Para el precursor del metodismo, Juan Wesley, el ser humano no cuenta con la perfección de Dios. Por lo tanto, la humanidad se encuentra incompleta ya que padece la enfermedad del ateísmo por naturaleza. Al mismo tiempo, Wesley afirma que la forma más adecuada para llegar a la perfección de Dios es a través de la instrucción: “… de igual modo el único fin de la educación es restituir nuestra racionalidad a su estado original. La educación, por lo tanto, debe ser considerada como un segundo intento de alcanzar la razón, y por medio de ella compensar, hasta donde sea posible, la pérdida de la perfección original.” (Wesley, Sermón 95:385). Las escuelas metodistas estaban formadas por profesionistas de la educación que consideraban esto además de impartir la lección correspondiente del día.
En la Conferencia en Limerick, Irlanda, Juan Wesley diseña la evaluación de predicadores y publica “Preservación contra nociones religiosas sin resolver” como una manera de evaluar a quienes predicaban e instruían acerca del cristianismo, la educación y el servicio del metodismo. Juan Fletcher, que trabajaba muy cercano a Wesley, articuló la “Sociedad de ministros del Evangelio de la Iglesia de Inglaterra”, con la intención, junto con Wesley, de que los clérigos predicaran sobre la doctrina de la santidad en términos de perfección cristiana. Wesley escribiría entre 1759 y 1760 varios textos relacionados a forma de predicar e instruir en el evangelio (1).
Después de la Conferencia de 1763, bajo mucha tensión, se obligó a Wesley a tomar medidas para examinar y “purgar” predicadores y proteger los centros metodistas de personas que contradecían las enseñanzas wesleyanas; por lo que Wesley comenzó a predicar y dar consejos respecto a la educación. Señala que todo hombre y mujer son reflejo de la educación de su hogar; la escuela y la iglesia deben pulir, mejorar y adaptar esa educación a la convivencia con los demás. Señala que el amor al prójimo es una cuestión ética y moral que debe practicarse constantemente, y que debe inculcarse todo el tiempo. Por ello, en 1765 estableció como obligación de todo clérigo o predicador, que, donde estuviera predicando, debía fundar una escuela con esos valores (2).
Los “Sermones para varias ocasiones” y las “Notas Explicativas sobre el NT” se constituyeron en las “normas doctrinales” para los predicadores metodistas. En el cuarto final del siglo XVIII, los Circuitos habían crecido a 30 sumando Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda. Había más de 100 predicadores laicos examinados y confirmados por Wesley y una membresía de 20.000 miembros, creciendo a razón de 1.000 miembros por año.
Otra característica del movimiento metodista fue el canto y más específicamente la himnología, para lo cual se imprimieron una variedad interesante de distintas colecciones de himnos junto con recomendaciones para su uso congregacional. Los aportes de Carlos en este sentido deben destacarse, de quién se dice compuso más de 6.000 himnos, algunos de los cuales han llegado hasta nosotros.
El crecimiento de obra hizo que se nombrara un Mayordomo General, que se separara un Fondo para Predicadores, y también se instituyó una “pensión” para los predicadores jubilados o sus viudas. Muchos de los predicadores locales tenían una dedicación parcial. Tres mujeres -Sara Crosby, Gracia Walton y María Bosanquet- pueden considerarse las primeras “predicadoras locales”, a las cuales Wesley recomendó un distinto proceder para evitar nuevos conflictos y un llamado extraordinario para hacerlo.
Históricamente la educación metodista hizo hincapié en la formación de personas libres. Fiel a la tradición protestante promovió el desarrollo de la conciencia personal (3). De ahí la importancia que adquirieron en nuestras aulas hasta el momento actual, el diálogo, la reflexión y la discusión de ideas. Esta filosofía dialogal alentó permanentemente la actualización de las propuestas pedagógicas y el desarrollo de nuevas metodologías y tecnologías para el trabajo en el aula.
Una de las señales fundamentales de la educación metodista, es que posee un espíritu innovador, elaborando propuestas educativas no sólo para los colegios metodistas, sino en todos los ámbitos de la educación pregonando:
- La educación mixta y la coeducación,
- preocupación por la mujer y su dignidad,
- la enseñanza de la economía doméstica,
- el diálogo como método pedagógico,
- la educación científica,
- la enseñanza de los idiomas extranjeros,
- la educación física como parte del currículo,
- la inclusión de la educación inicial como etapa fundamental en la vida para la formación de la personalidad,
- y el desarrollo de métodos activos que condujeran a la libertad y la autonomía de los educandos.
Como dato interesante, es importante mencionar que los colegios metodistas en América Latina fueron los primeros en construir laboratorios para el uso directo de los alumnos, como respuesta didáctica a la exigencia de la experimentación, dentro de las etapas estipuladas por el método científico.
Estas características que definieron a la educación metodista desde sus comienzos han permanecido vigentes en su filosofía, con las adaptaciones pertinentes a los cambios y situaciones vividas por nuestras sociedades a lo largo del tiempo.
Desde la llegada de los primeros misioneros metodistas a tierras aztecas se han construido espacios diseñados especialmente para la impartición de clases. Las características de las aulas que tenían a su cargo son las siguientes:
- enseñar a la generación estudiantil el respeto y acatamiento que todo hombre debe a las leyes y a las autoridades constituidas en el país en que vive,
- se le enseñan asimismo sus deberes para con la patria,
- se les enseña a defender sus principios, ideas y autonomía.
La distribución de estas escuelas no era mucha, en comparación de las establecidas por el gobierno (4). La educación protestante llegó a México para cambiar el panorama de muchas personas analfabetas; gracias a ello, los mexicanos tuvieron la oportunidad de conocer otra forma de mejorar su educación y forma de vida. Por otra parte, los metodistas fueron ganando terreno a través de la educación. Los protestantes brindaban un aprendizaje de calidad en comparación con las escuelas de tercera clase. Además, a pesar de las prohibiciones, en los institutos evangélicos se daba la materia de religión como parte de su plan de estudios.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la educación metodista ha perdido terreno frente a los modelos educativos del siglo XX y XXI, en vez de nutrirse de ellos o nutrir estos modelos. La esencia de Wesley al respecto, es que la cuna de la educación es en el hogar y la iglesia, como base de la formación del individuo, y la construcción de conocimientos útiles en el aula, generando conciencias abiertas y libres para cada elección académica. Pero, la modernidad ha impuesto el “clientelismo educativo”, donde los resultados positivos son lo que importa, el número en la boleta y no la actitud y pensamiento del individuo -que sería un buen campo para que el metodismo pueda recuperar su esencia en la educación de hombres y mujeres libres en nuestra actualidad. Es en esta modernidad, tecnológicamente hablando, donde es palpable la necesidad de nuevos valores cercanos a la doctrina, a la moral y ética personales y colectivas que se han perdido; es, pues, una oportunidad en la modernidad.
Dr. José M. Tinoco Reyes
“Templo de Cristo” Iglesia Metodista en Cuautla
NOTAS
- Publica “Sermones para varias ocasiones”, y “Pensamientos sobre la perfección cristiana”.
- Los “Sermones para varias ocasiones” se constituyeron en las formas doctrinales para los predicadores metodistas
- Coherente con el mensaje del evangelio, se considera que las instituciones educativas metodistas pueden ser proféticas y promotoras de los valores cristianos, ser espacios de humanización y de integración en una sociedad que excluye, margina y deshumaniza.
- Cabe mencionar que, para establecer una escuela metodista, era necesario contar, primero, con la aceptación de la comunidad.
