EDITORIAL

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La persona tras el Pentecostés y el corazón ardiente

El mes de mayo en curso es de significado especial para el pueblo evangélico en general y para los metodistas en particular: como evangélicos, el 19 de este mes celebraremos lo que llamamos el Pentecostés, la experiencia que marcó el nacimiento de la iglesia cristiana; y el 24, como metodistas recordamos la conversión de Juan Wesley y el inicio del movimiento metodista. 

La venida del Espíritu Santo, ya no como alguien que tocaba las vidas de algunos cuantos elegidos, sino ahora su derramamiento completo sobre todos y cada uno de los que habían creído en Jesús, ocurrió en la fiesta judía del Pentecostés, y fue ese parteaguas que convirtió a un grupo de tímidos discípulos en valientes embajadores de Cristo; desde entonces ha permitido que la iglesia de Cristo siga adelante, a pesar de las viscisitudes, pues la tercera persona de la Trinidad es quien guía a los creyentes a toda verdad y acompaña a la iglesia todos los días, y hasta el fin del mundo, glorificando a Cristo. Pero también la llamada “experiencia del corazón ardiente”, de Juan Wesley, reconocida como el inicio del movimiento metodista a nivel mundial, fue inspirada por el Espíritu Santo, quien convence de pecado, de justicia y de juicio, según Juan 16:8-11.

En realidad, tanto al recordar el Pentecostés como el nacimiento del metodismo, estamos refiriéndonos al poder que el Espíritu Santo da a los creyentes para vivir la vida cristiana. Los discípulos que no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo en el tiempo de la iglesia primitiva; y Juan Wesley al testificar de su experiencia de sentir que sus pecados eran perdonados, y que podía amar a quienes eran sus enemigos: todos ellos vivieron una relación con el Padre a través de Jesucristo, como persona, y a la vez una relación con el Espíritu Santo, con el cual los creyentes somos sellados, marcados como propiedad divina. 

Nuestro símbolo como Iglesia Metodista de México incluye una representación de una barca siendo impulsada mar adentro por un viento recio, el viento del Espíritu Santo. Esto nos recuerda que nada que hagamos en nuestra vida como creyentes en Jesús es atribuible a otra persona que no sea el Espíritu Santo: “Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos , y serás mudado en otro hombre. Y cuando te hayan sucedido estas cosas, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está contigo”, le dice Samuel a Saúl al ungirlo como primer rey de Israel (1 Samuel 10:6-7). Sabemos del triste final de Saúl por no haber permanecido bajo la bendita influencia del Espíritu del Señor; pero ya desde el Antiguo Testamento se anunciaba lo que Jesús les diría a sus discípulos antes de ascender al cielo: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

El Espíritu Santo es el protagonista del Pentecostés, del nacimiento del metodismo, y en la actualidad tiene que seguir siendo el protagonista de nuestro pensar, hablar y actuar, pues él es quien nos da el carácter de Cristo y solamente si él nos dirige podremos afirmar que somos hijos de Dios -así lo dice Romanos 8:14. Las celebraciones que tendremos en este mes deben ser expresión de una experiencia continua de vida en el Espíritu, no un memorial ritualista para cumplir con una fecha en el calendario. Dios nos permita que pueda ser así.

Como en cada edición, les invitamos a participar con nosotros leyendo, comentando y compartiendo cada una de nuestras publicaciones en esta edición. Empezamos con un importante comunicado de nuestro Colegio de Obispos, que sirve de orientación acerca de la postura que como Iglesia Metodista de México tenemos ante los recientes acuerdos tomados por la Iglesia Metodista Unida de Estados Unidos en su Conferencia General, en relación con el tema de la diversidad sexual, y que también aparece en nuestra página de Facebook.

Honramos la memoria del Pbro. Eleazar Zamor Escobar, fallecido el 9 de mayo pasado, e incluimos una colaboración del Director del Archivo Histórico Nacional sobre José  Donato Rodríguez y Romero, también recientemente fallecido. 

Nuestra edición contiene también tres artículos históricos, dos reflexiones sobre discipulado y grupos celulares, una reflexión sobre la naturaleza del culto que celebramos en nuestras iglesias y la acostumbrada sección de Noticias Internacionales, que también invitamos a leer, comentar y compartir. Esperamos que su lectura sea de interés para ustedes. 

Antes de finalizar esta editorial, queremos extender una felicitación y reconocimiento a la labor de quienes enseñan en las aulas de nuestras iglesias y en las diferentes escuelas del país: nuestros maestros, que este 15 de mayo celebran su día. Ya sea que enseñen en el ámbito secular, o dentro de nuestras congregaciones, su trabajo marca la vida de cada uno de los niños, jóvenes o adultos que tienen a su cargo, y su valiosa labor desde luego no termina con el horario de sus clases. Dios bendiga sus vidas y sigan siendo ese enlace dentro del proceso enseñanza-aprendizaje, que nunca termina.

Sinceramente,

María Elena Silva Olivares
Directora de El Evangelista Mexicano