Los caminantes de Emaús
Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros,
Lucas 24:32
mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
El día de Resurrección ocurre esta historia que muestra cómo dos discípulos testigos de los hechos alrededor de la muerte de Jesús se alejan de Jerusalén rumbo al pueblo de Emaús, a 11 kilómetros de distancia. La realidad de la muerte del Señor era abrumadora para ellos de tal forma que su conversación gira alrededor de este acontecimiento, al grado de que no advierten que el mismo Maestro se les empareja en el camino y anda con ellos. En una de esas preguntas que él solía hacer, cuya respuesta ya sabía pero queriendo darles ocasión de expresarse, les cuestiona sobre lo que van diciendo y el porqué de su tristeza evidente. Cuando escucha la respuesta de ellos, les reprocha su tardanza para creer lo que ya estaba profetizado acerca de él, y les repasa las escrituras “comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas” (Lucas 24:27).
Cuando los caminantes de Emaús le piden quedarse con ellos y lo ven partir el pan, nos sigue diciendo la Escritura, sus ojos son abiertos y por un momento entienden la realidad de que Jesús está presente antes de que éste desaparezca de su vista. Sólo un breve momento de lucidez, pero precedido por una experiencia de corazón ardiente al oírle hablar de la Escritura que él encarnaba.
La experiencia del corazón ardiente que se describe en este pasaje, a los metodistas nos trae a la memoria aquella vivida por Juan Wesley el 24 de mayo de 1738, cuando también, al escuchar la explicación del prefacio de Lutero a la carta a los Romanos, experimentó que su corazón ardía de un modo extraño, que confiaba en Cristo, y sólo en él, para su salvación.
Esa experiencia de caminar con Jesús al lado sin advertirlo, seguramente nos ha pasado alguna vez: ir inmersos en el camino teniendo una realidad adversa detrás, o incierta por delante, y de la que hablamos con otros, pero olvidándonos de las verdades expresadas en las Escrituras. Dejamos de recordar las enseñanzas que hemos recibido, nuestra mente se enfoca en la tragedia que nos rodea, y parece que no tenemos salida. Hasta que, de repente, alguien nos recuerda alguna porción olvidada por nosotros, pero que en algún tiempo nos sirvió de consuelo y apoyo; el Espíritu Santo “se nos empareja” y nos susurra aquellos pasajes alentadores y entonces nuestro corazón, apagado y triste, se vuelve a prender y arde con el fuego de Dios.
“La palabra de Cristo more EN ABUNDANCIA en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría…” (Colosenses 3:16), nos dice el apóstol Pablo. Esa palabra revelada y conservada a lo largo de los siglos es la espada de dos filos que penetra hasta partir el alma y el espíritu. Cuando la leemos como parte de nuestra jornada diaria, es esa lámpara a nuestros pies y esa lumbrera a nuestro camino; entonces revivimos la experiencia de los caminantes de Emaús y oímos en nuestro corazón la voz del Señor, susurrándonos al corazón esas verdades que son apoyo poderoso de nuestra fe. Vamos caminando con Jesús y le oímos hablar de cada promesa que él nos ha dado.
Tal vez en esta vida no tendremos una visión como la que tuvieron esos dos hombres en Emaús, que alcanzaron a ver por unos instantes al Señor resucitado. Pero la lectura constante de la Biblia, ese libro vivo por obra del Espíritu Santo, tiene el poder para restaurarnos y hacer arder nuestro corazón y nuestra vida con el fuego de ese Espíritu Santo, que vive en nuestro corazón por el poder de Jesucristo, al igual que ocurrió en aquel atardecer del día de Resurrección.
En este número de El Evangelista Mexicano tendemos la crónica del Campamento Revolución 2024 de la Conferencia Anual Oriental, así como una semblanza de la vida de un metodista de inicios del siglo pasado, Agapito Portugal (para muchos un desconocido, pero con una impresionante trayectoria de servicio). Una descripción hecha por el Pastor Pedro Rivera sobre los pecados de las congregaciones es materia de reflexión, así como el escrito “Ni contraculturales ni entendidos en los tiempos”. Y un interesante artículo, “Yo tengo otros datos, los buenos datos”, nos habla de las preguntas más importantes que podemos hacernos durante nuestra trayectoria de vida. Invitamos a nuestros lectores a leer estas y otras colaboraciones de nuestra segunda edición de marzo.
Como los caminantes de Emaús, queremos que nuestra vida arda mientras escuchamos la voz de Cristo en nuestro corazón:
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.- Juan 16:33
María Elena Silva Olivares
Directora de El Evangelista Mexicano
