El Día del Pastor.

El Día del Pastor.

Oswaldo Ramírez González

A nombre de La Sociedad de Estudios Históricos del Metodismo en México (SEHIMM), envío un fraternal saludo y nuestro reconocimiento por la tarea ardua y compleja que realizan nuestras pastoras y pastores. En homenaje a ello, hago la trascripción del artículo titulado “El Ministro como Pastor”, publicado en El Abogado Cristiano Ilustrado y traducido del idioma original (italiano) al español por el laico Eliezer Martínez Garza. Se trata de una reflexión sobre el ideal del trabajo pastoral visto como una dualidad de su ministerio (ministro-pastor). Desde luego, por el contexto en que fue publicado habría que precisar que hay cosas que no se ajustan del todo a la realidad que viven actualmente nuestros ministros. 

No obstante, sigue siendo un ejercicio interesante el reflexionar sobre el pensamiento de nuestros antecesores y ver cómo siguen siendo fuente, fortaleza, cabeza y un liderazgo elemental en la vida y trabajos de nuestra iglesia. En su momento, dicho escrito fue motivo de reflexión para señalar las virtudes y áreas de oportunidad, señalando los pro y contras en función a la experiencia pastoral de los ministros de aquel entonces, en particular del trabajo de pastores de los estados de Hidalgo, Puebla y Veracruz.

A continuación, el texto: 

El Ministro como Pastor

No se puede separar el trabajo del predicador de el de pastor. Algunos opinan que sería útil tener dos ministros para una sola iglesia, uno para la predicación y otro para el pastorado. No podría haber error más grande. Para que el ministro cumpla su pleno oficio, es menester que conozca estos dos lados del ministerio.

Como pastor debe conocer á su pueblo, y conociéndolo en su vida familiar podrá conocer las necesidades de ese pueblo y su estado espiritual. De esta manera hallará material y autogestiones suficientes para su predicación.

Indispensable es en la obra pastoral sentir un gran amor, sin el cual no puede haber eficacia en la actividad del pastor. El amor es necesario para comprender al pueblo y simpatizar con él. El pastor debe asociarse á toda la vida de su congregación El pastor no solamente debe sentir los dolores y sufrimientos de su iglesia, sino que debe estar interesado en todo el resto de la vida doméstica de su iglesia.

Las visitas pastorales pueden hacerse algunas veces sin hablar una sola palabra de religión. Pero toda visita del pastor debe dejar como un olor suave de la fe. Se puede ocupar mucho tiempo haciendo visitas inútiles y sin objeto. El ministro debe procurar en sus visitas acercarse hasta adquirir un conocimiento y una experiencia de las necesidades espirituales del pueblo. Debe procurarar [sic] enseñar siempre el Evangelio de la vida diaria. En una palabra, debe poseer un tacto finísimo para saber todo lo que es necesario y para impartir debidamente aquello que hace falta.

En la obra pastoral es necesario el valor, aun el físico. El pastor no debe temer andar ocupado en su obra cuando sabe que su obra es útil. El ministerio que cumple con su deber no teme nunca el peligro. La obra de un hombre es su salvaguardia. No creo que un pastor concienzudo sienta repulsión de acercarse á una casa donde sabe que hay una enfermedad contagiosa. Por otra parte, es necesario evitar la negligencia, usando en todo caso las precauciones posibles no solamente por el bien propio, sino haciéndolo por los demás, que podrían contagiarse con alguna enfermedad.

Pero más que valor físico, es menester tener valor moral. En cualquier tiempo y en cualquiera circunstancia, es deber del pastor reprender á todo aquel que vea hacer el mal. Mucho se recomienda el valor para hablar duramente en el púlpito denunciando los pecados; mas es necesario mayor valor para hablar directamente á un individuo acerca de sus errores y llamarlo á la rectitud. Tal era la misión de los profetas que en cualquier circunstancia de la vida denunciaban á los soberanos sus maldades diciéndoles abiertamente la verdad. Para ser, en suma, siempre honesto y siempre veraz, hay que poseer un valor inmenso, igual y continuo. 

Tal fue el valor de Natán exhortando á David; el de Juan el Bautista reprendiendo á Herodes Antipas su adulterio; el de Pablo que hizo temblar á Félix; el de Cristo que solamente procuraba despertar en las almas de sus interlocutores la conciencia acusadora que les condenaba por sus propias iniquidades. 


Sobre el autor del artículo.

Eliezer Martínez Garza. Escritor, poeta, laico y misionero. Miembro de la Iglesia Metodista Episcopal (IME). Originario de la congregación de “La Santísima Trinidad” (Gante 5) de la ciudad de México. En abril de 1912 contrajo nupcias con la profesora Isaura Raso; ese mismo año fue comisionado para administrar y dirigir la iglesia “El Mesías” de Miraflores, Estado de México. Fue miembro de la Asociación Universal de Esperanto y de la Sociedad Central Esperantista Mexicana. Durante la primera década del siglo XX colaboró en algunos números editoriales del periódico El Abogado Cristiano Ilustrado, redactando algunas traducciones, reflexiones bíblicas y poemas de su autoría.

Fuente.

El Abogado Cristiano Ilustrado. 16 de noviembre de 1911, 725 pp.