(Cuarta y última parte)
Eygler Villa Terán
Nota de la Dirección: En este número concluye la reproducción de un interesante artículo, que si bien analiza la situación cultual en la iglesia evangélica colombiana, nos parece relevante para el contexto de nuestro país. Puede darse seguimiento al escrito desde la aparición de su primera parte, en la edición del 30 de abril de 2024.
La práctica de Isaías 1:10-20 en el Nuevo Testamento
La práctica cultual del Nuevo Testamento tiene muchos de los elementos del culto de este pasaje de Isaías. Por eso, aquí sólo se señalarán algunos pasajes en que los elementos de historia, teología, ética y práctica sean más notables. En el libro de Hechos se nota que un orden cultual en el que la iglesia naciente se centraba era la enseñanza apostólica, la comunión, el partimiento del pan y la oración como prácticas litúrgicas.
También en 1 Corintios 14:26 el apóstol Pablo plantea un orden para los cultos en que cada elemento presente debe contribuir a la edificación de todos los miembros de la iglesia.
También en el culto neotestamentario se nota una declaración de fe (1 Co 15:1-4; 1 Tm 6:12) que permite ver el elemento histórico y teológico presente en la liturgia. Otros textos indican que se realizaban oraciones que eran comunes para todos (1 Tm 4:13; 1 Ts 5:27; Col 4:16). Además, hay algunos textos que sugieren que se recolectaban ofrendas para los más necesitados de la comunidad cristiana (1 Co 16:1-2; 2 Co 9:10-13; Rm 15:26).
De acuerdo a lo anterior, el culto cristiano, aunque tenía mucho del culto sinagogal, adquirió otros elementos relacionados con la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo. El centro de interés pasó de la ley a los libros proféticos. También empezaron a tomar forma las cartas y memoria de los apóstoles, y las colecciones de los dichos y hechos del Señor (77).
Acerca de este culto del Nuevo Testamento, Acosta señala que en Mateo 5:23 se notan algunas pistas de lo que implica el culto. El hecho de que al momento de presentar laofrenda se tiene consciencia de que hay un conflicto irresuelto con algún hermano, el oferente debe solucionar esa dificultad antes de presentar la ofrenda para que ésta pueda ser aceptada ante el Señor. Esto indica que el culto comunitario brinda una oportunidad para
pensar en las relaciones con el prójimo, “la restauración de las cuales debe aún preceder al acto cúltico” (78). Esto es precisamente lo que señala Is 1:16-17, donde se indica que debe haber un compromiso genuino con el pobre para que dicho culto sea aceptable ante el Señor.
La práctica de Isaías 1:10-20 en la historia de la iglesia
Por ser este un tema muy amplio, sólo se indicarán algunos casos que refuerzan claramente los elementos fundamentales del culto de acuerdo con el texto de Isaías. En una carta de Plinio el Joven, escrita al emperador Trajano, describe de la siguiente manera el culto de los cristianos en Bitinia donde Plinio era gobernador:
Aseguraban, asimismo, que toda su culpa o su error no había sido más, según ellos, que haber tenido por costumbre reunirse un día señalado antes del amanecer, cantar entre ellos, de manera alterna, en alabanza a Cristo como si fuera un dios, y comprometerse mediante juramento no a delinquir, sino a no robar, ni cometer pillajes ni adulterios, a no faltar a su palabra ni negarse a devolver un depósito cuando se les reclamara. También decían que una vez realizados estos ritos, tenían por costumbre separarse y reunirse de nuevo para tomar el alimento, totalmente corriente e inocuo, pero que dejaron de hacerlo tras mi edicto, por el cual, según tus mandatos, había prohibido que hubiera asociaciones (79).
Estos actos litúrgicos descritos tienen un lugar determinado, lo que generalmente se interpreta como significando el domingo. El primer acto se observa antes del amanecer cuando se canta un himno a Cristo como Dios y los cristianos se comprometen a abstenerse del mal. Se reúnen más tarde para comer lo que se describe como comida común e inocua, lo cual puede verse como otro rito (80).
También Justino Mártir en el siglo segundo, en su Apología al emperador Antonino Pío (140 d. C) hace una descripción de cómo se celebraba el culto dominical normalmente:
En el día que tiene su nombre del sol, todos los hermanos que habitaban las ciudades o la campiña, se reúnen en un lugar común; y en estas asambleas se leen
las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas. Habiendo terminado la lectura, el que preside pronuncia una alocución exhortando y alentando a seguir aquellas hermosas enseñanzas y ejemplos. Después todos juntos nos ponemos de pie y dirigimos nuestras oraciones al cielo. Concluidas las oraciones, traen pan y vino con agua, y el que preside, eleva con la mayor devoción oraciones y acción de gracias, y el pueblo aclama diciendo: amén. Luego se procede a la distribución de todo lo que se ha consagrado, y todos los presentes comulgan; y los diáconos llevan a los ausentes (81).
Finaliza esta descripción mencionando los dones reunidos por personas pudientes; estos son entregados al líder para emplearlos según le parezca para el sostén de viudas, huérfanos y extranjeros. Señala que el día cristiano de culto es el primer día de la semana porque conmemora la creación y la resurrección del Señor (82).Este mismo orden persiste en el siglo tercero donde se seguía una estructura de lectura de la Palabra, cánticos o himnos, oración de pie con plena participación, celebración y acción de gracias con la cena del Señor, colecta para ayudar a viudas, huérfanos, enfermos y encarcelados (83).
Por su parte, los reformadores intentaron replicar el modelo del culto de la tradición apostólica. Por ejemplo, en el concepto luterano de la cena del Señor la comunión de los cristianos en y con el Señor viviente era fundamental. Esta idea es prominente en el Nuevo Testamento, particularmente en los primeros capítulos de Hechos, pero casi se había perdido en la enseñanza de la iglesia medieval. El culto en Lutero más que un espectáculo, se convirtió en una acción común en la que todos participaban. Pero para que todos participaran era necesario que el culto fuera inteligible al contener elementos didácticos.
Esto podía lograrse manteniendo la celebración de la cena del Señor como el servicio central de la iglesia. Así en 1520 declaró que la cena debía celebrarse diariamente en toda la cristiandad, pero tres años más tarde indicó que fuera celebrado sólo los domingos.
Como resultado, la celebración semanal de la cena del Señor se convirtió en la tradición luterana primitiva (84).
Además, Calvino en su apología con que introdujo su manual en 1545 describe el culto de la siguiente manera:
Comenzamos con la confesión de nuestros pecados, añadiendo versículos de la ley y el Evangelio y luego se nos asegura que, así como Jesucristo posee en sí mismo justicia y vida, y así como él vive por amor del Padre, nosotros somos justificados en él y vivimos la nueva vida mediante el mismo Jesucristo. Continuamos con salmos, himnos de alabanza, la lectura del evangelio, la confesión de nuestra fe (es decir, el credo apostólico), y las santas oblaciones y ofrendas. Luego se sigue que debemos orar por la salvación de todos los hombres, porque la vida de Cristo se encienda grandemente en todos nosotros. Ahora bien, la vida de Cristo consiste en esto, en buscar y salvar lo que está perdido; bien hacemos entonces en orar por todos los hombres. Y porque verdaderamente recibimos a Jesucristo en este sacramento, le adoramos en espíritu y en verdad; y recibimos la eucaristía con gran reverencia, concluyendo todo el misterio con alabanza y acción de gracias. Por tanto, este es todo el orden y razón para su administración de esta forma; y concuerda también con la administración de la antigua iglesia de los apóstoles, mártires y santos padres (85).
Respecto a la celebración de la cena del Señor Calvino dice que debe hacerse por lo menos una vez por semana y lo propuso como ideal para todos los que vendrían después de él (86).
Por último, el culto de los menonitas, el cual fue impulsado por Menno Simons (1496-1561), intenta destacar el hecho de que en la iglesia primitiva, la adoración, demuestra sencillez y simpleza pero con una profunda convicción del porqué se celebraba la nueva vida (87). Esto lo asumen con base a uno de los textos donde Lucas señala que los integrantes de la iglesia primitiva perseveraban… partiendo el pan en las casas, lo cual hacían juntos con alegría y sencillez de corazón (Hch 2:46). En este sentido, una de las características más sobresalientes del culto menonita involucra el aspecto ético y moral. Por lo cual en su liturgia se da la presentación de las visitas o personas nuevas; donde todo el culto se hace teniendo en cuenta a quienes visitan para que puedan comprender cada acto que se realiza en el culto (88).
En resumen, la práctica de Isaías 1:10-20 a lo largo de toda la Biblia y en la historia de la iglesia evidencia que el orden litúrgico del culto involucraba la vinculación de los elementos histórico, teológico, ético y práctico como indispensables en estas celebraciones.
Dichos elementos en su conjunto sirven de cauce y expresión para guiar a la congregación a un encuentro pleno con Dios. Por tanto, la formulación correcta de esos elementos expresa la verdad de Dios en una forma adecuada.
Además, con estos elementos el pueblo de Dios tiene las directrices para saber quién es Dios y para asegurar un culto apropiado a su voluntad. Es de notarse que en todos estos modelos de culto el individualismo y egocentrismo no tienen lugar, porque dicha fórmula requiere la participación e involucramiento activo de toda la comunidad congregada. Este involucramiento refleja el compromiso que se tenía con Dios y con el prójimo.
Todas estas formas de culto del Antiguo Testamento, Nuevo Testamento y en la historia de la iglesia cristiana ponen de relieve algunos de los problemas que tiene la práctica cultual en la actualidad.
Conclusión: relevancia de Isaías 1:10-20 para la iglesia evangélica
Por todo lo anterior, se concluye que la iglesia evangélica colombiana, aunque considere que la forma de presentar su culto es aceptable delante del Señor, hay situaciones que requieren ser revaluadas. Por ejemplo, el hecho de que en algunos sectores de la iglesia evangélica se desconozcan las razones por la que se realiza el bautismo, la Cena del Señor o en otros casos se anulen ciertas prácticas litúrgicas importantes, entre otros, demuestra la falta de unidad de los elementos constitutivos del culto según Isaías 1:10-20. Ante esto, la iglesia evangélica colombiana necesita reflexionar en la manera en que debe integrar la historia, la teología, la ética y la práctica en la liturgia para que el culto siga el patrón divino observado en el Antiguo y Nuevo Testamento, así como en la historia de la iglesia. Pues si bien el culto está siendo individualista y espontáneo, hay que analizar las formas en que estos elementos constitutivos puedan equilibrarse para que llegue a ser bíblico y los participantes gocen de una plena identidad evangélica.
Esto debido a que el culto no sólo tiene una centralidad teológica sino también antropológica, pues las personas que se reúnen a celebrar su fe moldean, orientan y encarnan el sentido de ese culto para sus vidas. Por tal razón, el tema de la participación en el evento tiene que ser tomado muy en serio. En este sentido, el culto es responsabilidad detoda la iglesia, es la expresión de la fe y su esperanza, la fiesta que todos y todas preparan a fin de afirmar una identidad como grupo de creyentes (89).
Ahora bien, el culto en Isaías 1:10:15 fue rechazado por la distorsión que los oferentes tenían de los elementos histórico (representado en las fiestas), teológico y ético. Respecto a esto, hay que preguntarse si cuando se realiza el culto, qué elementos de estos no está siendo bien empleado o no se está incluyendo en el servicio. Y si se están usando los cuatro elementos en el culto, hay que preguntarse si están siendo empleados a la luz de toda la revelación bíblica o sólo de algunos pasajes en particular.
Uno de los elementos más descuidados en el culto según este texto de Isaías es el ético, porque al marginar al huérfano y a la viuda, no se les estaba haciendo justicia. Por lo cual, el Señor exhorta a los oferentes a tener presente este elemento en sus celebraciones. Respecto a eso, Acosta señala que si hay un tema en el que debemos pensar los colombianos con urgencia es el de la ética. Y al igual que en Isaías, propone que debería ser parte del culto, ya que cuando se llega ante de Dios se hace en comunidad (90).Por último, se proponen cuatro reflexiones respecto a la relevancia de Isaías 1:10-20 para la liturgia de la iglesia evangélica colombiana.
Primero, con base en la historia se debe plantear el hecho de que cuando se prioriza la espontaneidad y la improvisación en el formato bíblico, es privarse de un fondo inmenso de experiencia necesaria para el enriquecimiento de la fe y consecuentemente de la liturgia que se practica. Ahora bien, esto no implica necesariamente la renuncia a la espontaneidad, sino que se tenga una equilibrada combinación con formas más escriturales como se ha señalado en este estudio.
Segundo, la teología del culto debe afirmar de manera contundente la centralidad del conocimiento de Dios como eje en torno al cual debe girar todo el quehacer litúrgico.
Tercero, la ética presente en Isaías 1:16-17 invita a considerar que el culto debe ser una base para la práctica de la justicia social. Este llamado a practicar la justica en la comunidad, el pueblo de Israel debía guardarlo siempre porque ellos fueron receptores de la justicia del Señor al ser liberados de la esclavitud. Por tanto, esto debe incentivar a la
iglesia a que todo elemento del culto tiene que ser, necesariamente, compartido y celebrado por todos en la comunidad del pueblo de Dios.
Finalmente, en el elemento práctico hay que considerar que el culto agradable a Dios no consiste sólo en ayunos, cantos, músicas y grandes celebraciones, como en Isaías 1:11-15; sino que implica el uso equilibrado de los cuatro elementos esenciales del culto. Esto es muestra de que se está realizando la voluntad de Dios, la cual se evidencia por el conocimiento correcto del Señor, por el uso correcto de la historia en la práctica litúrgica y por el compromiso genuino que se tiene hacia los más vulnerables de la sociedad.
NOTAS:
76 William D. Maxwell, El culto cristiano: su evolución y sus formas, Trad. de Roberto E. Ríos, Biblioteca de estudios teológicos, (Argentina: Methopress, 1963), 17.
77 Maxwell, El culto cristiano, 17.
78 Acosta Benítez, “El arte de ser y hacer culto”.
79 Francisco García Jurado, “La carta sobre los cristianos escrita por Plinio el Joven”, Reinventar la Antigüedad, (blog), Último acceso: 19 de abril de 2021, https://clasicos.hypotheses.org/2929.
80 Maxwell, El culto cristiano, 23.
81 Rodríguez, Antología de la liturgia cristiana, 55; Maxwell, El culto cristiano, 27.
82 Maxwell, El culto cristiano, 27.
83 Varela Álvarez, El culto cristiano, 43.
84 Maxwell, El culto cristiano, 93.
85 Maxwell, El culto cristiano, 139.
86 Maxwell, El culto cristiano, 139.
87 Rodríguez, Antología de la liturgia cristiana, 491.
88 Rodríguez, Antología de la liturgia cristiana, 493.
89 Amós López Rubio, “Celebrar, participar, crear: equipos de liturgia”, Arte, liturgia y teología, n.° 36 (2013): 57.
90 Acosta Benítez, “El arte de ser y hacer culto”.
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