El método adecuado.
En el artículo anterior, habíamos visto que el Dr. Brian D. Josephson -de la Universidad de Cambridge y premio nobel compartido por su explicación teorética de los fenómenos en 1973- en un artículo para la revista Physics Education (1987) denominado Physics and spirituality: the next grand unification? (Física y espiritualidad: ¿La próxima gran unificación?), dice:
“¿A qué luz debe considerar un científico las afirmaciones?, ¿De una religión, o de las religiones en general? Un extremo posición atea de considerar las afirmaciones de la religión como falsedades. Tal posición podría ser sostenida sólo por la consideración de las experiencias que los individuos consideran validar sus creencias religiosas como explicables de otras maneras y, en ausencia de un programa de investigación adecuado que lo valide debiera ser considerado una aseveración más caído dentro del campo de la opinión, como dentro del de la ciencia.
La alternativa a esta posición atea es que existe un aspecto de la realidad, que podemos por conveniencia llamar “transcendental” – que abraza el objeto de la religión (o como algunos prefieren llamarlo “el aspecto espiritual de la vida”) y que no está abarcado por la ciencia”.
Comentamos en el artículo anterior que, “lo espiritual” es algo inmaterial (y probablemente no una energía en sentido físico), que en Dios es esencia increada y en el humano huella creada del Dios creador; pero que no puede ser probado por métodos físicos, sólo puede ser sustentado por el testimonio de las cualidades reflejas de la creación (incluídos nosotros).
Esto nos lleva a un problema importante: Josephson apunta a que no hay un método adecuado para abordar lo espiritual científicamente hablando. Pero… entonces, ¿Qué hay?
El teólogo y antropólogo Wilhelm Schmidt, en su obra Der Ursprung der Gottesidee (El origen de la idea de Dios), aborda en los primeros capítulos del volumen I este problema. El describe cómo en su tiempo (s. XVIII y XIX) la antropología de manera intencional -y bajo presupuestos filosóficos antisobrenaturalistas- desecharon de la relación de datos los relatos milagrosos y sobrenaturales que estaban presentes no sólo en el pasado, sino aún en las narraciones de testigos vivos, durante las anotaciones de observación de algunos etnólogos. En dicha obra sopesa algunos relatos contemporáneos y establece que el desechamiento de los datos sobrenaturales es por prejuicio de un paradigma filosófico modernista y materialista.
Dicho prejuicio se construyó sobre la base del empirismo de David Hume, así como de algunas ideas agnósticas de larga data, que establecían:
- Que es sólo a través de la experiencia que se puede obtener conocimiento.
- Que los milagros son imposibles porque la experiencia común es una constante.
- Que los milagros de una religión se invalidan mutuamente con los milagros de otra como verdad.
- Que para tener testigos válidos de un hecho sobrenatural, éstos deberían ser personas ilustradas, vueltas y racionales.
La primera y segunda sentencia de Hume es cuestionable por su petición de principio metodológica. Si el conocimiento sólo puede obtenerse por la experiencia, ¿cómo conocía Hume que el conocimiento sólo puede obtenerse por la experiencia?
Es decir, enunciar que “el conocimiento sólo puede obtenerse por la experiencia” es una abstracción, un juicio propositivo racional que se obtiene por inferencia, no por experiencia. Por otra parte, sobre la base de la experiencia no se pueden desmentir los milagros (ni lo sobrenatural o espiritual), precisamente porque para hacerlo se requeriría tener un recuento de todas las experiencias del tiempo y el espacio; porque los milagros son precisamente eso, excepciones a la regla natural; eso supondría que Hume o cualquier otro empirista tendría que ser eterno y omnisciente, y por ende sobrenatural, para poder conocer todas las experiencias habidas y por haber y descartar la existencia de lo sobrenatural.
Por otra parte, la tercera aseveración de Hume es que si una religión es verdadera sólo está debiera tener milagros. Por lo que los milagros de unas religiones se anulan con las otras. Eso no tiene pies ni cabeza. ¿Cómo puede establecer Hume esta exclusión? (error de atributo). En todo caso, que en una y otra religión haya eventos sobrenaturales lo único que atestigua es que lo espiritual existe en la realidad, ya sea que apunte a una verdad o sea engañoso para desviar de la verdad y, por ende, que ese sustrato espiritual es personal y moralmente consciente (Pero… eso es precisamente lo que la Biblia dice en 2 Tes. 2:8 – 12).
En cuanto al cuarto razonamiento, es interesante cómo este planteamiento actualmente es atacado por los mismos científicos que, decepcionados de la modernidad, han desechado en sus filosofías de la ciencia el perfil del científico eurocéntrico. ¡Hume está describiéndose a él mismo o a sus prejuciados contemporáneos como únicos referentes del atestiguamiento de los hechos!
Desde la controversia de Karl Popper y Thomas Khun respecto del avance científico y la forma en que opera, hasta la aceptación y proposición de nuevos métodos científicos (como por ejemplo Habermas con su Acción Comunicativa en sociología; o las teorías del observador – medición de Schrödinger en la física cuántica, que sugieren una interacción entre sujeto – método – conocimiento, a veces para relativizar la verdad, lo que es obvio si só lo se parte de una visión del mundo puramente naturalista), lo cierto es que se pone de manifiesto que el método para conocer lo espiritual no puede ser el método científico clásico; y que bajo una noción naturalista y/o esotérica sólo se puede llegar a constatar la plausibilidad de lo espiritual pero no a su verificación cabal (en Rom. 1: 16 – 25 incluso se propone que el testimonio de la teología natural “lo que Dios revela de sí mismo en la naturaleza” es suficiente para que el hombre adorase al Dios creador y no a la criatura; rechazando así que lo espiritual pueda ser cabalmente conocido en la inmanencia natural, pero suficiente como para dar testimonio de “su eterno poder y deidad” como cosas invisibles pero reales).
Entonces… ¿Cuál es el método?
La visión judeocristiana en la Biblia propone una epistemología y un método del conocimiento de lo espiritual.
Karl Barth, acertadamente (aunque no comulgue con toda su teología) dijo que Dios no era objeto sino sujeto. Esto es, al Ser espiritual absoluto, no se le puede conocer desde la dicotomía cartesiana; el conocimiento de lo trascendente sólo puede venir de él mismo, su autorrevelación.
El conocimiento de lo espiritual apunta a lo exotérico, no sólo el conocimiento de Dios, sino de la espiritualidad humana. Pero Dios se propone al mundo como persona; el conocimiento de lo espiritual es, pues, una cuestión de intimidad.
La fe (pistis) es presentada en la Biblia como una forma válida de conocimiento; que a diferencia de las invalidaciones de la filosofía clásica que ven a la pistis como un simple modo de llegar a mera opinión, (lo cual es obvio si tomamos en cuenta que está palabra en su contexto cultural griego se aplicaba a la confianza entre comerciantes por ejemplo), sin embargo la reinterpretación judeocristiana la aplica precisamente al atributo personal de Dios, ‘emeth (verdad, fidelidad, confianza).
Desde aquí lo espiritual sobre Dios sólo se puede constatar en una humilde relación de confianza en la fidelidad y verdad de Dios autorrevelándose.
El evangelio propone esa autorrevelación en Jesucristo: él es la imagen de Dios invisible y al mismo tiempo el primogénito de toda creación. Por eso tiene la facultad de mostrar la naturaleza espiritual de Dios, y al mismo tiempo revelar nuestros corazones.
No es la intención aquí volcar una teología bíblica sobre la epistemología (dejaremos esto para más adelante), pero invitamos al lector a hacerlo y adoptarlo.
En nuestro último bloque veremos el tercer planteamiento…
* La primera parte se publicó en la edición del 15 de julio: https://elevangelistamexicano.org/2024/07/15/definiendo-lo-espiritual/
