EL CORAZÓN, ¿MERCANCÍA O TESORO?
Este segundo mes del año es la continuación de propósitos que emprendimos al inicio de 2024. También en febrero nos vemos inundados con referencias al amor y la amistad, y el corazón es uno de los íconos de esta inundación de la mercadotecnia, presentado como el símbolo del afecto y la pasión. Incluso vemos a gente creyente en Jesús hablar del “Día de San Valentín”, como si esta fecha fuera algo propio y que tuviera algún significado espiritual para nosotros.
Recordemos algunas referencias en la Biblia a este órgano del cuerpo humano, asociado como asiento de los afectos y la voluntad, en estricto orden de aparición:
Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (Génesis 6:5).
Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón (Génesis 6:6).
Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho (Génesis 8:20).
Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir?(Génesis 17:17).
..y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho (Génesis 18:5).
El versículo de Génesis 6:6 nos hace ver que Dios sufre cuando ve que su creación (dentro de la cual estamos nosotros) no cumple el plan para el cual fue hecha por Él. Percibimos su dolor cuando inspira a Jeremías a escribir: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras(Jeremías 17:9-10). Y vemos su anhelo por nosotros cuando nos pide en Proverbios 4:23: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida; y en el conocido Proverbios 23:26: Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos.
Para Dios el corazón del hombre debe ser como el suyo: perdonador, generoso, comprometido. En eso sí que podemos decir que aspiramos a ser iguales a Dios: en su carácter moral. El corazón de Dios quiere que le demos el nuestro, no en una tarjeta o en una caja de regalo, sino en los momentos privados de plática con él y en los momentos públicos, cuando ese corazón nuestro interactúa con los corazones de otros.
Vemos con frecuencia a gente dolida porque “entregó su corazón” a alguna persona, y fue defraudada. Pero es que Dios nunca nos ha dicho que le demos nuestro corazón a nadie que no sea Él, nuestro Creador. De manera que quien entrega su corazón a alguna persona o cosa creada, y no a ese Creador, recibe la consecuencia de haber tomado esta mala decisión: Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová ( Jeremías 17:5). Por el contrario, cuando le damos el corazón nuestro a Dios tenemos una promesa de empatía e intimidad inagotable con él: He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo (Apocalipsis 3:20); ¿cuál es la puerta que debemos abrirle?: pues la de nuestro corazón.
En esta ocasión hay varios escritos que nos hablan de aspectos del afecto salido del corazón, divino y humano. Un escrito de Alberto Rembao incluido en esta edición nos da un minucioso panorama de lo que es el amor, según Juan 3:16. Está también el testimonio de lo que ocurre cuando un matrimonio se decide a compartir el amor que Dios le ha dado con otros, en “Nuestra experiencia en grupos de matrimonios”. Tendremos ocasión de leer sobre una expresión de ese amor divino cuando nos disponemos a compartirlo continuamente a través de un grupo de hogar, también llamado “célula”. Y el presbítero Baltazar González recuerda con afecto el amor recibido en su infancia en “Mis tías Carmen”.
Notable es un escrito del presbítero Rubén Pedro Rivera, “¡Que alguien me explique!”, donde nos hace preguntas incómodas, pero necesarias de responder. Hacemos la invitación a leer ésta y otras colaboraciones dentro de la edición quincenal de este periódico digital.
Nuestro corazón no es una mercancía, sino un tesoro que Dios nos ha dado, que a la vez nos pide y que, sin embargo, respeta nuestra decisión de lo que hagamos con él.
María Elena Silva Olivares.
