“¿Quid est veritas?”
Juan 18:38
1.- Nuestro mundo es un mundo revolucionado, cambiante, transformado en todos los sentidos. Cada ámbito de la vida experimenta por tiempos una indefinición; las palabras, las ideas, la cultura, el arte, la ciencia y la religión eran, son y no son. Parecen como arenas movedizas: no podemos encontrar firmeza, argumentos o justificaciones según el postmodernismo, más que la aceptación de nuestra propia narrativa de la vida.
Un río, decía Heráclito, era como la vida misma: «No es posible bañarse dos veces en el mismo río, porque nuevas aguas corren siempre sobre ti». La vida es como un río, del que se va toda su esencia y forma.
En la concepción de Platón la vida es imperfecta, oscura, observada siempre con sospecha e inseguridad desde la caverna de nuestra ignorancia, agregando nuestra finitud y limitada conciencia de todo. Esas sombras y siluetas son lo que percibimos y observamos, pero sin ser la definición clara de lo que es, de lo real, de lo verdadero. Afuera en la luz, están las ideas símbolo de lo real, de lo concreto, de la verdad que ilustra, instruye y nos lleva a la perfección.
El simple concepto de lo que es la verdad se ha cambiado y modificado severamente a través del paso del tiempo y de acuerdo a la sociedad en la que el hombre se desarrolla. Ahora más que nunca aceptamos la verdad por conveniencia, y ésta tiene que ver más con nuestro narcisismo y hedonismo egocentrista.
La pregunta central y neurálgica es: si no hay verdad absoluta en la que podemos confiar y descansar -ideas que orienten para la vida e idealmente para una buena vida, verdades que establezcan el bien y el mal, que como una estrella en el norte nos sirvan como una brújula para vivir-, entonces ¿para qué preocuparnos en la vida? Como dice el título de un libro “ I, am ok, You are Ok”, Yo (sobre todo) estoy bien y tú estás bien; es decir, mientras no contradigas mi verdad, estás bien; y ninguno está equivocado, como si fuésemos monoculturales, unireligiosos, y unicientificos.
2.- La verdad sí existe. Aunque podamos tener el síndrome de Pilato y gritar: “¿Quid est veritas?”, lanzar la pregunta, aunque no hay respuesta. Sin embargo sí la hay, aunque yo no la tenga, la ignore o la cambie.
¿Qué es la verdad?, preguntamos porque no lo tenemos muy claro; o porque sí lo tenemos claro, pero no somos valientes para afrontar las consecuencias de estar haciendo algo equivocado, algo que tendría el valor anverso de la Verdad, sería el antónimo de ésta. No soportamos la voz de la conciencia misma haciéndonos ver que aquel acto, idea o concepción no tienen correlación entre los hechos y las ideas, lo real con los conceptos; no soportamos el paso de ir de lo a priori a lo a posteriori. Ahora más que nunca hay una tendencia a negar lo real, lo científico, lo biológico y exaltar la percepción y la idea, como si éstas fueran varitas mágicas que cambian lo que es y tenemos como resultado «veritas».
La verdad la ignoramos, la negamos, la cambiamos, la alteramos; pero no obstante ahí está, es como el alba, aparecerá desplazando la oscuridad, la ignorancia y la falsedad.
La verdad es una necesidad, es un grito del alma que rechaza lo incoherente e imana lo coherente. Le es propio al ser buscar y poseer la verdad.
La verdad -aunque a veces relativa y momentánea- se requiere en la vida; aunque a veces con sazones de duda metódica o no, o de desconfianza absoluta, creyendo que no es posible tenerla, abrazarla, analizarla , compartirla, compararla. Al menos se tiene la premisa de anhelo insatisfecho, pero ahí está el hecho, la verdad.
El hombre en su “medida de todas las cosas” y en su capacidad de “dudar metódicamente”, lo hace con esa limitante finita, terrenal. Pero….hay un Hombre que dijo ser esencial y sustancialmente Dios-Hombre. Su quididad es divinidad pura, pero vestida de humano, que estableció: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. La frase aparece en el versículo 8:32 del Evangelio de Juan, una expresión que Jesús dirige a un grupo de judíos que creían en él.
Veritas vos liberabit (latín); en griego: ἡ ἀλήθεια ἐλευθερώσει ὑμᾶς: (e alētheia eleutherōsei hymas).
La palabra “ginosko” se anticipa a esta declaración “Y conoceréis la verdad”. Significa según el diccionario Strong : Conocer, saber absolutamente, reconocer o percibir. Y la palabra verdad, traducida del griego aletheia ἀλήθεια, se emplea de forma objetiva; al igual que los griegos que buscaban la aletheia, la verdad, el principio de todas las cosas.
Déjeme platicarle de algo interesante. En mi clase de hebreo, un diplomado que tomé en el Seminario Juan Wesley, aprendí que el término hebraico אמת “Emet” significa: “lo sustancialmente real y auténtico; lo consistentemente real y sin apariencia; y lo definitivamente consecuente”. Jesús toma este término significativo y lo presenta como parte de su identidad: “Yo Soy el Camino, la Verdad (Emet), y la Vida” (Juan 14:6). Esta palabra está compuesta de 3 letras: la primera letra se llama א “alef” y su sonido es a o e. Note que dicha letra es la primera en el alfabeto hebreo. La segunda letra se llama מ “mem”, su sonido es m y está ubicada en el centro del alfabeto hebreo. La tercera letra se llama ת “tau”, su sonido es t, y es la última letra del alfabeto hebreo. Interesante que el término hebraico de “Emet”, esté compuesto de la primera letra en el alfabeto hebreo, la del centro y la última letra del alfabeto.
Una descripción análoga es la que viene en lo que dice Apocalipsis: «Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin», deduciendo que él es la totalidad, lo absoluto.
Jesús responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. La palabra aletheia en el griego significa «lo que tiene certidumbre (certeza, fuerza)», «aquello en que se puede confiar»; esto es diferente al concepto de los griegos, para quienes la verdad tiene que ver con la congruencia o lo que corresponde con la realidad; y distinto de lo que significa para los romanos, para quienes la verdad es un aspecto y acto judicial que expone las cosas como son. Para los judíos y para nosotros, la Verdad está en aquello en que podemos confiar, que da certidumbre y es la verdad absoluta, y no tiene riesgo ni grado de error; la verdad está en una persona, y esta persona es Jesucristo.
La verdad no está en un concepto, en una acto. No es lo sensitivo, ni lo objetivo; no es lo fenomenológico, o aquello que puede ser relativo. Nuestra verdad está en Jesúcristo, nuestro Señor y Salvador.
Pbro. Fernando Fuentes Amador
