Por Denisse Esparza
Encuentros. El diccionario define esta palabra como el acto de coincidir en un punto dos o más cosas, a veces chocando una contra otra (1). Cuando esto ocurre por primera vez con otro ser humano, es impresionante. En ocasiones, estos encuentros se vuelven importantes, ¿te ha sucedido? ¿Alguna vez te pasó que conociste a alguien y poco a poco se volvió especial en tu vida? ¿Recuerdas cómo conociste a tu pareja o a tus mejores amigos? ¿O qué tal la vez que viste por primera vez a tu hermano menor? Quizá fue deslumbrante desde la primera vista y continuó siendo así; a lo mejor, en un primer momento, esa persona era insignificante, pero luego las cosas cambiaron; tal vez no te agradaba y ahora son inseparables… o te sigue cayendo mal.
Durante nuestro caminar por la vida, todos nos hemos encontrado con ciertas personas que han sido especiales, de tal forma que su presencia en ese momento específico fue el factor que determinó la manera en la cual te impulsaste hacia el siguiente paso… o tropiezo. Creo que todos tenemos historias de ese estilo, y seguramente estás recordando una que otra. Yo he tenido varias; algunas muy divertidas, otras simples, pero importantes. Así he conocido a mis mejores amigos, a mis personas favoritas, a los seres humanos más admirables, aunque también podría hablar de algunos otros encuentros con personas que preferiría no tener cerca.
A una de mis mejores amigas, Aralí, la conocí en la fila de inscripciones de la Facultad de Derecho. Desde ese día se convirtió en una de mis mejores amigas, de esas a quienes conscientemente decides llamarles hermanas, aquellas que no las separa ni la distancia en el tiempo y el espacio, aunque ahora viva muy lejos de mí. Puedo pensar en otro tipo de encuentros, cuando no sólo son personas sino circunstancias, situaciones, cosas, cuando te topas en la vida con un imprevisto, con algo espectacular o con un suceso inesperado y lamentable. Lo cierto es que en nuestra vida constantemente nos topamos con algo.
Un ejemplo de un encuentro no grato, le sucedió a don Rober, un señor autista de casi 60 años. Se atravesó mientras yo miraba hacia el otro lado de la calle cuidando que no viniera ningún vehículo para cruzar (avenida de un solo sentido). Ya antes había chocado, ¡pero nunca con un peatón! Lo llevamos al hospital para que lo revisaran, le sacaron estudios y, gracias a Dios, don Rober no había sufrido más que los golpes y el desafortunado incidente de haberse atravesado para encontrarse conmigo. ¡Ya no me dejen manejar!
Otro ejemplo de un encuentro no muy grato me sucedió a los 11 años. Hubo un tiempo en el que yo me enfermaba constantemente de las anginas, hasta que decidimos quitarlas. La cirugía salió conforme a lo planeado, pero supuestamente un virus había entrado a mi cuerpo y me estaba ocasionando muchos problemas en mi salud. Me llevaron con una reconocida reumatóloga, quien después de muchas pruebas, análisis, exámenes de sangre, determinó que se trataba de tres posibles enfermedades: artritis reumatoide juvenil, fiebre reumática o cáncer infantil.
Seguimos haciendo estudios; yo estaba harta de los hospitales y laboratorios, además de que no me gustaba nadita que me inyectaran o sacaran sangre. Finalmente, tuve que llevar varios tratamientos simultáneos porque el diagnóstico nunca fue claro. El encuentro con la doctora es de los peores que recuerdo, porque su diagnóstico me cambió la vida; no era su culpa, sólo hacía su trabajo y en serio quería ayudarme; pero para mí, sólo representaba el inicio de una de mis más grandes crisis.
Como ves, los encuentros son historias que pueden llegar a sacarnos muchas sonrisas (Aralí), causarnos dolor (don Rober) o hacernos llorar (la reumatóloga), pero también hay otros que logran sorprendernos. Hay muchos detalles y emociones porque fueron importantes, y podríamos escribir miles de páginas describiéndolos; aunque hay otros que son instantáneos, encuentros tan cortos, pero tan trascendentes en nuestra vida; que podríamos resumirlos en un par de líneas, en una descripción tan corta como la de un tuit.
¿Sabes qué es un tuit? Es la entrada de una red social de microblog (una variante de los blogs o bitácoras digitales), llamada Twitter (2) (ahora es “X”), y se caracteriza porque sus mensajes aceptan una pequeña cantidad de caracteres: sumando las letras, los signos y los espacios, no pueden ser más de 280. Es interesante porque entonces su contenido, aparte de breve, debe ser conciso.
Ninguna historia en mi vida ha sido tan relevante y significativa como la de mi encuentro con Dios. Me encanta porque esta peculiaridad del tuit me recuerda a ese primer encuentro que tuvimos; lo puedo describir de la misma forma: tan breve y conciso como un tuit: Un día mi jefa me invitó a una cumbre de liderazgo cristiano, donde comprendí que mi falta de paz y de sentido (aunque tenía todo para ser feliz), era porque Dios no estaba presente en mi vida. Lloré mucho porque Dios y yo no éramos amigos, pero desde entonces comenzamos a serlo.
¡Me encanta recordarlo, fue único! Yo había escuchado historias sobre Él toda mi vida, pero hasta ese momento, en enero de 2016, me lo encontré de verdad. El creador de todo el universo y yo empezamos una linda amistad y fue uno de esos buenos pasos; el mejor de todos los que he dado que, aunque no han sido tantos, cada uno me ha costado bastante.
Había pasado un año desde mi regreso de Madrid, donde había seguido con mis estudios. Mi tiempo de intercambio había sido un éxito. Me fui, me divertí como nunca, conocí tantos lugares y a tantas personas geniales; terminé mi maestría, y, desde que tomé mi avión de regreso, ya tenía asegurado un puesto de trabajo. Todos en mi familia estaban bien, mis amigos estaban bien: me esperaban con brazos abiertos. Yo seguía padeciendo mi enfermedad, pero me sentía una triunfadora porque durante ese tiempo pude demostrarme a mí misma que soy tan fuerte, inteligente y valiente que puedo sobrevivir en cualquier lugar del mundo a pesar de mi enfermedad y mi dolor físico.
¡Todo avanzaba como yo había querido, era perfecto! …bueno, casi: aunque todo era hermoso en el exterior yo sufría de cierta ansiedad en mi interior, sentía que algo andaba mal, que algo me faltaba, me sentía incompleta, no era feliz a pesar de que tenía todo para serlo; esa sensación era sofocante y muy frustrante porque no sabía qué lo provocaba; y como todo iba bien en mi vida, ni siquiera tenía algo o a alguien a quien culpar.
Intenté muchas cosas: terapia psicológica, largas pláticas con practicantes budistas, técnicas de respiración, programación neurolingüística, y otras mil actividades; lo que me ayudó un poco fue practicar ejercicios de conciencia plena y meditación. Al principio funcionaba por un buen rato, pero cada vez se volvía menos efectivo. Me distraía salir con mis amigos, pero era un placebo que duraba sólo las horas de fiesta.
Entonces imagíname: ahí estaba yo ese día, de frente al Creador Todopoderoso, haciéndome saber en esa conferencia que teníamos algo pendiente. Creí que no éramos amigos porque en los últimos años, yo me sentía un tanto defraudada por Él. En secreto lo culpaba por todas aquellas cosas que no habían salido como yo esperaba; aunado a que definitivamente no entendía su forma de actuar o de hacer las cosas. Para empezar, si Él es tan poderoso y bueno como dice ser, ¿por qué jugó así con mi salud? ¿Por qué Él no había valorado mi esfuerzo de agradarle los últimos años? Si era tan bueno y poderoso como dice ser, ¿por qué no acababa con el sufrimiento de la gente? ¿Por qué permitía que pasen cosas malas e injustas a los niños o a los indefensos?
Es cierto, había crecido en una cultura donde debía creer en un Dios bueno y santo; pero en mi experiencia, más bien me parecía egocéntrico y regañón. Había aprendido que era omnipotente, bueno y perfecto, aunque no se notaba a la hora de los problemas. Además, mi única posibilidad de acercarme era a través de mi pertenencia a un grupo o el seguimiento de un montón de reglas (imposibles de cumplir, por cierto). Había escuchado tanto de ese tal Jesucristo, que el tema era aburrido. Concluí que Dios, aunque existía, no funcionaba para mí.
Ese día, mi jefa, la causante de que yo estuviera en ese dichoso congreso de liderazgo cristiano, después de ver cómo se aclaraban mis ojos y se enrojecía mi nariz por tanto llanto, se tomó el tiempo de explicarme que Jesús, quien era Dios mismo, encarnó en un ser humano, que vino para dar su vida por mí, por mis pecados, que por esta razón Él murió, y lo sepultaron, y resucitó al tercer día. Él, con su muerte, pagó por mis fallas y ofensas pasadas, presentes y las que todavía ni sé que voy a cometer (1 Corintios 15:3-4). Fue entonces en esa conversación con Dios, en ese encuentro del cual te he estado platicando, que Dios me regaló un nuevo corazón lleno de paz (Ezequiel 36:26-27); fue como darle agua al que casi muere de sed. Desde aquel momento, esa paz no ha dejado de acompañarme; y sí, padezco de cierta ansiedad, pero nunca más a esos niveles; jamás desde mi encuentro con Dios.
Acepté el regalo de Dios, temblando, nerviosa y titubeando, con un montón de esperanza en una mano y un montón de dudas en la otra: “¿Salvarme a mí?, ¿de qué? ¿Por qué Jesús tendría que dar su vida? ¿De dónde sacan los religiosos esa idea tan loca y absurda de que un humano era Dios? ¿Cuándo han visto a un ser humano que resucite? Para empezar, ¿por qué Dios, si es realmente Dios, se moriría? Los dioses no se mueren así. ¿Por mis pecados? Entiendo que he cometido un par de errores, pero ¿quién define qué es un pecado? ¿Y por qué el pago del pecado es la muerte? ¡Vaya medida drástica y exagerada de Dios! ¡Qué escandalo tener que morir para pagar por los errores de alguien más!, ¿no se podía pagar de otra forma? Y si ya alguien iba a pagar por mí, ¿de qué manera le puedo ayudar? Digo, entre dos siempre es más fácil. ¿Qué hubiera pasado si nadie más que yo le fuera a creer a Jesús eso del pago de los pecados?, ¿lo hubiera hecho solamente por mí, aunque yo no lo merezca? Y la respuesta a esa última pregunta lo cambió todo ese día, él dijo: “Sí, Denii, lo hubiera hecho solamente por ti (Oseas 11:4)”.
Durante los siguientes meses, cada una de esas dudas fueron resueltas poco a poco con mucho amor de parte de mi familia espiritual, utilizando un librote que reconocí inmediatamente y que tuvo que dejar de ser un adorno en mi casa para convertirse en mi referencia de cabecera: la Biblia. Mientras la estudiaba, encontré que no estaba solamente leyendo un libro, sino viendo y siguiendo a una persona: la persona más inquietante e interesante de toda la historia de la humanidad.
Esa colección de libros, escrita en más de 1600 años, por más de 40 personas, apuntaba a Él. Se trataba de la historia de amor más hermosa que he podido leer; una que en medio de su majestuosa diversidad estaba unida de manera excepcional. Con el suficiente sustento como para tomarse el tiempo de investigarla sincera y objetivamente. Una historia que respondió a mis preguntas más profundas sobre la vida, la muerte, el dolor, las injusticias. Poco a poco tuvo tanto sentido que terminó marcándome para siempre: el protagonista de la historia, Jesús, me salvó la vida, la transformó (Juan 3:16); ese Dios ajeno y lejano se convirtió en lo mejor que me ha pasado, porque por más que me resistí, me burlé y lo cuestioné me sorprendió con un amor incondicional que trasciende todo lo finito.
Me topé de frente con el amor de mi vida, con aquel perfecto amor que no sabe de escasez y no entiende de mitades. Un amor incondicional e interminable hacia mí, que sabe todo de mí, me acepta como soy, pero no me deja donde estoy, porque me transforma cada día (Romanos 12:2; 2 Corintios 3:18). Un amor que se adueñó de mi tiempo, de mis planes, de mis sueños, mis vacíos y todo mi caos. Así fue esa primera vez que experimenté la inigualable e inquietante gracia de Dios (Efesios 2:8-9).
Empecé a contarte sobre los encuentros, porque a partir del mío, y siguiendo con los términos de Twitter, Jesús se volvió mi “trending topic” (3) permanente: estarás de acuerdo conmigo en que, una vez que chocas de verdad con Dios, es imposible volver a ser la misma persona, Él cambia tu sentido y tu manera de ver la vida, te vuelve un nuevo ser, con nueva vida y nuevo corazón (2 Corintios 5:17; Juan 3:3), y no sé qué pienses, pero después de estos años no he hallado nada más deleitable que encontrarme con el Dios del universo y sentarme a conversar con Él (Jeremías 29:13). ¿Tú te acuerdas de la primera vez que experimentaste esta inquietante gracia?, ¿qué estabas haciendo cuando te encontraste con el Dios del universo por primera vez?, ¿fue una etapa o un instante como sucedió conmigo?, ¿quién te acompañaba?, ¿cómo iba tu vida en ese entonces?
No sé dónde estás ni cómo estás. No sé cómo vaya tu relación con Dios en este momento, quizá no tengas todo resuelto en este momento, quizá hay cosas que no alcanzas a entender todavía pero dónde estés piensa que “recordar es volver a vivir”, y vuelve a esa primera vez: vuelve las veces que sean necesarias, ¡vuelve! Porque para Dios nunca estamos demasiado lejos (Hechos 17:27; Salmos 145:18-19), porque con Él no hay nada que podamos hacer para que nos ame menos y tampoco para que nos ame más. Tu próximo encuentro puede ser tan extenso como este texto o tan breve y conciso como un tuit. Dios está esperando a encontrarse contigo hoy otra vez.
NOTAS:
1) Definición de la Real Academia de la Lengua Española: https://dle.rae.es/encuentro
2) https://definicion.de/twitter/
3) Trending topic es un término acuñado por Twitter para referirse a las palabras clave más utilizadas en la red social durante un período de tiempo determinado. Es un concepto relacionado con[…] temas de los que todo el mundo habla […]: https://economia3.com/que-es-trending-topic/
