Reflexión crítica e integradora sobre el discipulado transformador 

Reflexión crítica e integradora sobre el discipulado transformador 

Mtro. Manuel Osorio Romero

(Primera parte)

1. Introducción

Siempre he considerado que llevar el evangelio al mundo es una tarea humanamente imposible. Uno, por la condición limitada de quienes hemos recibido el llamado pastoral, y otra, por la inmensa extensión que esta tarea tiene. Si pensara además, que de manera exclusiva, sólo debemos lograr la misión con pastores espiritual y académicamente formados, pues la tarea sería aún menos probable. ¿Cuánto dinero costaría? ¿Cuánto tiempo llevaría? ¿Cuántos estarían dispuestos a participar? Y al finalizar el proceso ¿podríamos pensar que ya tenemos todo lo necesario?

Ante este desafío, entre todas las necesidades que pudiera imaginar, Jesús propone orar por obreros. Y no creo que se refiera sólo a pastores profesionales, sino a todo creyente que esté dispuesto a salir a la acción, al campo, a sembrar y a cosechar. 

Ahora bien, como todos sabemos, el trabajo en el campo es arduo, pero no significa que sea improvisado y carente de completo conocimiento, habilidad o técnica. Entonces es lógico pensar que además de obreros, ganas y disposición para el trabajo, se requiere, por lo menos, de una formación básica y práctica.

Me propongo en este escrito, y en base a la lectura propuesta para tal fin, desarrollar una breve reflexión acerca de mi acompañamiento pastoral en la formación y participación de los laicos en la misión de Dios.  Con este propósito comentaré sobre los siguientes aspectos: (a) Los fundamentales, (b) Los obreros, (c) El campo (d) La organización, (e) Las estrategias, y (f) Conclusiones finales. Todo esto dentro del marco teológico que propone, a mi entender el siguiente texto bíblico:

“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (RVG. Mat. 9:36-37).  

2. Los fundamentales

Sospecho que una de las mayores crisis que enfrentamos es la extinción progresiva del discipulado. Ya no discipulamos; y si lo hacemos, ya no lo asumimos como un movimiento transformador, sino como un programa académico o como un requisito para la participación.

Watson, distingue entre un discipulado que informa y uno que transforma. El discipulado que informa te permite aprender sobre lo que se predica, mientras que el discipulado transformador te permite practicar lo que aprendes (10).

Por su parte Ogden califica al discipulado actual de simple y nos alerta sobre los peligros de un crecimiento sin profundidad (32).

Hirsch destaca cinco cualidades que Steve Addison identifica y que son aplicables a un discipulado que se despliega como un movimiento transformador: (a) Una fe ardiente: todo movimiento inicia a partir de un encuentro con Dios, directo y transformador. (b) Un alto nivel de compromiso: quien ha experimentado un encuentro con Dios responde con la entrega de su propia vida. (c) Una relación magnética: El estilo de vida de los discípulos se hace atractiva y deseable. (d) Una estructura funcional: La organización permite la fluidez y maximiza la participación. (c) Una metodología dinámica: Significa que el movimiento puede adaptarse mediante el uso de métodos, nuevas técnicas y estrategias innovadoras para proclamar el evangelio (Caminos Olvidados 105).

Considero que no tiene sentido que ore a Dios por obreros que luego no voy a equipar adecuadamente.  Así que entre los fundamentales a revisar, para asegurarme de un buen equipamiento de los laicos, me urge profundizar sobre el enfoque del discipulado, su implementación y evaluación regular.  De alguna manera entiendo que estos propósitos están relacionados con la compasión de Jesús hacia las multitudes.  Entiendo que su invitación a orar por obreros es también un compromiso con un discipulado transformador.

3. Los obreros

Particularmente me llama la atención que cuando Jesús vio a la multitud con compasión, la  necesidad más importante que él identificó fue la de “obreros”.  A mí nunca se me hubiera ocurrido algo así. Yo hubiera pensado en comida, medicina, dinero, vivienda y todo lo relacionado a sus derechos fundamentales como ser humano. Yo hubiera pensado en algo concreto que dar; pero Jesús pensó en la necesidad de acompañamiento para el desarrollo, el florecimiento y el empoderamiento.  

Jesús vio a las multitudes como “campo” con el potencial enorme para la cosecha.  El campo lo tiene todo, lo único que hace falta son obreros que amen el campo. Por supuesto que este amor por la multitud, no viene de la multitud, viene de Dios:

“El amor sobrenatural y santo de Dios no es una cosa suave y confusa como algunos han pensado. Es lo más difícil y glorioso que haremos. Requiere una intención clara, una atención aguda y una práctica enfocada durante un largo período de tiempo. Más que nada, se necesita un tipo particular de marco relacional para que florezca. ¿Por qué amar? Porque es el punto decisivo del discipulado. Hemos llegado a creer que el amor de Dios es el poder de Dios. Este tipo de amor no se puede aprender en la multitud. Se puede aprender mejor a través del discipulado en bandas” (Benjamin y Walt 6).

He entendido que el amor es fundamental para un discipulado transformador, y que ese amor no se activará en mi únicamente mediante un proceso cognitivo o intelectual, requiere necesariamente de un marco relacional que me permita vivir la experiencia de amar y ser amado. Es sólo mediante la integración del amor en mis relaciones interpersonales que éste puede florecer. Esta es probablemente la razón por la que Jesús considera que los obreros son la mayor necesidad de las multitudes dispersas.

En algún tiempo pensé que lo más valioso del discipulado que yo había recibido era la calidad del material; pero ahora que reflexiono en ello, considero que lo mejor que recibí fueron las personas que me acompañaron en el proceso. Viene a mi mente mi primer discipulador, Oswaldo Betancour, un joven muy amable, servicial y disciplinado. Lo relacionaba con Moisés porque era tartamudo y en ocasiones batallaba para terminar algunas palabras, pero su amor y dedicación eran incuestionables. 

Ahora que lo pienso bien y miro hacia atrás, lo más importante fue la manera en que ellos me miraban, me miraban como Jesús: con compasión. Y lo mejor que me entregaron más allá del material, el contenido y las experiencias vividas, fue su ejemplo de constancia, dedicación y respeto. Aprendí más por sus vidas que por sus palabras. ¡Bendigo el nombre de Dios por sus vidas!

“No fallamos en la misión de Dios en el mundo por falta de más información o mejor contenido o habilidades mejoradas. Fallamos por falta de amor. No tenemos un problema de contenido. Tenemos un problema de conexión. Nuestro principal desafío no es aprender más, sino amar más” (Benjamin y Walt 6). 

Hisch, realza el valor que tiene el hecho de sentirnos parte de una misión común, en la que nos apoyamos mutuamente y nos sobreponemos a la adversidad, mediante el despertar de conciencia y el auto descubrimiento de fortalezas, que nunca imaginamos, pero que han servido para compensarnos y acompañarnos lo unos a los otros en nuestro peregrinaje (Caminos Olvidados 257).

Jesucristo no me desafía a trazar una misión, él ya la tiene trazada. Jesús me desafía a consagrarme a esa misión entregando lo mejor de mi en cada momento. Y aunque me vea muy lejos de lograr la misión de Dios, el solo hecho de consagrarme a ella genera un poderoso proceso de transformación que actúa principalmente en mí mismo:  

“Encontramos todos estos elementos en la manera en que Jesús formó a sus discípulos cuando se embarcaron juntos en un viaje que los alejó de sus hogares, su familia y su seguridad (fuera social o religiosa) en una aventura que conllevó liminalidad, riesgos, aprendizaje práctico, communitas y descubrimientos espirituales” (Caminos Olvidados 257).

El Apóstol Pablo asegura que Dios ha llamado y dotado a los creyentes con habilidades que nutran y perfeccionen la imagen de Cristo en cada uno de nosotros:

“Y Él mismo dio a unos, apóstoles; y a unos, profetas; y a unos, evangelistas; y a unos, pastores y maestros; a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos en la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (RVG Efe 4:11-13).

(Continuará…)


Obras Citadas

Benjamin, Mark, y John David Walt. Discipleship Bands: A Practical Field Guide. 2018.

Hirsch, Alan. 5Q: Reactivating the Original Intelligence and Capacity of the Body of Christ. 2017.

—. Caminos Olvidados: Reactivando Los Movimientos Apostolicos. 2017.

Institute, The Arbinger. Anatomía de la paz: La resolución del corazón del conflicto. Traducido por Blanca González Villegas, 2017.

Ogden, Greg J. Discipulado que transforma: El modelo de Jesús. Editorial CLIE, 2016.

Rath, Tom. Descubre tus fortalezas 2.0. Traducido por Xantal Aubareda Fernández, 2021.

Roxburgh, Alan J. Missional map-making: skills for leading in times of transition. 1st ed, Jossey-Bass, 2010.

RVG. Santa Biblia (RVG 2010). Chick Publications, Incorporated, 2019.

Watson, Kevin M. La Reunión de Clase: Recuperando Una Experiencia de Grupos Pequeños Olvidada (y Esencial). Seedbed Publishing, 2014.