La liturgia: ¿está pasada de moda?

La liturgia: ¿está pasada de moda?

Por: Mario Medina

Es cada vez más frecuente escuchar que las liturgias dentro de nuestras iglesias metodistas son aburridas, frías y arcaicas. Cada vez hay más personas que se sienten atraídas hacia las nuevas expresiones comunitarias del culto cristiano, cada vez más mediático, más inmerso en las redes sociales, más como un “performance” y que luce más como un concierto en una arena que como una comunidad en un templo. 

A los ojos de muchos nos hemos ganado con creces el apodo de “los muertodistas”, porque nuestra liturgia parece más un vestigio histórico, un documental o una cápsula del tiempo. Los ritmos de los himnos, las oraciones escritas, los rituales sacramentales disciplinarios, o los estribillos ochenteros que entonamos, parecen obsoletos ante las nuevas formas de adoración. 

Pero, ¿es eso cierto? ¿es verdad que la liturgia metodista está pasada de moda? ¿la liturgia en general lo está? Les adelanto mi respuesta, antes de que sigan leyendo: sí, sí lo está… pero no por las razones arriba comentadas y frecuentemente usadas para decirlo. Nuestra liturgia está pasada de moda, pero no tendría por qué estarlo. De manera que, para responder más a profundidad a esta pregunta, se hace necesario un breve paseo histórico. Así que agárrese fuerte que aquí vamos.

Los cristianos nos apropiamos de muchas palabras del Imperio Romano. Por ejemplo, el término griego ekklesia (iglesia) se refería a la asamblea o reunión de ciudadanos libres de una ciudad estado, donde los ciudadanos votaban sobre asuntos políticos importantes, sobre la guerra o la paz, la elección de funcionarios o las legislaciones. Los ciudadanos varones mayores de edad tenían derecho a votar, formando la exclusiva asamblea de los privilegiados.

El cristianismo irrumpió aquella realidad, apropiándose de dicha palabra y nombrando ekklesia a la asamblea de los creyentes. ¿El problema? En la asamblea cristiana había mujeres, esclavos, extranjeros, jóvenes y niños. ¿¡Cómo podía ser eso una ekklesia!? Aquello constituía una afrenta al imperialismo romano. Esta nueva secta judía llamada cristianismo no sólo desafiaba a su propio origen religioso, sino que atentaba contra la estructura política y democrática de Roma. No sólo decían que el César no era el Señor (kyrios), sino que la ekklesia estaba conformada por un grupo de personas que no tenían derecho a ser asamblea. 

Lo mismo sucedió con el término liturgia, que proviene de dos vocablos griegos: leitos (pueblo o ciudad) y ergon (obras o servicio), que se mezclaron para dar paso a la palaba leitourgia que significa servicio público o servicio del pueblo. En el contexto del Imperio Romano, la liturgia se refería a las obligaciones financieras y los trabajos o servicios públicos que los ciudadanos adinerados hacían en beneficio de la comunidad. Éstos podían referirse a reparaciones de edificios, elaboración de tomas de agua, eventos culturales o contribuciones al Estado para su administración.

De nueva cuenta, esos rebeldes llamados cristianos se apropiaron del término, y comenzaron a llamar liturgia al servicio que ofrecían a Dios (el orden y elementos de su culto), pero también el servicio que ofrecían a la comunidad. Es decir, que la liturgia fue la palabra usada para el cumplimiento del mandamiento de Jesús de amar a Dios y amar al prójimo. 

Desde luego, esto representaba otra afrenta a la cosmovisión política romana; el hecho de que esa “asamblea” cristiana se tomara atribuciones diciendo que el servicio que ellos otorgaban era la verdadera liturgia, no era una expresión inocente. De modo que la liturgia cristiana era un compromiso político-social, una postura radical, profética y contestataria, pero al mismo tiempo una expresión del amor cristiano.

Cada denominación cristiana fue evolucionando de distinta forma. En particular, los primeros cristianos pertenecientes al movimiento metodista estaban ligados al anglicanismo y su liturgia, con el libro de Oración Común y otras expresiones de fe bien conocidas. Sin embargo, las Sociedades Metodistas incorporaron elementos distintivos para sus reuniones, aunque no podríamos hablar de una liturgia fija o uniforme, pero sí de rasgos que las hacían únicas.

Entre ellos, podemos destacar el énfasis en la experiencia espiritual, los testimonios, la Comunión o Santa Cena, la predicación bíblica con énfasis en la vida cotidiana y los himnos que eran creaciones originales y expresaban no sólo la doctrina sino la experiencia de la comunidad. 

Además, si entendemos la liturgia como los primeros cristianos lo hicieron, los metodistas hacían liturgia no sólo en las reuniones religiosas, sino al llevar su predicación a las calles, cárceles y minas, donde la gente común, los presos y los obreros podían participar. La liturgia metodista era su servicio y ejercicio de la santidad social con los sectores marginados, en su labor educativa, en su defensa de los derechos de los trabajadores, al acercar servicios médicos y trabajar integralmente para beneficiar a la comunidad.

Y, si dimensionamos la liturgia de ese modo, entenderemos por qué nuestras liturgias metodistas lucen obsoletas ante los ojos de nuestra generación. Y esto es, porque se han vuelto meramente ritualísticas, sin impacto ni compromiso social, internas, sin dialogar con la realidad y más bien enfocadas a las formas.

En nuestra misma Disciplina, en el apartado de la Síntesis Histórica, en el punto 11 llamado Consideraciones Finales dice textualmente, sobre la Iglesia Metodista de México, que “Su culto ordinario no es litúrgico sino libre y espontáneo”. Desde luego aquí se está usando la palabra litúrgico como sinónimo de ritualístico, ya que toda reunión cristiana por muy postmoderna que sea tiene una liturgia (o sea una forma en que el pueblo le rinde culto y servicio a Dios).

Entonces ¿la liturgia metodista está pasada de moda? Sí, porque se nos ha olvidado que liturgia no es solamente el orden o momentos del culto, no sólo es la ambientación del espacio y no es sólo una actividad reservada para unos cuantos elegidos que la organizan y ejercen al interior de un templo. La liturgia nos involucra a todos, todos participamos del servicio a Dios y nuestros prójimos en la comunidad. 

La liturgia implica la creación de nuevos elementos para el tiempo de adoración, nuevas oraciones creadas por la comunidad, nuevos cantos que reflejen ese distintivo metodista presente desde sus fuentes teológicas: la experiencia. ¿Cuál fue el último himno o alabanza creada en nuestras iglesias metodistas mexicanas? La liturgia implica que el sermón verdaderamente hable de nuestra cotidianidad y no de conceptos filosóficos o teológicos abstractos que nadie preguntó.

La liturgia implica un espacio donde podamos dialogar sobre nuestras experiencias con Dios para nutrirnos unos a otros. La liturgia requiere salir del templo, tener actividades en el exterior, ya sea recreativas, sociales o evangelísticas, porque no sólo es servicio a Dios sino en beneficio de los demás. ¿Qué sectores marginados no nos hemos atrevido a pisar? ¿con qué poblaciones discriminadas no hemos dialogado ni hecho nada para bendecirlas o ser bendecidos por ellas?

¿Cuándo se nos olvidó que la liturgia cristiana es un compromiso político-social? ¿Cuándo dejamos de lado que la liturgia es una postura radical y profética y que, por lo tanto, es más que un juego de luces, animaciones en pantalla y grupos musicales que tocan con secuencias?. Y, por favor, no me malinterpreten, no estoy en contra de eso; al contrario, creo firmemente en el diálogo de la iglesia con la modernidad tecnológica. Pero, liturgia es algo que va mucho más allá: La liturgia es una actitud contestataria, pero al mismo tiempo una expresión del amor cristiano. 

Si bien es cierto que hay estructuras litúrgicas que nos dan identidad, nos conectan con la tradición (no sólo metodista sino cristiana histórica), y nos permiten continuar un legado señalándonos hacia dónde vamos; sin embargo, la liturgia metodista también consiste en pregonar que nos atrevemos a creer en la equidad por encima de las jerarquías eclesiales, en el amor al prójimo por encima de la cosificación de las personas, en ir a donde hay necesidad antes que encerrarnos en nuestros “lugares sagrados”, en adorar comunitariamente con libertad en lugar de enclaustrar a Dios en las formas que sólo un grupo dictamina.

La liturgia donde una comunidad se siente incluida, que experimenta a Dios hablándole en y de su diario vivir, que canta su realidad, que encuentra sentido a su vida sirviendo a los demás y aporta a su sociedad combatiendo lo que la destruye, jamás será una liturgia obsoleta, jamás pasará de moda. Mientras tanto y hasta entonces, hasta que nos reencontremos con el verdadero sentido de nuestra liturgia, seguiremos oyendo que nos llaman “muertodistas” … pero, en Cristo ¡hasta los muertos resucitan! Así que no hay punto final a este respecto. La posibilidad está frente a nosotros: ¡construyamos liturgias vivas y seamos liturgias vivientes!

Un comentario sobre “La liturgia: ¿está pasada de moda?

  1. Cierto que nos hacen falta varias cosas para que nuestro servicio a Dios y al prójimo no sean únicamente dentro de nuestros templos. Nos da miedo salir de la cotidianidad y aprender nuevas formas. Es bueno» agitar las aguas » de vez en cuando como usted dice, Pastor.

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