EN TEQUIXQUIAC, ESTADO DE MÉXICO
A CIENTO VEINTITRÉS AÑOS DE PRESENCIA METODISTA EN LA COMUNIDAD
Por Alan Sánchez Cruz
Domingo 5 de noviembre de 2023
El tequesquite es una sal mineral natural que en el México prehispánico era empleada principalmente como un sazonador de alimentos. Tiene la apariencia de la sal común, pero de aspecto grisáceo. Algunas de las comunidades en el Estado de México donde se encuentra y a las que le da nombre son el Lago de Texcoco, Tequexquinahuac y, por supuesto, Tequixquiac. Este municipio, cuyo significado en lengua náhuatl es “En el agua tequesquilosa”[1], colinda al norte con el municipio de Apaxco, al sur con el de Zumpango, al suroeste con Huehuetoca, al este con Hueypoxtla y al oeste con Atotonilco de Tula, este último perteneciente al estado de Hidalgo.
Tequixquiac es conocido por ser uno de los municipios más antiguos del Estado de México, fundado el 29 de noviembre de 1820, al tiempo en que se llevaba a cabo la lucha independentista de la Nueva España sobre la base de la Constitución de Cádiz. Sin embargo, sus antecedentes históricos se hallan entre los periodos preclásico, clásico y posclásico; es decir, desde 3 mil años antes de la era común (a.e.c.) hasta el año 1519 de nuestra era. Fue una tierra habitada y gobernada en sus ámbitos administrativo, militar, educativo y religioso por toltecas, tepanecas, chichimecas y aztecas. El célebre hueso “Sacro de Tequixquiac”[2], que estudiaron minuciosamente el paleontólogo Mariano Bárcenas y el prehistoriador Luis Aveleyra, así como ruinas y algunos monumentos antiguos, dan cuenta de su esplendoroso pasado.
Durante la época colonial, el territorio de Tequixquiac fue encomendado a los españoles Martín López y Andrés Núñez por Hernán Cortés, dividiendo en dos la región que, a su muerte, heredarían a sus hijos. Antes de la llegada de los franciscanos, hubo clérigos que arribaron a la región para evangelizar a los nativos y se construyeron dos ermitas, una en cada encomienda. Fue en aquella época que se construyó el templo católico de Santiago Tequixquiac.
Para el año de 1900, el entonces presidente de la nación, Porfirio Díaz, inauguró el túnel del Tajo de Tequixquiac, un elemento importante del canal del desagüe de la Ciudad de México. Siendo presidente, los pobladores demandaban a su gobierno mayor atención; solicitaban escuelas, dotación de agua, un panteón y una presidencia municipal. Con el estallido de la Revolución, sus habitantes se unieron a los zapatistas en la lucha contra hacendados y caciques, misma que dejó hambre y miseria una vez que el campo quedó abandonado. Emiliano Zapata ordenó entregar al pueblo la hacienda de San Sebastián, que fuera en su momento la hacienda productora de pulque más próspera de la región, “sin embargo, esta regresó a sus dueños durante el gobierno de Carranza”[3]. Se sabe que, en 1915, entregó a los habitantes de Tequixquiac 275 hectáreas de tierra para la agricultura y, en 1929, Emilio Portes Gil dividió el ejido de Tequixquiac favoreciendo a 684 ejidatarios con 3,338 hectáreas que se entregaron a la comunidad campesina.[4]
Cabe destacar que, en plena lucha revolucionaria (1917), Emiliano Zapata envió a Tequixquiac a Otilio Edmundo Montaño Sánchez con el objetivo de entregar las tierras de las haciendas a los comuneros, que serían divididas en varios ejidos. Esto originó el asesinato de líderes campesinos a manos de los propietarios de dichas haciendas. La visita de Montaño no es cosa menor, no solamente por el beneficio que representó para el pueblo sino porque tuvo simpatía por el metodismo. Historiadores de la denominación coinciden en que Otilio Montaño fue metodista, muy posiblemente influenciado por su compañero de batalla y pastor, el Gral. José Trinidad Ruiz. Se desconoce si el primero se encontró con feligreses metodistas a su paso por Tequixquiac; aunque hubiese sido significativo ya que, en ese mismo año, sería asesinado a traición.
Entre los siglos XIX y XX, además del canal de “El Tajo”, se edificaron otras construcciones importantes en el municipio como la “Casa de los Párrocos”, el Palacio Municipal y el templo metodista. Por cierto, este último se consagró para el servicio público en el año de 1904, aunque es sabido que la congregación se estableció de manera formal en 1900. Podría decirse que la congregación metodista en la comunidad tiene dos acercamientos a sus orígenes: el primero, con el arribo a México de la misión de la Iglesia Metodista Episcopal (IME); y el segundo, con las conversiones de nativos al evangelio antes del asentamiento metodista.
Las dos ramas del metodismo estadounidense que iniciaron su labor misionera de manera formal en México fueron la Iglesia Metodista Episcopal (IME) y la Iglesia Metodista Episcopal del Sur (IMES). A partir de 1873, y después de que ambos metodismos adquiriesen, primero la Capilla de San Andrés en la Ciudad de México y posteriormente los templos que albergarían las congregaciones de “La Santísima Trinidad” y “El Mesías” (nombres característicos de la IME y la IMES respectivamente), los tales se extenderían, no sin dificultades, alrededor del país.
Cuando el metodismo del norte llegó a Tequixquiac, encontró, como en diversos lugares, una pequeña grey que se reunía en casa de un tal Felipe Ruiz. Cuentan que sus orígenes se remiten a la fe católico romana y que, al no ver satisfechas sus necesidades espirituales y descubriendo las enseñanzas de la Biblia, dicha grey tuvo un acto de conversión. De acuerdo al señor Elmer Marín García[5], feligrés de Tequixquiac, las primeras reuniones de este grupo se llevaban a cabo en la loma de Gumisha, donde se encontraba la casa del mencionado Ruiz, quien más tarde sufriría la muerte a manos de fanáticos religiosos quienes veían en el protestantismo una amenaza al catolicismo, que para ellos significaba la religión de su país y de sus padres. Al tiempo de los asentamientos protestantes, era claro el hostigamiento que los evangélicos sufrían, muchas veces, inclusive avivado por el clero católico. Jean-Pierre Bastian señala que la persecución, “que tomó la forma de vejaciones, encarcelamientos, asesinatos, incendios y asaltos a los templos protestantes, tuvo repuntes particulares en 1881, 1884, 1887 y 1891…”[6]. Tanto templos como individuos fueron víctimas del fanatismo que, a pesar de estar en vigor las Leyes de Reforma que favorecían la libertad de credo, se negaba a ceder principalmente en provincia y zonas rurales. En cuanto a Tequixquiac, El Abogado Cristiano Ilustrado, publicación periódica de la IME, dio cuenta de la mala ventura del primer mártir evangélico del lugar, mediante una nota publicada el jueves 3 de enero de 1901 que bien vale la pena reproducir:
El miércoles 26 vino el hermano Felipe Ruiz á hacer una consulta y regresó a Tequisquiac [sic], saliendo de Nextlalpan poco después de las 12 del día; y no habiendo llegado á la casa en ese día, al siguiente vino otro hermano á encontrarlo; y tristísima fué la impresión que recibió al ver al hermano Ruiz tirado en el suelo con la cabeza hecha pedazos por las pedradas que recibió. El lugar del martirio fué en una barranca que hay entre Zumpango y Tequisquiac [sic], y la autoridad fué a levantar el cadáver.
Esperamos que las autoridades, cumpliendo con el deber y la justicia, hagan las averiguaciones necesarias para aclarar los hechos y evitar que estos casos se repitan.
El hermano Ruiz fué uno de los miembros fundadores de nuestra congregación en Tequisquiac [sic] y en su casa se han celebrado los cultos desde el principio, fué un miembro activo y celoso por la extensión del evangelio; y así cómo Esteban fué el protomártir del cristianismo, así también el hermano Ruiz fué el primer mártir de la congregación de Tequisquiac [sic].
Que la sangre de este hermano haga fecundizar más y más la semilla del evangelio en este pueblo ignorante y fanático[7].
La nota, fechada el 28 de diciembre de 1900, detalla el martirio sufrido por uno de los líderes del grupo de creyentes que en un principio recibió el nombre de “los cántaros”. Seguramente, y a la manera de los primeros metodistas, fue un mote hacia aquellos que se distinguían por su júbilo al entonar sus himnos inspirados. No hay que olvidar que el metodista sería conocido en el mundo como un pueblo que amaba cantar su fe. Así lo señala Francis G. Ensley: “Los metodistas aprendieron mucho de su teología de sus himnos, que presentaban la Escritura y la doctrina, no como un dogma para ser aceptado, sino como una gloriosa experiencia para ser disfrutada”[8].
La IME arribó a Tequixquiac para organizar el trabajo de los nativos que, sin reservas, aceptaron integrarse a la misión metodista. Los “cántaros” tenían la inquietud de construir su templo que, a decir de don Elmer Marín, se ubicaría en el terreno de una pareja de viejecitos quienes, al no contar descendencia, lo vendieron a la misión. Según los datos que nos proporcionan las escrituras, el predio pertenecía al señor Guadalupe Gutiérrez y fue adquirido por el pastor –muy probablemente el primer pastor enviado a Tequixquiac– Lucas G. Alonso en representación de John W. Butler, apoderado de la Sociedad Misionera de la Iglesia Metodista Episcopal en México. Alonso, quien fuese estudiante destacado del Instituto Teológico de Puebla, metodista, compró el terreno en la cantidad de veintiocho pesos ante Jesús Medrano, escribano público, en el municipio de Zumpango de Ocampo el veintiuno de diciembre de 1900[9].
De acuerdo al señor Saúl Márquez García[10], también congregante de la iglesia metodista en Tequixquiac, el templo lucía originalmente un techo de dos aguas con lámina acanalada. Dentro tenía un cielo de madera y su mobiliario estaba diseñado a la medida del santuario. Las bancas formaban dos filas, el piso y las ventanas eran de madera. Lucían al frente, en el presbiterio, el púlpito, un armonio, y las flores que durante mucho tiempo colocó la hermana Rebeca García Montaño. En el solar, la parte que ahora ocupan los automóviles y donde se pretendía construir una casa pastoral, se hallaba un pozo. Una vez que el templo cambió su aspecto, ya que la casa pastoral quedó inconclusa, esta fue cayendo hasta que se derrumbó. Lo único que queda en la actualidad de lo que fue el templo en sus primeros años es un árbol que, a la salida del santuario, ha contemplado a generaciones de creyentes que domingo a domingo disponen sus corazones y almas para el encuentro con lo divino.
Sería el año de 1936, 1937 –o hasta entrada la década de 1940, es incierto[11]– cuando la iglesia, ya consolidada, celebraba sus festejos con la participación de toda la feligresía. Permeaba un espíritu de hermandad y cooperación. En aquella época, los cambios pastorales sucedían en el mes de enero; pero, según recuerda don Saúl Márquez, el nuevo pastor no llegó. Tal suceso afectó de tal manera a la congregación que la misma se vio reducida drásticamente. De ochenta personas que se reunían constantemente, quedaron diez. Algunos miembros partieron a congregaciones que se encontraban cerca de sus hogares. Afortunadamente, tal situación, como se ha dicho, solamente duró un año. Cuando llegó el pastor nombrado para Tequixquiac, puso manos a la obra visitando a familiares de las y los metodistas que, por diversas razones, se habían ausentado. La alegría de regresar al templo era grande, aunque se veía amenazada debido al mal estado en que este se encontraba. El techo era ocupado como guarida de murciélagos y el guano había podrido la madera; en época de lluvias, el agua también desgastó el piso, así como las ventanas que contaban con un marco doble: uno que portaba los vidrios y el otro que era su cubierta. Pronto la congregación hizo por restaurar el techo, que ya no sería de madera. Las ventanas fueron rediseñadas y fueron puestas unas cortinas de terciopelo color vino, o del color que la témpora indicase. El piso nuevo sería colocado por los hermanos David Valencia, hijo de Julián Valencia, y Daniel Rojas, hijo de Román Rojas. Recuerda la señora Francisca Méndez Miguel[12] que los cultos dominicales se llevaban a cabo a las 6:00 de la mañana y a las 12:00 del mediodía, y que la paramenta de todo el santuario era tejida, ofrenda de su suegra, la hermana Moabita Valencia.
Eventos de la época contemporánea como los sismos de 1985 y 2017 no hicieron gran mella en la construcción, o al menos no se cuenta con el dato preciso en este trabajo. Además, los daños causados por dichos movimientos telúricos tuvieron mayor repercusión visible en la Ciudad de México. En la época pandémica, debido a que las autoridades federales y eclesiásticas indicaron disminuir drásticamente el salir de casa a menos de que fuese estrictamente necesario, los templos tuvieron que ser cerrados. La primera indicación de parte del Gabinete General de la Iglesia Metodista de México A. R. era que, a partir del 21 de marzo y hasta el 4 de abril de aquel año, los cultos regulares y las actividades programadas durante ese periodo serían suspendidos. Los testigos de aquel acontecimiento causado por el virus SARS-COV 2 (COVID 19) sabrán que el periodo se recorrió hasta poco más de un año. A la fecha se dice que el virus continúa, solamente ha mutado.
Algunas iglesias, si bien no estaban familiarizadas con los recursos tecnológicos y la presencia en Internet ya fuese mediante algunas plataformas como Facebook y You Tube, buscaron la manera de transmitir sus servicios en línea para que el mensaje del evangelio llegase a cada hogar. Entre esfuerzos de la hermana Alma Cedillo Vázquez, su hijo Raúl Leyva Cedillo y el pastor Sergio Álvarez, lograron acompañar a los miembros de la congregación local, acortando distancias a través de una pantalla. Por un tiempo, desde su oficina, el pastor convocaba reuniones virtuales de oración los días viernes a las 19:00 horas, y realizaba visitas con moderación. Poco a poco, la iglesia fue haciéndose de un equipo de audio y una computadora, y, aunque la feligresía ha regresado paulatinamente a su templo –al principio con cubrebocas y el uso constante de gel antibacterial para las manos–, continúa las transmisiones ahora con el apoyo de los jóvenes Iván Monterrubio Cedillo y Ximena Chavarría.
Familias han llegado y otras más se han ausentado en el caminar del pueblo metodista en Tequixquiac. De aquellos nombres que participaron hace décadas se deben mencionar los de Severiano García, el matrimonio de Guadalupe García y Victoria Montaño, Román Rojas, Julián Valencia, Pedro Hernández, Juan Hernández y a sus familias, así como a la familia Montaño. Mención especial merece Sofía Montaño, quien donó el material para la construcción de la barda perimetral. También David García Montaño, quien fue el primer presidente metodista del municipio y, por supuesto, Petra Hernández, quien merece la distinción de haber llevado el evangelio al municipio de Apaxco. Digno es recordar a las familias, de ayer y hoy: García, Márquez, Marín, Navarro, Pérez, Fernández, Cedillo, Peláez, Mena, Rosas, Hernández, Chávez, Chavarría, entre otras que la memoria olvida pero presentes ante Dios.
Algunos de los pastores y pastoras que han acompañado a esta congregación son: Oscar Gutiérrez Baqueiro, Job Vela Leal, Rubén Ortega y Ortega, Samuel Alonso, Ricardo Zepeda Barrera, Enrique Galicia, Ángel Castañeda Vázquez, Raquel Peña, Rogelio Castañeda, Ruth Arce Rosales, Mario Alberto Zapata Reséndiz, Gerardo Rodríguez Abarca, Joel García, Sonia del Carmen González Couary, David de la O, Herminia Albarrán, Sergio Rubén Álvarez Koch y Natalia Fernández, quien este año ha iniciado su recorrido en la congregación de “El Mesías”.
Se ha pretendido contar una entre tantas historias, de las que un templo y una congregación centenaria como esta podrían relatar. Que el presente acercamiento a una síntesis histórica formal sea pauta para seguir escribiendo la historia y que, como “los cántaros” en el agua tequesquilosa, este pueblo cante su fe mientras la presencia de Dios habite en él. A ciento veintitrés años de presencia metodista en el lugar, ciento diecinueve de la construcción de su santuario y en el año del primer Sesquicentenario del metodismo en México. Respetuosamente presentada:
Alan Sánchez Cruz
NOTAS:
- https://estadodemexico.com.mx/tequixquiac/; consultado el martes 17 de octubre de 2023.
- “¿Es el sacro de Tequixquiac obra humana?”, por Eduardo Matos Moctezuma en Arqueología Mexicana. Núm. 126, págs. 86-87.
- “Identidad Municipal. Breve compilación histórica sobre la fundación de los municipios del Estado de México”. Página virtual del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM). En: https://ieem.org.mx/DPC/acervo/documento_interactivo.html; consultado el miércoles 25 de octubre de 2023.
- Ibídem.
- Entrevista al señor Elmer Marín García el sábado 21 de octubre de 2023.
- Jean-Pierre Bastian, Los disidentes. Sociedades protestantes y revolución en México, 1872-1911 (México, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA-EL COLEGIO DE MÉXICO, Primera Reimpresión: 1991), 180-181.
- El Abogado Cristiano Ilustrado, Tomo XXV; número 1, enero 3, 1901.
- Francis G. Ensley, Juan Wesley evangelista (México, CUPSA, Tercera Edición: 2008), 55.
- Dirección de Archivo e Historia de la Iglesia Metodista de México, A. R. Fondo Asuntos Jurídicos, Sección Conferencia Anual de México, Serie Tequixquiac, Edo. Méx. Año 1900-1982, Fs. 53.
- Entrevista al señor Saúl Márquez García el lunes 30 de octubre de 2023.
- La primera fecha la brinda el señor Saúl Márquez, mientras que la segunda es del señor Elmer Marín.
- Entrevista a la señora Francisca Méndez Miguel el domingo 22 de octubre de 2023.
