Por Mario Medina.
Nací un 1 de noviembre de 1987 -una reliquia de la arqueología moderna, diría la “chaviza”. Demasiado viejo para los jóvenes, y demasiado neófito para los pastores y hermanos de experiencia y tradición de nuestras congregaciones. Pertenezco a la generación que los historiadores y demógrafos norteamericanos Willian Straus y Neil Howe clasificaron como millennials.
Como resultado de sus investigaciones de los patrones generacionales y su impacto en la sociedad, acuñaron el término entre 1991 y el año 2000, en dos de sus obras: Generations: The History of America´s Future 1584 to 2069 (Strauss & Howe, 1991) -en español sería Generaciones: La Historia del Futuro de América de 1584 a 2069-, y Milennials Rising: The Next Great Generation (Howe & Strauss, 2000) -o en español, El surgimiento de los Millennials: La Próxima Gran Generación.
Así que empecemos por ahí: ¿qué es un millennial? Porque me ha tocado oír a señoras o señores que llaman millennial a los adolescentes o niños con frases coloridas como “ay, estos millennials son tremendos, ya vienen con el chip integrado de todo lo tecnológico”. Y lamento decirles que no, eso no es un millennial.
De acuerdo a Straus y Howe, los millennials, también conocidos como la generación Y, son aquellos que nacimos entre los años 1981 y 1996, aproximadamente (Dimock, 2019). Esta generación, mi generación, creció en un mundo donde la tecnología comenzó a transformarse rápidamente: fuimos los primeros en adoptar Internet y redes sociales, cambiar del BETA o VHS al DVD, del casette al CD y luego a formatos digitales, donde el MP3 fue el ganón; cambiamos de televisores de bulbos a pantallas planas y luego plasma, LCD o LED.
Fuimos los primeros en conectarnos con el mundo digital, dejando atrás los celulares que traían el juego de la viborita para dar paso a los sofisticados iPhones o Androids. Y fuimos los primeros en adaptarnos a los cambios vertiginosos en la comunicación y la cultura (Pew Research Center, 2019). En el mundo hiperconectado e hiperglobalizado, pasamos nuestra adolescencia entre los noventa y la primera década del nuevo siglo y milenio.
Somos una extraña simbiosis entre antigüedad y modernidad. Contemplamos la actualidad con la sabiduría milenaria de un guerrero Jedi y con la inquietud inexperta de una tortuga ninja mutante adolescente. Somos una generación de transición. Y a la par que esa puede ser nuestra mayor debilidad, es también nuestra mayor fortaleza. Porque somos capaces de conectar generacionalmente con antecesores y sucesores, con los más grandes y más jóvenes que nosotros.
Por otro lado, este artículo se llama “Consejos de un pastor millennial”, así que hace falta definir qué es un pastor. Un pastor es quien ha sido llamado por Dios para guiar, cuidar y enseñar a una comunidad de fe. Su misión es ser un ejemplo para el rebaño y ayudar a cada miembro de la congregación a crecer en su relación con Cristo y aplicar los principios bíblicos en su vida diaria.
Tal como enseña 1ª Pedro 5:2-3 (NBV): “Como pastores, cuiden ustedes a las ovejas de Dios que están a su cargo. No lo hagan porque es su obligación ni por ambición de dinero, sino porque tienen el deseo de servir, como Dios quiere. No traten a los que están bajo su cuidado como si ustedes fueran dueños de ellos, sino sírvanles de ejemplo.”
El pastor también es un líder espiritual y un acompañante en los momentos de alegría, lucha y desafío de su congregación, cumpliendo así con el llamado de Efesios 4:11-12 (NBV): “Y a algunos les dio el don de ser apóstoles; a otros, el don de ser profetas; a otros, el de anunciar las buenas nuevas; y a otros, el don de pastorear y educar al pueblo de Dios. Su propósito es que su pueblo esté perfectamente capacitado para servir a los demás, y para ayudar al cuerpo de Cristo a crecer.”
Nuestra Disciplina como metodistas agrega que “El Pastor de la Iglesia Metodista de México, A. R. se constituirá por el llamamiento de Dios y la confirmación de la Iglesia” (Capítulo VI, Artículo 328). De modo que la estrecha relación entre la congregación y el pastor es ineludible. El resto del Capítulo VI del libro de la Disciplina se dedica a los requisitos previos, cuidados de la identidad, constante preparación multidisciplinaria del pastor, así como sus reglas de conducta y deberes.
Así que, ensamblando todas las palabras, podríamos decir que un “pastor metodista millennial” es un líder espiritual de esta generación, alguien que comprende tanto las necesidades espirituales como los desafíos culturales y tecnológicos de su tiempo.
Este rol requiere no sólo un conocimiento profundo de la Palabra y una relación sólida con Dios, sino también la capacidad de adaptarse a los cambios de la sociedad actual y de conectar con personas de todas las edades en una sociedad en constante cambio. Como dijo el apóstol Pablo: “Cuando estoy con gente débil de conciencia, me hago como ellos también con el propósito de que crean. En otras palabras, trato de acomodarme a todas las personas a fin de salvar algunas de la manera que sea posible” (1 Corintios 9:22 NBV).
Y no estamos llamando débil a nadie, sólo hablando de esta capacidad adaptativa que debe tener un pastor. Y qué mejor que uno que pertenece a la generación de la adaptación: un pastor millennial. Si conoces a alguno, o eres uno de este ejército, te comparto un poco de la experiencia que he encontrado en este caminar. Quizá te sirva para auto-comprenderte, o comprender a aquella personita que ejerce el pastorado y tiene estas características.
Como pastor millennial, lo primero de lo que soy consciente es que me encuentro en una época de cambios culturales y tecnológicos intensos. Esto me trae oportunidades valiosas, pero también desafíos para mantener el mensaje de Cristo relevante, sin perder la profundidad del discipulado.
Así que quiero compartirte algunos consejos, seas pastor o congregante, ministro o laico, joven o viejo, de izquierdas o de derechas, que me han ayudado en este camino; son experiencias y aprendizajes que creo pueden ser útiles para quienes comparten este llamado. ¿Qué cosas tendrán relevancia para nosotros y todos los creyentes en particular? Aquí enumero algunas.
1. Mantente conectado con el mundo digital, pero no dependas sólo de él.
Si bien las redes sociales y las plataformas en línea son herramientas valiosas para extender el mensaje del evangelio, no debemos dejar que se conviertan en nuestra única manera de relacionarnos. La interacción presencial y el ministerio cara a cara siguen siendo vitales, especialmente en un mundo que anhela conexiones genuinas.
Usa el internet para comunicar, pero recuerda que una palabra en persona puede tocar un corazón de una manera que un «like» nunca podrá. Nada reemplaza el tiempo dedicado a orar con alguien en persona, a tener conversaciones en confianza y a compartir juntos en comunidad. La tecnología es una herramienta, no el corazón de nuestro ministerio.
Las redes sociales nos dan una plataforma valiosa, pero es fácil caer en la trampa de medir nuestro éxito sólo por “likes” y seguidores. Nuestro verdadero impacto está en el discipulado profundo y en el acompañamiento personal. Dedica tiempo a conocer a las personas de tu congregación, escucha sus historias y ayúdales a crecer en su fe más allá de una pantalla.
La conexión es vital en nuestra fe; como diría Jesús: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que está unido a mí, como yo estoy unido a él, dará mucho fruto. Si están separados de mí no pueden hacer nada” (Juan 15:5 NBV).
2. Escucha activamente y crea un espacio seguro para la conversación.
Los jóvenes adultos y adolescentes a menudo buscan lugares donde sus dudas y preocupaciones sean escuchadas sin juicio. Como pastores millennials, podemos empatizar con las dificultades de esta generación y crear un espacio de respeto y apertura. Fomentar una cultura de diálogo permitirá a los jóvenes de la congregación sentirse valorados y comprendidos, lo que puede ayudarles a acercarse más a Dios.
“Mis queridos hermanos, pongan atención: Todos ustedes deben estar listos para escuchar, pero deben ser lentos para hablar y para enojarse” (Santiago 1:19 NBV). Este aspecto es sumamente relevante en una sociedad cuya intolerancia, censura, radicalización, fundamentalismos, cancelación, funas y demás instrumentos para silenciar están a la orden del día. Y cuando se intercambian puntos de vista es para debatir (son muy populares los debates combativos en redes sociales, o transmisiones en vivo de gente discutiendo en plataformas como TikTok) o para ridiculizar al que piensa distinto. En cambio, tú debes y puedes ser la diferencia dialogando y escuchando.
3. Aprende a manejar el estrés y cuida de tu salud mental.
El liderazgo pastoral es desafiante, y muchas veces solitario. El estrés y el agotamiento son reales, por lo que es vital cuidar nuestra salud mental y espiritual. Busca a personas de confianza con quienes puedas compartir tus luchas, ora diariamente y cuida tu bienestar. A veces, la mejor inversión que podemos hacer en nuestro ministerio es cuidar de nosotros mismos.
Una de las grandes debilidades de mi generación y de la sociedad en general son los problemas de salud mental. En particular una característica de los millennials es sentir culpa por “no estar haciendo nada”.
Un estudio indicó que aproximadamente el 20% de los millennials en el lugar de trabajo informan síntomas de depresión. Muchos millennials sienten que están «atrasados» en comparación con las expectativas sociales, como lograr hitos personales tales como matrimonio, carrera, hijos (American Psychological Association, 2019). Las redes sociales exacerban este sentimiento de comparación, lo que contribuye a la ansiedad (Twenge, 2019). Un 52% de las mujeres millennials citan problemas financieros como su mayor fuente de estrés (APA, 2019). La tendencia hacia el perfeccionismo también es notable en los millennials, lo que se ha asociado con trastornos de ansiedad y depresión
Priorizar la salud mental y espiritual no sólo es necesario, sino fundamental para servir bien. Aparta tiempo para ti, busca apoyo en otros colegas o consejeros, y ora constantemente. Recuerda que no puedes dar de lo que no tienes. Por eso Jesús dijo: “Vengan a mí los que estén cansados y afligidos y yo los haré descansar.” (Mateo 11:28 NBV).
4. No temas hablar de temas difíciles.
Nuestra generación está llamada a hablar con honestidad sobre temas complejos como la salud mental, la justicia social y la ética en el mundo digital, corrupción, guerra, narcotráfico, perspectiva de género, feminicidios, etc.
Al abordar estos temas desde la perspectiva cristiana, podemos ofrecer orientación y esperanza en áreas donde muchos sienten confusión. Usa el púlpito y otros medios para hablar con claridad y amor sobre estos temas, y adapta los mensajes para que conecten con las realidades de hoy. No temas abordar estos temas y ofrecer orientación basada en la Palabra. Este tipo de conversaciones pueden hacer que tu mensaje sea relevante y significativo en el contexto actual.
Pero, para poder hacerlo: ¡Capacítate, aprende, infórmate! En medios serios, con materiales educativos reales, y no con extractos de canales de dudosa procedencia. Sé un verdadero profesional. “Díganse la verdad unos a otros siempre, porque somos miembros de un mismo cuerpo.” (Efesios 4:25 NBV) ¿Cómo hablar con veracidad de algo que no conoces o lo haces sólo por encimita? No podemos ser desobligados, menos en un tiempo donde tenemos la información al alcance de nuestras manos.
Desde nuevas tecnologías hasta estudios bíblicos, mantente al día y ábrete a aprender de diferentes fuentes. Este aprendizaje continuo nos permite ser líderes informados, y también puede ayudar a hacer nuestras enseñanzas más relevantes y efectivas: “El corazón del entendido adquiere sabiduría; y el oído de los sabios busca la ciencia” (Proverbios 18:15 RVR 60).
5. Sé auténtico: tu vida es tu mejor testimonio.
Las generaciones más jóvenes valoran la honestidad y detectan rápidamente la falta de autenticidad. Quedaron atrás las poses acartonadas de un pastor, las formas caricaturescas del tono de voz, o la imagen impoluta del pastor que no se equivoca y casi levita de santidad. Llegó el momento de mostrarse humano, cercano y veraz: Compartir nuestras propias luchas y testimonios, mostrar quiénes somos en verdad, y hablar desde el corazón puede tener un impacto profundo. Permitirnos ser vulnerables nos recuerda que somos humanos y que todos, pastor o congregante, dependemos de la gracia de Dios cada día.
Al hablar sobre tus propias luchas y experiencias, muestras que la vida cristiana es un proceso de crecimiento continuo. Este testimonio puede inspirar a otros y les permite ver que Dios obra en nosotros cada día, en lo bueno y lo difícil. Creyentes de un Dios que se hizo humano, necesitamos congruencia en mostrarnos con autenticidad, empatía y cercanía.
Recordemos que “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús: aunque él era igual a Dios, no consideró esa igualdad como algo a qué aferrarse. Al contrario, por su propia voluntad se rebajó, tomó la naturaleza de esclavo y de esa manera se hizo semejante a los seres humanos” (Filipenses 2:5-7 NBV).
6. Confía en el poder de Dios y mantén tu visión en la misión eterna.
Es fácil perder el rumbo en un mundo de constante cambio, pero mantener la misión de la iglesia en el centro nos ayuda a recordar el propósito de nuestro trabajo. Dios nos ha llamado a llevar esperanza y salvación, y esa verdad es la que debe guiarnos. Aunque las estrategias puedan cambiar, el mensaje eterno del evangelio sigue siendo nuestra mayor misión.
Aunque cambiemos la forma de hacer las cosas, recordemos que nuestra misión de llevar el evangelio y hacer discípulos sigue intacta. La flexibilidad es buena, pero nuestra convicción en el mensaje de Cristo es inamovible.
Recuerda que la misión no depende de nuestras habilidades. Es Dios quien está obrando en y a través de nosotros para cumplir su propósito eterno: “Porque es Dios el que les da a ustedes el deseo de cumplir su voluntad y de que la lleven a cabo” (Filipenses 2:13 NBV).
Esta no es una palabra de desánimo o para desestimar las capacidades o dones que tienes; al contrario, les da su justa dimensión. Lo que somos no proviene de nosotros sino de Dios; todo lo que eres es una dádiva, un regalo de Dios. Nunca lo olvides.
7. Promueve más la ora-acción.
Ser pastor no es sólo hablar del evangelio: es vivirlo. Al vivir una vida coherente con lo que predicamos, ofrecemos un testimonio que trasciende palabras. Las personas prestan más atención a lo que hacemos que a lo que decimos, así que vivir con integridad es un pilar esencial de nuestro ministerio.
Además, esa congruencia debe caracterizar tu pastorado. No te dediques sólo a las actividades internas de la iglesia; que yo sé que son muchas, pero es un espejismo engañoso que a veces nos hace extraviarnos. Necesitamos diversificar el ministerio, salir de los templos. No olvides nunca que Mateo 28:19 y Marcos 16:15 nos retratan la gran comisión con el verbo “vayan”.
No se trata de que la gente venga a nuestros recintos. Se trata de ir. Toda comunidad tiene una necesidad y contexto particular; descúbrelo, camina, investiga, dialoga con los vecinos, observa. ¡Conviértete en un antropólogo de tu entorno!: “¡Así dejen ustedes brillar su luz ante toda la gente! ¡Que las buenas obras que ustedes realicen brillen de tal manera que la gente adore al Padre celestial!” (Mateo 5:16 NBV). Orando y accionando.
Los pastores (y creyentes) millennials enfrentamos un llamado desafiante y, a la vez, inspirador. Con la guía de Dios, la capacidad de aprender y adaptarnos, y el compromiso de ser auténticos, tenemos la oportunidad de hacer un impacto en nuestra generación y más allá.
Estos consejos vienen de la breve experiencia personal y del aprendizaje que me ha dado el ministerio. Ser pastor millennial significa adaptarse y desafiarse, pero también es una bendición ser parte de la iglesia en este tiempo único. Sigamos adelante con valentía y humildad, confiando en que Dios nos guiará en cada paso.
Fuentes consultadas:
- American Psychological Association. (2019). Stress in America: Generation Z. Consultado en https://www.apa.org/news/press/releases/stress/2019/stress-in-america-2019.pdf
- Biblica, Inc. (2006, 2008). Nueva Biblia Viva. Biblica, Inc.
- Dimock, M. (2019). Defining generations: Where Millennials end and Generation Z begins. Pew Research Center. Consultado en https://www.pewresearch.org/fact-tank/2019/01/17/where-millennials-end-and-generation-z-begins/
- Howe, N., & Strauss, W. (2000). Millennials rising: The next great generation. New York: Vintage Books.
- Iglesia Metodista de México, A.R. (2018). Disciplina de la Iglesia Metodista de México, A.R. 2018-2022. México.
- Sociedades Bíblicas Unidas. (1960/1988). Santa Biblia: Reina-Valera 1960. Sociedades Bíblicas Unidas.
- Strauss, W., & Howe, N. (1991). Generations: The History of America’s Future, 1584 to 2069. New York: William Morrow.
- Twenge, J. M. (2019). iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy–and Completely Unprepared for Adulthood. New York: Atria Books.

Yo preguntaría, quien les puso y aplanó el piso a los Milenin, para que lograran lo que hicieron.???????????
ya pensaron en los que nacieron desde los años 40 en adelante?????????
Este comentario es con respeto al Autor.
saludos El Cheque
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