Cristian Oseas
Iniciamos recordando la última parte que se citó previamente, sobre el artículo “Physics and spirituality: the next grand unification?” (Física y espiritualidad: ¿La próxima gran unificación?) del Premio Nobel compartido y Maestro de Cambridge el Dr. Brian D. Josephson, que dijo:
“La alternativa a esta posición atea es que existe un aspecto de la realidad, que podemos por conveniencia llamar “trascendental” – que abraza el objeto de la religión (o como algunos prefieren llamarlo “el aspecto espiritual de la vida”) y que no está abarcado por la ciencia.”
El Dr. Josephson en sus reflexiones llega a la conclusión de que la ciencia no abarca la comprensión de lo espiritual. Esto es notable si lo consideramos a la luz de lo que ya habíamos reflexionado en las dos partes anteriores de este artículo, sobre:
- Que “lo espiritual” es algo inmaterial (y probablemente no una energía en sentido físico); que en Dios es esencia increada y en el humano huella creada del Dios creador, pero que no puede ser probado por métodos físicos, sólo puede ser sustentado por el testimonio de las cualidades reflejas de la creación (incluídos nosotros).
- Y que, el conocimiento de lo espiritual apunta a lo exotérico; no sólo el conocimiento de Dios, sino de la espiritualidad humana. Pero Dios se propone al mundo como persona; el conocimiento de lo espiritual es, pues, una cuestión de intimidad.
- Que Dios sólo se puede constatar en una humilde relación de confianza en la fidelidad y verdad de Dios autorrevelándose.
- Concluyendo: que El evangelio propone esa autorrevelación en Jesucristo: él es la imagen de Dios invisible y al mismo tiempo el primogénito de toda creación. Por eso tiene la facultad de mostrar la naturaleza espiritual de Dios, y al mismo tiempo revelar nuestros corazones.
Se aborda ahora la tercera cuestión: ¿Qué opciones tiene el ser humano para conocer lo espiritual si la ciencia no lo abarca y la revelación en Cristo es rechazada?
De principio hay que deshacernos de la falacia de que un evento espiritual en una cultura anula la validez de otro evento espiritual en otra cultura (llámese milagro, epifanía, etc). Esta falacia Humeana es inconsistente porque el hecho de que actos trascendentales puedan ocurrir en diferentes culturas sólo refuerza la existencia de un plano espiritual que puede manifestarse en el mundo visible, estos actos no se repelen.
Ahora bien, esto no significa que todos los actos trascendentales tengan el mismo valor de verdad. Un evento espiritual puede ser revelador del Dios Creador y Salvador, o engañoso para fines de despreciar a aquél. Esta postura la encontramos reflejada en 2ª de Tesalonicenses 2:8 – 12:
8 Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; 9 inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, 10 y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. 11 Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, 12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.
Posiblemente ahora mismo Ud. esté diciendo, ¡obsoleto, anticuado, antipluralista! Pero si hemos de dejar que la Biblia hable por sí misma -esto es, lo fundamentado en el texto-, la Biblia sostiene que quien rechaza la verdad amorosa de Cristo como medio del conocimiento de la realidad espiritual, sólo puede ser engañado.
La opción naturalista y esotérica sólo es una opción idolátrica, de la misma forma que la ciencia no cuenta con los medios para establecer la naturaleza de lo espiritual, por haber absolutizado la razón humana como medio subjetivo de conocimiento (a pesar de que Kant mismo dice que son necesarios los juicios a priori en todas las áreas de la vida humana, pero luego no puede establecer su base; o a pesar de que Rousseau reconoce en sus Confesiones que al final la conciencia es un reflejo de la naturaleza espiritual trascendental “de lo divino”).
Mario Bunge comentaba que la pseudo ciencia promovida por la escuela crítica llevaba a un conocimiento sin fundamento absoluto, donde todo era cuestión de “gusto”; algo muy parecido a lo que MacIntyre concluye con el término emotivismo en su obra Tras la Virtud. Esto es así porque relativizar lo espiritual en pos de los postulados esotéricos y naturalistas es idolátrico y, por ende, vano.
Es lo que estamos viendo hoy día: por mucho que se nos diga que el bien se justifica a través de una ratio colectiva, los constitucionalistas y filósofos del derecho, así como los filósofos de la ética, no pueden justificar la absolutidad de los fundamentos espirituales; y entonces se opta con una realidad “líquida”, donde una cosa puede ser verdadera en un momento y al siguiente falsa.
La única opción que provee una base absoluta de la condición espiritual, es exotérica, basada en una autorrevelación de un Dios amoroso y justo que nos muestra su Ser e ilumina el propio a través de su gloria transformándonos. Dios se revela y él mismo nos define, él establece el orden y refleja sus bondades en la creación, pero sólo Él es verdadero, como afirma 2 Corintios 3:16-18:
“16 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. 17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. 18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.
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