Por Rubén P. Rivera
La capacitación intelectual del pastor se obtiene a través de los estudios bíblico teológicos, pero es en la práxis pastoral donde se prueba lo genuino de la vocación. El conocimiento intelectual no suple al llamado de Dios.
A continuación describo algunos de los pecados que se cometen mientras realizamos la tarea pastoral; y esto no tiene qué ver con la buena o mala preparación teológica que hayamos obtenido:
1.- En nuestro sistema metodista tenemos la orden ministerial del Presbítero Itinerante, que se refiere al pastor que hace el compromiso de ejercer su ministerio pastoral donde su Obispo lo envíe. Sin embargo, hay pastores que cometemos el pecado de no estar dispuestos a ir a donde se nos envía, aduciendo diversas razones para justificar nuestra actitud negativa. Se nos olvida que cuando hay un llamado divino el Señor suplirá todo lo que nos falte conforme a sus riquezas en gloria; y que aún en un posible caso de injusticia, Dios transformará lo injusto en bendición, pues para los que aman a Dios todas la cosas les ayudan a bien. Si no se está en disposición de itinerar, no ingresemos en este ministerio y evitemos así el tomar un voto en falso y caer en rebeldía y desobediencia, mostrando con esto desconfianza en Dios y en nuestras autoridades superiores.
2.- Al llegar a un nueva congregación, algunos Pastores cometemos el pecado de eliminar a uno o más servidores de la congregación, supliéndolos con elementos de la familia pastoral que en nuestra opinión son más competentes. Lastimamos así a los miembros afectados, impidiendo que crezcan en tal o cual ministerio (si es que eran deficientes), siendo que una de nuestras responsabilidades es promover a los congregantes en el desarrollo de sus dones y talentos.
3.- Cuando se nos envía a un Cargo Pastoral, algunos pastores cometemos el pecado de imponer nuestra visión hacia la cual debe moverse la congregación. Se nos olvida que se nos envía para llevar adelante la visión y misión de la congregación y no la nuestra; habida cuenta de que cada congregación tiene su particular visión y misión y que no son las mismas; por ejemplo las de Tijuana difieren de las de Querétaro, y las de Mérida son distintas de las de Guadalajara. Solamente podemos implementar nuestra particular visión y misión cuando se trata de una iglesia fundada por nosotros, pues entonces se nos envía a realizar nuestra visión.
4.- Un aspecto que a veces se deriva del punto anterior es el pecado de criticar y menospreciar la forma de trabajar que el pastor anterior haya realizado, asumiendo que la nuestra es la forma correcta de hacer las cosas. Esto, aparte de caer dentro del pecado de la murmuración, refleja un detestable orgullo de nuestra parte.
5.- Algunos pastores reaccionamos con enojo y aún agresividad cuando se nos critica y se expresan opiniones contrarias a la nuestra; se nos olvida que el pastor que acepta elogios y aplausos debe estar dispuesto a recibir también críticas y censuras y todo esto sin caer en ira y acciones vengativas.
6.- El uso del púlpito es cosa sagrada. Algunos pastores manchamos la predicación al utilizarla para expresar desahogos personales, referirnos a situaciones que se nos han confiado privadamente, o agredir a personas y grupos con quienes estamos en conflicto. Grave pecado que hay que erradicar.
7.- Hay pastores que nos contentamos con conservar el rebaño con el mismo número y situación en que lo hayamos recibido y se nos olvida la dura reprensión que se da en la Biblia para el que recibió un talento y no lo puso a trabajar para acrecentarlo. Es muy triste entregar un Cargo Pastoral en condiciones deplorables respecto a como lo recibimos.
8.- Es normal que en toda congregación establezcamos lazos de amistad más fuertes con unas familias que con otras. Pero esto no debe conducirnos al pecado de tener de manera manifiesta personas claramente preferidas, mientras discriminamos a otras. Un pastor no puede tener favoritos, sino que es pastor de y para todos, inclusive de los que no lo apoyan o estiman.
9.- En cuestión de liturgia todos tenemos nuestros particulares gustos. Especialmente en el aspecto musical; no es buena praxis pastoral cancelar los himnos o los cantos contemporáneos solamente porque no nos gustan en lo personal. Nuestras preferencias individuales no importan frente a lo que establecen Las Escrituras en donde se nos insta a alabar al Señor con “salmos, himnos y cánticos espirituales” sí como adorarle con variedad de instrumentos y no solamente con guitarra y batería, sino también con órgano, flautas, címbalos, etc. En la iglesia tanto como fuera de ella, no hemos venido a hacer nuestra voluntad ni a satisfacer nuestros gustos, sino los del que nos envió .
La lista puede alargarse, pero por ahora ésta es suficiente. Mi deseo es que todos los pastores nos esforcemos en corregirnos si es que estamos cometiendo algunos de estos pecados.
