EL ESTILO DE PASTOREAR

EL ESTILO DE PASTOREAR

Por Rubén P. Rivera

En este artículo me propongo hacer mención con brevedad de algunos estilos mediante los cuales los Pastores  ejercemos  el quehacer pastoral.  

PATRIARCAL: Es la forma en que ejercieron su autoridad, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y Josué, entre otros héroes del Antiguo Testamento. Se caracteriza por la concentración de todo  poder en la  figura pastoral. Nada puede hacerse o decidirse en la congregación sino lo que ordena el Pastor. En el caso de los patriarcas bíblicos, el estilo funcionaba debido a la plena sujeción de ellos al Señor,  de quien dependían  totalmente y quien  respaldaba  las acciones patriarcales de manera  visible, de modo que el pueblo no tenía duda respecto a la  autoridad del  gobernante. Si el Pastor tiene esta misma clase de relación con Dios, puede cumplir su ministerio con este estilo; pero si no la tiene lo que resulta es un dictador intolerante que destrozará al rebaño.

TEOCRÁTICO: Este estilo se manifiesta en dos formas, a saber, la genuina y la falsa. En el caso de la  primera se encuentran los personajes bíblicos (principalmente en el período de los jueces y reyes), quienes cuando se trataba de tomar una decisión importante consultaban a Dios, por medio del Urim y Tumim o por suertes, sirviéndose de los jueces y/o sacerdotes como intermediarios. En todo caso no actuaban sin que Dios lo ordenara. En el segundo caso están quienes pretendían que Dios había autorizado tal o cual acción  sin que fuera cierto; por ejemplo el caso del profeta mentiroso que se describe en  el Libro 1° de los Reyes, cap. 13. El Pastor que ministra dentro del primer estilo es un creyente espiritual que no toma decisiones sin consultar a Dios. En el caso del segundo tipo, se trata del Pastor que afirma que Dios le ha hablado, sin que tal cosa sea cierta. Este último estilo se usa para manipular y ejercer un control sobre la feligresía, que de otra manera no existiría. El estilo teocrático -cuando es genuino en el tiempo actual- es raro y usualmente se manifiesta solamente en cortos períodos y casos específicos. En cambio, si es falso suele ser más frecuente y acarrea consecuencias lamentables que pueden degenerar en la creación de sectas peligrosas.

EL MATRIARCAL: Como su nombre indica, se trata del estilo en que una mujer,  o un grupo de mujeres, ejerce(n) el pastorado. Cuando se abusa indebidamente se cae en el extremo de la malvada reina Jezabel, mientras que cuando se cumple  con unción se manifiesta a la manera de Débora. Este estilo de forma negativa se da cuando la esposa del Pastor interviene en los asuntos pastorales de manera determinante, sin tener la autoridad. También puede darse cuando una mujer  de la congregación  pretende tener control sobre la congregación  porque aporta donativos especiales, o porque pertenece a una familia de abolengo. Este estilo, cuando es del tipo negativo, acarrea problemas graves para la congregación; pero cuando es del tipo positivo trae bendición y buen funcionamiento al pueblo de Dios. 

EL DEMÓCRATA EXTREMO: Aquí se trata del Pastor que somete toda acción y decisión al consenso de la congregación. Nada hace si no se cuenta con el visto bueno de la iglesia,  no sólo de la Junta de Administradores, sino también de los miembros más destacados del rebaño. Puede darse el caso de que aún cuando ya se haya acordado realizar alguna acción, si  uno o más miembros expresa posteriormente  su descuerdo, el Pastor da marcha atrás a lo ya convenido. En todo caso son la acción y reacción de los congregantes las que determinan el programa eclesiástico. En este estilo el Pastor es meramente un moderador, y en la  práctica trae más problemas que bendiciones, pues no es el modelo pastoral que la Biblia expone.

EL MEDIADOR QUE NO SE ARRIESGA: Se trata del Pastor que promueve la paz en toda situación conflictiva que se presenta. Procura las soluciones que satisfacen a las partes en discordia. Es un conciliador por naturaleza y mantiene a la congregación de manera estable y pacífica. Esto es bueno, pero si quiere que su iglesia crezca  debe arriesgarse a tomar decisiones  que no todos aprobarán de buena gana, pero que son necesarias. Todo crecimiento implica problemas y  el Pastor Mediador tiene que elegir entre mantener la paz  o arriesgarse a enfrentar situaciones críticas con tal de crecer.

EL PROGRESISTA: Para este Pastor lo nuevo es lo que cuenta, lo que la sociedad está aprobando actualmente y el rumbo que señalan las corrientes teológicas del día. Se mantiene actualizado en los aspectos cibernéticos y promueve los adelantos tecnológicos en su forma de trabajar. Mucho de esto es excelente, pero corre el riesgo de perder la firmeza de los cimientos fundamentales de la fe en su afán por mantenerse al corriente de las novedades. Fácilmente puede caer en la aceptación de valores falsos y conceptos erróneos solamente por ser nuevos, eliminando en cambio doctrinas  y normas básicas, por ser añejas.  

EL CLONADOR: Aquí tenemos al Pastor que es experto en copiar las formas, modos y sistemas  de ser y trabajar que se dan en congregaciones  exitosas. Por ello tendremos a un Pastor que predica copiando los temas y maneras de algún predicador de fama; establece en su congregación los estilos de alabanza de otras iglesias y adopta en general toda forma y manera de ministrar según se dan en congregaciones emergentes. No todo es malo en este estilo; pero el Pastor que ministra de esta manera pierde de vista el hecho de que  Dios tiene un plan específico para cada congregación; y si bien hay cosas que debemos conservar en común, hay otras que se deben contextualizar con el medio y circunstancias locales, y esto siempre en dependencia de cuál sea la voluntad divina para la congregación en particular.

EL EQUILIBRADO: Se trata del Pastor que con una auténtica vocación, pone su relación con Dios en primer plano; cuida su buen testimonio, tanto en lo familiar como en lo congregacional; preside compartiendo con sus hermanos la interpretación que Dios le da tocante a la misión y visión del rebaño, y en las acciones del programa es el primero en aportar dinero, tiempo y trabajo. No es quejumbroso ni vengativo. No está inquieto por  el  monto de sus honorarios, porque sabe que  Dios siempre proveerá lo necesario y por ello no depende de su congregación,  sino del Creador, como su Patrón. Está atento a las necesidades del rebaño y procura alimentarlos con sana doctrina y con trato personal amable. Cumple su ministerio, sintiéndolo como un honor y no como una carga. Con estos atributos y los demás que señalan Las Escrituras,  este Pastor  verá crecer  su rebaño, no tanto por las campañas evangelísticas, como por el hecho de que en donde hay buenos pastos, las ovejas se reproducen de forma natural, y al prado saludable ocurren las ovejas que buscan respuestas  apropiadas para sus problemas. Este estilo de pastoreo es el deseable para los ministros; y  Dios puede proveerlo si  lo pedimos de todo corazón y con la disposición de cumplir -tanto feligreses como Pastores- con la parte que nos corresponde.    

EL PERFECCIONISTA: Aquí se trata del Pastor que no se conforma con las cosas logradas a medias; tienen que ser perfectas o no son aceptables. No acostumbra  elogiar a sus líderes, porque en lo general no cumplen sus responsabilidades de modo que lo merezcan. Rechaza los informes de las organizaciones, porque siempre les encuentra aspectos defectuosos. Su opinión de la Denominación es pesimista; y en cuanto a los dirigentes nacionales, siempre afirma que él haría las cosas de mejor manera. Con este estilo de pastoreo se termina por dejar solo al Pastor, puesto que nadie le cumple a  satisfacción. Este ministro olvida que la perfección solamente la tiene Dios y es de humanos errar. Fácilmente critica lo que haya hecho su antecesor, corrige a sus superiores faltando al respeto a la autoridad,  y cancela  los planes y formas de trabajar que  estaban en marcha  antes de su arribo al Cargo Pastoral, sin importar cuán  efectivos eran.

EL QUISQUILLOSO IRACUNDO: En este caso está el estilo de los pastores que son mega sensibles ante toda acción que afecte a su persona, familia o intereses, para mal, según su opinión. Aún si se trata de una broma ligera, inmediatamente reacciona de manera que puede llegar a la violencia verbal y aún física. No hay forma de bromear con él, pues su sentido del humor es escaso. Por lo general interpreta como en contra suya todo comentario o actitud que se diga o haga en forma reservada. Es usual que provoque malas relaciones con la feligresía, por cuanto agrede con facilidad a sus ovejas. Peor aún, suele utilizar el púlpito para externar sus resentimientos en vez de edificar con la sana Palabra. Este estilo de pastorear es lamentable y destructor.

EL CONSTRUCTOR: El estilo de este Pastor se especializa en la construcción. Donde quiera que va deja un templo o un anexo construidos, aunque tal vez descuida la tarea discipular o la evangelización. Cuando llega a un nuevo Cargo Pastoral, su mirada se detiene en las reparaciones físicas que requieren los edificios o en la necesidad de una nueva construcción. Es seguro que su paso por una iglesia quedará señalado con el buen estado en que deja el santuario, si bien la congregación en sí no mejora necesariamente en la misma proporción.

EL SOÑADOR: Aquí tenemos al Pastor cuyo estilo es pensar en grande. Fija metas muy altas y procura entusiasmar a sus ovejas para realizarlas. Se desespera al ver que no obtiene el respaldo deseado; y cuando sus grandes planes no aterrizan, suele culpar a personas y circunstancias ajenas a su voluntad. El problema es que sus sueños no siempre concuerdan con la realidad y se le olvida que todo árbol gigante comienza siendo una semilla. En términos bíblicos, primero hay que ser testigos en Jerusalén para seguir después en toda Judea, Samaria y, finalmente en toda la tierra (Hechos 1:8). Hay el riesgo de que el ánimo de este Pastor se frustre y transmita su desaliento a la feligresía,

COLOFÓN: La lista de estos estilos de pastoreo no es imaginaria ni total. A lo largo de 73 años de mi experiencia como Pastor, he visto en mí y en muchos otros compañeros de ministerio, el desempeño de estos estilos y comprobado sus buenos o malos resultados. En general adjudico los fracasos y malas actitudes pastorales a la ausencia de una genuina vocación, y por ende deviene la falta de un serio compromiso para con nuestro Dios y Su Iglesia. Por otra parte, hay que asentar que El Señor puede hacer maravillas con cualquier estilo de pastoreo, por cuanto él suple lo que nos falta y corrige nuestros errores, siempre y cuando los Pastores no deseemos otra cosa sino agradar a Dios y nos sometamos a Su voluntad. Por tanto no es indispensable que tengamos todas las cualidades de un Pastor ejemplar; véase el caso de Juan Wesley, quien no era predicador sobresaliente como Jorge Whitefield, ni tenía el talento musical de su hermano Carlos, pero en cambio poseía un peculiar estilo para organizar y enseñar y con esto Dios realizó  una labor admirable. Por ello tengo confianza en que Dios, quien conduce a la nave eclesiástica, hará que su voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo, pese a nuestras deficiencias humanas. ¡Veremos mejores tiempos y victorias por la obra de Aquel que sostiene el universo y pastorea en su Gracia a la iglesia!