Agustín Valdez Rojas
Fue un 23 de marzo cuando se emitió el decreto de emergencia sanitaria a causa del Covid-19; así mismo, un martes nueve de mayo del 2023, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatel, anunció el final de esta crisis tras la firma de un segundo decreto por parte del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
Tras el anuncio se esperaba el regreso a la normalidad: todos a las calles, a las escuelas y a los centros comerciales; nuevamente podríamos abrazar sin temor a nuestros amigos y seres queridos. Ya no era necesaria la mascarilla, todo volvería a ser como era antes, o al menos eso es lo que se pensaba. Con el pasar de los meses se comprobó que el mundo había sufrido considerables ajustes; la nueva modalidad era compra en línea, envíos a domicilio, el home office, estudiar desde casa, realizar videollamadas, usar plataformas para video y podcast, revisar el un menú por medio de un código QR, entre otros.

En este periodo se registró también un incremento en el manejo de la tecnología, uso de redes sociales, el marketing digital, el comercio electrónico, carreras universitarias y diplomados en línea, venta de ordenadores y dispositivos móviles, entre otros. A su vez, disminuyó el manejo del efectivo y retiros en cajeros automáticos, mientras aumentaba el uso de tarjetas y aplicaciones bancarias. Así, nuevas actividades aparecieron mientras que otras pasaron a la historia; quedó claro que la digitalización se apoderó de gran parte de las operaciones que realizamos como individuos y que está imponiendo un nuevo modelo operativo.
Como consecuencia de estos cambios, al menos 1.6 millones de negocios desaparecieron en el país durante la época de la pandemia, de acuerdo con las cifras que reporto el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en sus últimas encuestas. Gran parte de estos negocios no encontraron la fórmula para hacerle frente al monstruo del Covid-19, quien los obligó a cerrar sus cortinas para siempre.
A pesar de esto, resulta sorprendente el dato que ofreció el INEGI en cuanto a los nuevos negocios que surgieron en medio de esta crisis, pues la cifra dice que fueron al menos 1.2 millones de nuevos establecimientos en este periodo. ¿Qué propició el surgimiento de nuevos negocios en una etapa en la que la tendencia era la desaparición de establecimientos?, ¿cuál fue el diferenciador entre aquel que cerraba sus puertas y aquel que las abría?

Mónica Valladolid, columnista de Forbes México, aseguró que los establecimientos que apostaron a su reinvención ante la pandemia fueron los que sobrevivieron a esta crisis. Agregó que los empresarios no sólo tuvieron que hacer ajustes en sus emprendimientos, pues gran parte de ellos se reinventaron al grado de modificar el giro original de su negocio para mantenerse vigentes. En esto coincide también José Alberto Molina, periodista de El Economista, quien en uno de sus artículos mencionó que “las empresas tuvieron que reinventar sus modelos de operación y digitalizarlos”, detalla que las empresas se vieron obligadas a “ser más creativas y evolucionar a la digitalización de sus procesos”.
Pero, ¿qué sucedió con la iglesia durante y después de la pandemia?, ¿percibe la necesidad de innovar y reinventar para seguir compartiendo su mensaje de forma eficaz?, ¿qué hace para mantenerse vigente? No se puede negar que muchos líderes espirituales reaccionaron con creatividad ante la crisis del Covid-19, pero otros sólo se limitaron a esperar el regreso de las reuniones presenciales para, sin ajuste ni novedad alguna, retomar las actividades que antes ya realizaban.
¿Está bien conformarse a la reapertura de templos?, este cuestionamiento debe encontrar una respuesta. ¿Qué ofrece la iglesia, fuera de lo que ya ofrecía, a una población que quedó muy cambiada por la pandemia?; si la sociedad ya no es la misma, ¿se debería trabajar aún con las mismas formas y métodos? Si bien, la metodología para hacer negocios ya no fue la misma, ¿qué tal con la forma con la que se hace iglesia?

Aunque innovar en el trabajo eclesial va mucho más allá de ingresar tecnología y apoyarse en herramientas modernas, esta idea en específico aún es rechazada por gran parte de los líderes religiosos; ante esto, el profesor Fabián Acosta Rico, del Departamento de Filosofía del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, en Guadalajara, compartió un sentir en la iglesia católica que bien pudiera encontrarse en cualquier otra religión: “la iglesia católica ha rechazado la idea de la modernidad a través de las tecnologías de la comunicación, pues considera que es profana y le resta sacralidad al ritual”
Sin embargo, también aseguró que la pandemia demostró cuán errado estaba dicho pensamiento, pues al verse obligados a utilizar la tecnología para realizar sus actividades litúrgicas, debido al cierre de templos, la iglesia tuvo la oportunidad de conectar con nuevos adeptos, sobre todo con la comunidad joven. Acosta Rico agregó que se trata de una oportunidad de evangelización por medio de las redes sociales; por lo tanto, es un método que debería continuar aún y cuando los templos ya estén abiertos.
Entonces, ¿es correcto que limitarse sólo a recuperar lo que antes se tenía cuando todo ha cambiado ya? Relacionado con la pureza o impureza de la tecnología, Acosta Rico aseguró que la tecnología “es inocua, no tiene maldad o bondad en sí misma, y depende del uso que se le dé, de la instrumentalización, la que marca el criterio para calificarla de mala o de buena”.
Hoy muchos claman por campañas en plazas mientras que otros exigen una buena campaña publicitaria en redes sociales; otros abogan por embellecer la fachada del templo, pero hay quienes prefieren embellecer la página oficial de la iglesia en Facebook. Alguien le recomienda al pastor la visitación casa por casa, pero otro le aconseja realizar un “en vivo” para todos desde un mismo punto y en un mismo horario, están aquellos que esperan el boletín impreso el domingo por la mañana, en tanto que muchos ya lo descargaron desde el código QR y están listos para compartirlo por WhatsApp.
Es posible que la iglesia no deba prescindir de todo lo que tenía antes de la pandemia, pero también es verdad que no puede sólo pretender retomar lo que era y tenía en ese entonces. La iglesia debe ser consciente de que, así como tiene en sus manos el mensaje más poderoso que haya existido en la historia de la humanidad, tiene también la responsabilidad de prepararse con las mejores herramientas para transmitir dicho mensaje hasta lo último de la tierra.
Reseña Biográfica
Agustín Valdez Rojas
Actualmente funge como pastor en la congregación Torre Fuerte en el municipio de Pesquería, Nuevo León. Actual corresponsal de la Conferencia Anual Oriental para el Evangelista Mexicano. Es licenciado en Teología por el Seminario Metodista Juan Wesley, y licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Metropolitana de Monterrey.
Se considera un apasionado de la comunicación además de un amante del periodismo. Actualmente cursa la Maestría en Consejería Familiar, en la Universidad Cristiana de Monterrey y la Licenciatura en Derecho, en la Universidad Ciudadana de Nuevo León.
