmación que abre este párrafo es una proposición lógica que, al ser leída por quienes tienen un profundo conocimiento teológico y en Ciencias Bíblicas (incluyendo los idiomas bíblicos), es aceptada prontamente, y tan extensa como la cantidad de investigación académica que pudiera haber alrededor. Sin embargo, para efectos prácticos de este documento, en este momento hago una renuncia voluntaria a la carga cultural religiosa y académica para traducir la expresión penumasencilla y directamente (no como sinónimo de ligereza) como aire. Cuando los contextos del dominio intelectual nos conducen ágilmente, de manera natural, directa y sin escalas en los terrenos de la Filosofía y la Teología, corremos el riesgo de quedar atrapados en ellos. Si en un grupo de estudiosos profesionales del Texto Sagrado pido ayuda para traducir (e interpretar) la palabra pneuma sagazmente se hará presente el “aliento de vida” que se puede encontrar en los relatos de la Creación ubicados en el libro de Génesis. A los lectores y lectoras de este documento, les invito a que se sumen conmigo a la renuncia voluntaria de los diferentes contextos doctrinales y hagamos un acercamiento libre a la cavilación de la traducción de pneuma llana, elemental y directamente como aire.

El atrevimiento de la proposición lógica: el Espíritu Santo es pneuma, pneuma es aire y, por consiguiente, el Espíritu Santo es aire; no supone una falta de respeto al Dios de dioses y Señor de señores, ni tampoco lo pretende ser para quienes han puesto su corazón y fe en él. Este ejercicio procura romper la barrera de la reflexión, que en muchos casos se queda al interior de las instituciones y definiciones construidas en ellas. Si el Espíritu Santo es aire, no puede ser retenido entre los muros de las iglesias. Citando al Predicador: es (sería) querer atrapar al viento. Ec.1:14b DHH. Los usos y costumbres de mencionar en tercer lugar al Espíritu Santo al referirse de la Santísima Trinidad conlleva la posible categorización de inferioridad; como si se hablara de un pódium olímpico en donde, el merecedor de la tercera presea es quien quien ha vencido a la mayoría, pero que ha sido vencido por dos competidores anteriores. ¿Qué implicaciones (positivas) tendría visualizar el movimiento del Espíritu Santo como aire, puro, limpio y libre?

La afirmación del Espíritu Santo como “aliento de vida” puede limitar nuestra comprensión sobre su grandeza, su trascendencia y su inmanencia en el cosmos (no sólo en el pensamiento ni sólo reducido a su presencia en los seres humanos), cuando dicho entendimiento se ha conformado a los espacios doctrinales. El aire no sólo es la posibilidad del aliento de vida, no sólo es alivio y silbido apacible, no sólo es la reposición del exhausto: es fuerza capaz de levantar tormentas y tornados (donde quiere, como quiere y cuando quiere), que arranca la naturaleza desde las más fuertes raíces y lo edificado aún con los mejores cimientos; no es de la nada, ni producto de la casualidad que la ingeniería mecánica haya encontrado en la pneumática una solución poderosa

Ruah

El Espíritu Santo es ruah. Seguramente habrá estudiosos de las Ciencias Bíblicas que encuentren el sinónimo de pneuma en ruah con la única diferencia del idioma del que proceden. Seguramente muchas más al interior de las iglesias usan con un sentido idéntico pneuma y ruah; sin embargoo, para efectos de este documento los sentidos los expongo de forma distinta entre sí. Dentro de la expresión ruah, expresión claramente bíblica, depositaré la carga de sentidos religiosos sobre la comprensión más común de lasdiversas facetas del Cristianismo acerca del Santo Espíritu narrado por los Textos Sagrados. El análisis de la palabra pneuma lo dirigí con un sentido de la soberanía del Espíritu Santo, sin incrustar su concepción en la Doctrina de la Santísima Trinidad; no como una negación a ella, sino como una reflexión (y un llamado a la concientización) del gran desacierto que puede llegar a cometerse si en el proceso de su comprensión, enseñanza, costumbre, transmisión y praxis, conscientemente o no, se asigna y asimila una jerarquización al Dios trino. En el caso de la palabra ruah, el análisis lo planteo considerando la Santísima Trinidad en la inclusión total de lo que esto significa (o pudiera significar).

La Santísima Trinidad es eterna; no cambia. La consideración se hace en función de renovar el pensamiento que se hace sobre ella; mejor aún, la práctica y la vivencia de la fe, sin restar ni una pizca de solidez ni de autoridad a ella, y particularmente al Santo Espíritu a través de la tendencia a la tercera posición, que se hace no sólo en su lectura sino en el posicionamiento descrito. La restauración del pensamiento sobre la sistematización de la Teología respecto al Espíritu Santo implica la apertura a nuevos horizontes en el camino y no fuera de él. ¿Resuena la restitución del ciego postrado junto al camino clamando a Jesús y siendo invitado por él a sumarse a él (a pesar que el destino fuera la Cruz)?

El considerar ruah con los sentidos tradicionales, y sumando la renovación de su comprensión, concientiza sobre la gravedad del desacierto latente de normalizar un orden jerárquico en la Santísima Trinidad. Por otra parte, vivifica aquella gran expresión que suele usarse (amplia y repetidamente) en la temporada de Adviento y Navidad: Emanuel, Dios con nosotros. La ruah es la promesa vigente de emanuEl (he escrito intencionalmente la mayúscula de manera interna para disminuir un poco el concepto cultural mexicano como nombre propio para un ser humano y enfatizar la inmanencia de Dios [_El] a través de su Santo Espíritu). Si la Santísima Trinidad se hizo presente en la encarnación de Jesucristo, la re-lectura de la ruah pone de manifiesto con claridad la vigencia en la acción (presencia y poder) de Dios en el emanuEl prometido.

Algunas conclusiones – tensiones que mueven

En las Sagradas Escrituras están contenidos elementos suficientes que dan pie a la sistematización de la Teología del Espíritu Santo. Este acercamiento académico pretende exponer la posibilidad de un letargo en su comprensión y, como consecuencia, en la aplicación de la forma de vida de quienes participan de la vida de las iglesias. No es una crítica sin fundamentos: por el contrario, es un llamado a la reflexión profunda que tenga como consecuencia la relectura del quehacer teológico, la práctica y las costumbres referentes a este tema y, por consiguiente, invite a una transformación.Es muy probable que la invitación derive generando tensiones incómodas. De eso se trata; en tanto no pase nada que mueva a la gente a cuestionar y cuestionarse -lo que hace y lo que ha hecho a través de la costumbre por muchos años- las realidades serán las mismas. No se trata de generar polémicas sin sentidos ni propósitos bien definidos. Se trata de promover esas tensiones que muevan y empujen para salir de las zonas cómodas y placenteras que por mucho tiempo se han arraigado en las culturas religiosas del Cristianismo. Si esta invitación comienza por estudiantes de Teología que, al elegir por su preparación académica, confirman vocaciones de liderazgo, la esperanza de nuevas realidades en el Santo Espíritu, pneuma y ruah, son posibles, tangibles y cercanas.

Recuerdo una ocasión en la que estaba dando clase de teología a personas de una iglesia cristiana. La exposición de la clase (con el sentido expuesto aquí) comenzó a generar ese tipo de tensiones incómodas; entre los alumnos había personas con muchos años al interior de aquella iglesia, un corte muy tradicional en su manera de acercarse la interpretación de las Sagradas Escrituras. Como parte de las conclusiones de aquel día dije: “el Santo Espíritu nos llama para estar dispuestos a des-aprender, por muy doloroso que pudiera ser el proceso, y abrir nuestra mente y nuestro corazón a nuevos aprendizajes”. Uno de los asistentes, con muestras de enojo, protestó la expresión “des- aprender” con fervor, como si hubiera sido una ofensa para ellos.

En virtud de la posibilidad de asignar al Santo Espíritu una categoría menor por el uso cotidiano de una lectura y mención de la Santísima Trinidad en tercer lugar, el propósito central de este ensayo es llamar la atención y la conciencia para renovar el entendimiento (y la percepción) del Santo Espíritu (incluyendo la sistematización de la Teología). Como un ejercicio reflexivo: ¿podría aplicarse la propiedad matemática de la conmutatividad (de la multiplicación) en la lectura de la Santísima Trinidad sin que mengüe la fe ni fracture la razón? ¿sin que lo anterior se perciba como ofensa, herejía o acción cismática?

Las tensiones que mueven, hoy nos recuerdan que los Textos Sagrados dan fe de la autoridad, la grandeza, la eternidad, la potencia, la infinitud, la soberanía, la santidad (entre tantos y tantos adjetivos de superioridad aplicables) del Espíritu Santo que, se revela, muestra, manifiesta y mueve: como y cuando quiere. Por más que se intente, jamás podrá ser retenido (ni controlado) por teorías, doctrinas, iglesias, razones, voluntades, instituciones, seres humanos, edificios, reliquias, contenedores, idiomas, razas, etnias, géneros, edades, etc. El Espíritu Santo es pneuma, el Espíritu Santo es ruah, el Espíritu Santo es Dios. Y porque el Espíritu Santo es Dios, el Espíritu Santo es el que es.