María Elena Silva Olivares
Este mes de mayo que toca a su fin, celebramos a todas las mujeres que han tenido la dicha y privilegio de ser madres. Los creyentes lo hacemos no sólo por una cuestión de calendario, sino como un reflejo de nuestra obediencia al mandamiento de honrar a nuestros padres, que Dios estableció al pueblo que liberó de Egipto. Reconocer la labor de las mujeres que han transferido de su propia vida a la de sus hijos, ya sea en un sentido físico o en el espiritual (gracias a Dios por las madres que lo han sido por adoptar hijos ajenos), es fuente de gozo tanto para quienes damos ese reconocimiento como para quienes lo reciben.
Sin embargo, quiero hablar de una conducta que se ve comúnmente en la actualidad, en relación con el uso que algunas madres hacen del teléfono celular, y cómo esto puede afectar su relación con sus hijos, por no decir con el resto de su familia y hasta con el Señor: el uso indiscriminado del teléfono celular. Me ha tocado ver a madres que tienen enfrente a sus hijos, aún pequeños, y están concentradas en la pantalla de sus teléfonos celulares en lugar de prestarles atención a los pequeños; ya sea que estén en sus casas, en la calle u otro lugar, estas escenas las he podido ver muchas veces, aún en sitios donde se percibe que hay necesidad económica, lo cual indica que la influencia de este dispositivo afecta a personas de cualquier clase social. Y qué decir de la influencia que ha tenido desde hace muchos años la televisión, que ha sido la “niñera” de muchos de nosotros.
Un estudio hecho en 2017 reveló que la división de atención entre un cuidador -en este caso, la mamá- cuando aquél usa un teléfono celular, y el niño al que cuida tiene en éste efectos negativos en la seguridad de su apego, su regulación psicológica y conductual y su competencia social (Kourochvili, 2017, 52). La distracción que representa un dispositivo electrónico afecta eventualmente la atención y la relación de la madre con su hijo.
Lo anterior es preocupante, pero aún tenemos el tema de que las madres -quienes regularmente pasan más tiempo con los hijos- no sólo usan ellas estos dispositivos, sino además permiten que sus retoños tomen el teléfono celular, un aparato diminuto, apenas puedan sostenerlo con sus manos. Un estudio realizado por médicos argentinos reveló que, de un grupo de 150 encuestas realizadas a padres de niños mayores de 18 meses y menores de 4 años, el 100% de los pequeños utilizaban los medios digitales de manera individual o combinada: los más empleados eran la televisión (98%) el smartphone (80%), la tableta (52.7%) y la computadora (en un 24% de los casos) (Pedrouzo et al., 2020,394-395). Es decir, que de cada 100 niños, según la muestra de este estudio, todos se ven expuestos a la televisión y 80 al teléfono celular; y el promedio diario de exposición encontrado fue de ¡2.25 horas por niño!
El mismo estudio señala:
En oportunidades, el niño pequeño se encuentra solo frente a una pantalla y reemplaza el tiempo de juego necesario para representar, explorar, vincularse con los demás y con el mundo que los rodea. El intercambio en el juego entre padres e hijos puede estar influenciado por su propio apego a las pantallas (Pedrouzo et al., 2020, 394).
La relación con los hijos, el vínculo que nos permite transmitirles nuestra herencia cultural (en lo espiritual y en lo moral) se ve afectado por la falta de sabiduría en el uso de medios digitales. Y es que el celular ocupa dos cosas: nuestras manos y nuestra vista. Recordando Apocalipsis 13:6 -cuando la bestia hace que todas las personas lleven en la mano derecha o en la frente una marca- pudiéramos hacer una similitud con el teléfono celular, que ocupa nuestras manos y nuestra mente, y nos somete a la influencia del maligno si no entendemos que debe ser sólo UN INSTRUMENTO que debemos usar con sabiduría, y no dejarnos “sorber el seso” por las imágenes o información que podamos tener disponibles allí.
¿Qué dice la Biblia al respecto? El Señor Jesús nos advierte de cuidar lo que ven nuestros ojos: La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? (Mateo 6:22-23). Y unos versículos antes vemos su llamado a no hacernos tesoros en la tierra: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (Mateo 6:19-21); categoría a la que podemos llegar a elevar a ese aparato diminuto que es el teléfono celular. ¿No es verdad que cuando no lo hallamos lo buscamos con afán y hasta preocupación?
“Bueno”, diríamos, “es que tengo mucha información almacenada allí”.
Pero ¿en verdad es sólo es por la información que allí tenemos?¿O quizá sea por la comodidad y aún el placer que hallamos viendo las imágenes que podemos encontrar? ¿Vale la pena perder la oportunidad de establecer un vínculo fuerte con nuestros hijos por prestar atención al contenido de una pantalla? Deuteronomio 6 nos recuerda que tenemos que hablar de las palabras de Dios con nuestros hijos andando en la calle, por el camino, al acostarnos y al levantarnos. La tradición oral pierde su fuerza cuando dividimos nuestra atención entre el celular y nuestra descendencia. La buena noticia es que nosotras tenemos la decisión de revertir la influencia negativa del uso indiscriminado de los dispositivos digitales, y salvaguardar así la relación efectiva con nuestros hijos.
Referencias
Kourochvili, M. (2017). TECHNOLOGY AND CAREGIVER-CHILD INTERACTION: THE EFFECTS OF PARENTAL MOBILE DEVICE USE ON INFANTS. Recuperado el 30 de mayo 2024 de https://yorkspace.library.yorku.ca/server/api/core/bitstreams/8b0079ea-822f-4a5d-be29-69e8029e3c26/content
Pedrouzo, S., Peskins, V., Garbocci, A. M., Sastre, S. G., & Wasserman, J. (2020). Uso de pantallas en niños pequeños y preocupación parental (Archivos Argentinos de Pediatria ed., Vol. 118(6);393-398). Recuperado el 30 de mayo de 2024 de https://sap.org.ar/uploads/archivos/general/files_ao_pedrouzo_20-10pdf_1602265750.pdf
