EDITORIAL

EDITORIAL

LA VUELTA DE AÑO

Hemos llegado al umbral de 2025, año que representa el primer cuarto del siglo XXI. Siendo parte de un modo artificial de medir el tiempo, no debiera tener más relevancia que cualquier otro año; pero la conclusión de un lapso de 365 días y el inicio de otro nos sirve de pretexto para evaluar nuestra forma de actuar, decir y pensar. La celebración por la llegada de un nuevo año representa un alto en el camino, necesario para tomar conciencia de nuestra manera de hacer y decir. Y en particular la llegada del año 2025 nos podría llevar a formularnos preguntas como éstas:

¿Dónde estábamos al inicio del año 2000, el cual marcó un cambio no sólo de año, sino de siglo y de milenio?

¿Cuáles eran nuestras metas, sueños y esperanzas en ese año?

¿Cuáles eran nuestros temores y ansiedades en aquel entonces?

De nuestras metas, sueños y esperanzas del año 2000, ¿cuáles se concretaron?

De nuestros temores y ansiedades, ¿cuáles resultaron ser reales?

¿Quiénes no estaban a nuestro lado, y ahora están?

¿Quiénes estaban a nuestro lado, y ahora ya no están?

Si nos pusiéramos a hacer un ejercicio de memoria al contestar estas preguntas, probablemente caeríamos en la cuenta de cómo todo es pasajero: nuestros sueños, esperanzas, temores, ansiedades, y aún la misma gente que nos rodea. Todo cambia, todo pasa. Por eso, en el torrente de experiencias que nos toca vivir, es fácil caer a menos que tengamos un asidero que nos permita estar de pie. Para los creyentes, ese asidero, esa roca firme, ese castillo fuerte, es nuestro Dios (como dice el famoso himno de Martín Lutero). La corriente de la vida va pasando, pero sólo asidos de la Palabra del Señor mantenemos el rumbo: 

Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan 2:17). 

Lo que no ha cambiado y es igual tanto en el año 2000 como en el 2025 que está por iniciar -y en todos los años anteriores y por venir- es la presencia de Dios, el creador del tiempo y el espacio en donde nos movemos. Lo que la Palabra de Dios dice que es verdad, siempre será verdad, lo mismo si la leímos en años pasados, que si lo hacemos en el presente o en los años por venir. Una cosa es segura: nuestro Creador ya conoce y está en cada uno de los caminos por donde nos lleve el año que está por iniciar. Nada le es desconocido: el año que está a la vuelta de la esquina, él ya lo conoce. 

En este último número del 2024, incluimos una reflexión sobre la forma como las festividades navideñas celebran todo, menos a quien decimos es el festejado, el Señor Jesucristo. También presentamos una breve mención a los XV Encuentros Nacionales de la Juventud Metodista; así como la sección El Abogado Cristiano, donde se consideran cuestiones legales de importancia al momento de ocupar a alguien para algún trabajo en la iglesia. 

Tenemos también una remembranza a una mujer extraordinaria, que este año que termina fue honrada por la iglesia a la cual perteneció: nos referimos a Martha Escudero de Vizcarra (+). Y otra remembranza, pero de un encuentro difícil que derivó en una conversión, se nos cuenta en el relato titulado “El Chile Habanero”, de la pluma del Pbro. Baltazar González Carrillo.

Estos y otros aportes concluyen las publicaciones de El Evangelista Mexicano de este 2024, que compartimos con ustedes, orando para que el nuevo año que está por iniciar sea también coronado de bienes, y la lluvia de gracia del Espíritu Santo refresque nuestra vida y nos lleve a crecer en la gracia y el conocimiento del Señor Jesucristo. Un abrazo para ustedes.

María Elena Silva Olivares.

Un comentario sobre “EDITORIAL

  1. Gracias a Dios por sus palabras llenas de Bendicion para cada uno de nosotros y son una reflexión para seguir exaltando al Dios Trino Poderoso y Lleno de Gloria que está en nosotros para Guiarnos Amén.

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