LA DESILUSIÓN

LA DESILUSIÓN

Lo hiciste con tus manos y tu boca sopló
suave aliento divino que la vida le dio.
Lo pusiste en tu huerto para que lo labrara
y que en todas tus obras gozara y señoreara.

Le impartiste tu imagen para bien razonar,
le formaste cerebro para en grande pensar;
Corazón le entregaste para emocionarse y sentir
y de tu amor lo llenaste pareciéndose a ti.

Las estrellas lo vieron, todos los astros del cielo;
supieron que de tu mano era el ser más bello,
el más sabio y perfecto; el más fuerte y capaz
hasta que, por “ser como Tú”, codició conocer más.

Sus ojos lo engañaron, sus sentidos le mintieron.
La lengua de la serpiente, instrumento de Satán,
le sembró una ambición con una media verdad:
Que sería como Dios, conociendo el bien y el mal
ocultándole que nunca los podría dominar.

De pronto se les abrieron los ojos de la lujuria
y de inmediato vinieron sentimientos de vergüenza.
Cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales
y cayeron en pasiones peores que los animales.

Oyeron la voz de Dios que se paseaba en el huerto
y se escondieron de pena porque fueron descubiertos
con excusas y con miedo porque estaban desnudos,
culpándose el uno al otro por haber comido el fruto.

La tierra fue maldecida, aquella que fuera huerto
produciría espinos y abrojos cual desierto,
y de aquella imagen divina que un día recibieran
quedaría sólo polvo, pues ahora estaban muertos.

La desilusión de Dios, por la ilusión del hombre,
que perdió lo que tenía, timado por los deseos,
por escuchar las mentiras de su enemigo astuto
y que hasta hoy lo seduce y lo ciega hasta lo sumo.

La desilusión que le hizo arrepentirse de haberlo hecho
que hasta el corazón a Dios le doliera en su pecho;
dolor que un día sufriera en su cuerpo su propio Hijo
para volver a ofrecernos el deseado paraíso,
destruyendo todo engaño de nuestro cruel enemigo,
clavando en la cruz pecado y muerte y acusaciones
para darnos perdón y vida y comunión con el Padre
y volvernos a su imagen como Él nos hizo antes.

La desilusión de Dios, se muere en la cruz de Cristo:
¡El poder de la obediencia es perfecto en el Hijo!
El perdón es absoluto, la imagen, recuperada.
Si hoy nos arrepentimos ¡Volvemos al Paraíso!

Como a las 3:10 de la mañana me despierto con la palabras del título de este poema, creo que por primera vez es que recibo primero el título de un poema. Al principio pensé que haría una presentación de otros eventos de la historia entre Dios y el hombre, pero el Señor me dirigió de esta manera. Me ha tomado más tiempo del que comúnmente me lleva el escribir un mensaje de éstos; pero la verdad es que he tenido que pensar y cambiar algunas cosas, y quizá cuando lo revise antes de publicar, tendré que hacer otras modificaciones.

Gloria al Señor, que la desilusión de Dios fue temporal, expresada en el texto bíblico para que entendamos el gran dolor que sufrió nuestro Creador por nuestra desobediencia y rebeldía. Conocer más no está mal, pero conocer en rebeldía es dispararnos no a los pies, sino al corazón, a nuestra propia imagen. En este tiempo de cambios de ética y moral, de “revolución” de ideas e ideologías, me pregunto cuánto de esto es sólo la codicia por “conocer más” y “tomar nuestras propias decisiones”, “independientes” de Dios. No hemos entendido la lección como humanidad completa. Pero gloria a Dios que algunos han sido despertados y andan de nuevo en el Señor, siendo conformados a la imagen del Hijo de Dios, para disfrutar de la comunión con el Padre mediante la obediencia al Espíritu Santo que los guía. Es tiempo de arrepentirnos. ¡Volvamos al Paraíso!

Raúl García de Ochoa
Cd. Benito Juárez, N.L.
4 de diciembre de 2024.