La juventud metodista, ¿el futuro de la iglesia?

La juventud metodista, ¿el futuro de la iglesia?

Emanuel Yescas Rodríguez. 
Iglesia Metodista “Monte Sinaí”, Cd. Satélite. 
Conferencia Anual de México

Desde que tengo memoria, siempre he escuchado de boca de hermanos y pastores comentarios como: “Los jóvenes son el futuro de nuestra iglesia”, “Hay que cuidar de ustedes, porque el día de mañana ustedes son los que van a estar al frente”, “Al rato, cuando a ustedes les toque”, etc. Yo sé que estos comentarios y dichos vienen desde el amor y refleja esperanza, fe y confianza en Dios de que va a mantener nuestros templos e iglesias por muchas más generaciones. 

Pero últimamente, en mi cabeza ronda la pregunta: ¿Por cuánto tiempo se han dicho estas palabras? ¿A cuántas generaciones les han dicho lo mismo? Y por consiguiente, ¿dónde está ese futuro tan brillante y prometedor para nuestra iglesia de generaciones pasadas? 

Siempre que voy a alguna iglesia de visita o por alguna actividad de las LMJI, algún hermano o hermana se acerca a mí y me comparte un poco de su testimonio en el trabajo juvenil de nuestra iglesia. Remarcando cosas como: “El trabajo de las ligas es muy importante”, “Qué bueno que están haciendo estas cosas, recuerdo que también lo hacíamos cuando era más joven”, “En mis tiempos éramos 40 en la liga”, etc. Es una realidad que año con año nuestras ligas y grupos de jóvenes locales pierden miembros, y esto lleva pasando muchísimo tiempo. ¿Dónde están esas ligas con 60 chicos? ¿30? ¿20? Hoy en día, es triste aceptar que el promedio de asistencia de nuestros grupos de jóvenes ronda entre los 10 a 13 ligueros y ligueras. Y damos gracias a Dios porque nuestras ligas más fuertes tienen una asistencia de más de 20 personas, contando jóvenes e intermedios. 

También es un tema muy importante el cuestionarnos, ¿dónde están esos 40 jóvenes que formaban parte de nuestras ligas hace no mucho tiempo? La verdad es que yo en mi iglesia, domingo a domingo, no veo a muchos de los chicos que estaban en la liga cuando yo era un niño; no reconozco los rostros de los mejores amigos de mi hermano mayor (por 8 años) en las bancas de mi templo. ¿Dónde están esos jóvenes que ya son adultos y eran parte de la iglesia, que cada 8 días estaban vendiendo en la tiendita de la liga, que fueron parte del gabinete local, distrital, o conferencial; que son nietos, hijos, sobrinos de las hermanas y hermanos que siguen asistiendo a nuestros cultos?

¿Esos jóvenes eran el futuro de nuestra iglesia? Y si eran el futuro, ¿dónde está ese futuro? Yo no lo veo.

Creo firmemente que es muy valioso pensar que los jóvenes de cada una de nuestras iglesias tienen por delante un futuro muy prometedor, y que Dios tiene preparadas grandes cosas para ellos dentro de nuestros templos y fuera de ellos. Pero no es una realidad que esos 15, 12, 10 chicos formen parte de nuestra iglesia en el futuro lejano. Se ha comprobado una y otra vez que muy pocos de los jóvenes que conforman las LMJI siguen siendo parte de la iglesia a largo plazo. Ya sea que cambian de ciudad por temas de trabajo o familia, asisten a otra iglesia metodista que les queda más cerca a sus domicilios, asisten a congregaciones externas a la iglesia metodista, encuentran otro tipo de espacios donde se sienten más escuchados, apreciados y validados; tristemente han sido lastimados por la iglesia y se marchan, o se han sentido abandonados por nosotros y se alejan. ¿Y qué hemos hecho como iglesia al respecto?

La vida de la iglesia es un arduo trabajo, una obra constante que se tiene que vivir semana a semana, domingo a domingo, día a día. Es un trabajo pesado, que muchas veces sobrepasa las capacidades actuales de nuestras iglesias. No es un secreto que la mayoría de la población de nuestras congregaciones se encuentran en una edad en la que es muy complicado realizar grandes esfuerzos de todo tipo, y que muchas veces no pueden ser parte de todas las actividades, trabajo y responsabilidades de nuestras iglesias. 

Año con año es un reto completar las juntas de administradores, porque no hay los suficientes hermanos y hermanas con tiempo suficiente, fuerzas, o ánimo para la responsabilidad que es formar parte de estos espacios. ¿Cuántos años vamos a tardar en ya no tener hermanos suficientes para la junta de administradores? ¿Cuántos años vamos a tardar en no tener manos suficientes para recoger ofrendas? ¿Ser ujieres?,¿Ayudar en el audio? ¿Tener un grupo de alabanza? ¿Contar con un hermano que toque el piano? ¿Cuántos años vamos a seguir tratando de sobrevivir como iglesia en vez de VIVIR COMO IGLESIA? ¿Cuánto tiempo vamos a tardar en no tener hermanos suficientes en el templo para tener un culto? ¿Cuántos años nos quedan como Iglesia Metodista en México?

Los jóvenes NO somos el futuro de la iglesia: somos el presente. 

Es tiempo de poner nuestra mirada en los jóvenes que aún tenemos en cada una de nuestras congregaciones. Es momento de escuchar esas voces que por mucho tiempo han pasado desapercibidas, de enfrentar las problemáticas reales que enfrentamos día a día y de, como iglesia, ser un espacio seguro en los cuales los jóvenes puedan encontrar un refugio lleno de amor, compasión, empatía y la fuerza necesaria, a través de Dios, para enfrentar las adversidades; estas características propias de una iglesia que busca imitar a Jesús; en vez de encontrar críticas, regaños, burlas, demeritar esfuerzos o problemáticas vigentes, y el tener que cumplir con expectativas del “comportamiento cristiano” tan rígidas e inalcanzables. 

Como generación estamos hambrientos de un significado para nuestras vidas, estamos sedientos por respuestas a mil preguntas, estamos tan inundados por opiniones tan contrarias, opuestas y diferentes en Internet que estamos confundidos, ansiosos y desesperados. Y cada una de estas inquietudes, sabemos sólo pueden ser resueltas por el Padre, y el lugar donde encontrarlo a Él debería ser la iglesia. Tristemente, para mi generación, la iglesia no representa un espacio abierto en el cual podemos encontrar una respuesta clara por parte de Dios, a través de la voz de pastores, líderes, hermanos y hermanas de la congregación. Es mucho más fácil pararse en el púlpito a criticar y señalar a la “generación de cristal” (término ofensivo usado constantemente para señalar la fragilidad de la juventud), que sentarse a escuchar y a platicar sobre las problemáticas, retos, aflicciones y sentimientos que cargamos día a día. Esto desemboca en la pérdida año tras año, mes tras mes, semana a semana de jóvenes y adolescentes que podrían tener un encuentro con Cristo; a los cuales, en vez de acercarlos al brazo del Padre, los echamos fuera de la casa de Dios.

Los jóvenes también formamos parte de la misma iglesia, somos parte de la Iglesia Metodista de México, no somos externos a ella; no somos nuestra propia iglesia, todas las organizaciones, somos parte del mismo cuerpo. Todos somos pertenecientes al mismo Dios, servimos al mismo propósito. Pero muchas veces se siente como si los jóvenes existiéramos aparte. Como si no fuéramos completamente miembros de la iglesia por una mera cuestión de edad. Se siente como si para poder ser vistos, escuchados, validados, comprendidos y tener un espacio dentro de la iglesia necesitáramos cumplir un rango de edad. Pero ¿qué pasa con todos esos años de juventud en los que no tenemos eso? ¿Cómo podemos recuperar más de 30 años sintiéndonos apartados de la iglesia? ¿Quién o quiénes estuvieron para apoyar a todos esos jóvenes en necesidad? ¿Y por qué sólo son unos pocos, sabiendo que había tanta gente en las iglesias? Y la pregunta que se hacen los jóvenes es: ¿Por qué serviríamos en un lugar en el que no fuimos valorados hasta cumplir cierta edad? ¿Por qué seguir asistiendo a un lugar del que no me siento parte? 

Cada uno de los jóvenes que hoy en día está ocupando un asiento en tu iglesia, es un corazón lleno de amor y energía para reflejar lo que Dios ha hecho en su vida. Cada joven que está en tu LMJI es un par de manos dispuesto a trabajar por el reino. Cada adolescente que ayuda en los desayunos o comidas fraternales a servir mesas, lavar platos, mover sillas, es una boca lista para poder anunciar las buenas nuevas de Jesús. La Biblia es un claro ejemplo de cómo Dios usa a personas de todas las edades para su obra, al final del día es Dios quien hace el trabajo a través de nosotros, y Él no tiene limitaciones de edad, educación, o ninguna en lo absoluto. Dios decide usar a quien Él quiere usar. 

En estos tiempos, considero ineludible el poner a los y las jóvenes de cada congregación en espacios donde puedan desarrollar sus talentos y dones al servicio de la iglesia. Hoy en día, los talentos de la juventud han cambiado en muchos sentidos, moviéndose a un enfoque digital, al cual como iglesia nos está costando trabajo adaptarnos. Pero los jóvenes no necesitan adaptarse a ese mundo: cada uno de ellos ya es parte de él. En nuestros templos tenemos a gente muy talentosa, capaz de llevar el evangelio a esos rincones que como iglesia no hemos podido acceder de manera efectiva; pero en vez de acercarnos, preferimos ignorar esta nueva serie de talentos creativos que abundan en nuestra iglesia. 

Así también, decidimos ignorar las problemáticas tan reales que como jóvenes nos encontramos a diario. Decidimos hacer oídos sordos a sus peticiones constantes por tocar los temas que en verdad les importan. Decidimos criticar y cuestionar por qué levantar las manos o aplaudir en la alabanza, en vez de cuestionarnos ¿Por qué esta música está moviendo así sus corazones? y ¿Cómo Dios les habla a través de estas nuevas canciones? Decidimos no acercarnos para platicar, o simplemente preguntar e intentar saber el nombre de los que forman parte de nuestra misma iglesia. Decidimos no incluir a los jóvenes en los ministerios de nuestras iglesias, y decidimos no acercarnos a ellos para la creación y desarrollo de nuevos ministerios que puedan responder a las necesidades de esta generación.

Como jóvenes tenemos mucho que aportar a nuestras comunidades de fe. Todo el tiempo están surgiendo nuevas ideas, proyectos innovadores con Jesús como centro de éstos. Se están teniendo conversaciones sobre cosas nuevas que hacer en nuestras iglesias, enfoques diferentes, y el uso de nuevas herramientas y talentos artísticos y creativos que hoy abundan en nuestras congregaciones. Estas conversaciones están tomando lugar en nuestros templos, sólo que hemos puesto nuestra atención y hemos prestado nuestros oídos a otro tipo de conversaciones.

La juventud metodista está lista para actuar, para ir a las calles a hablar sobre la palabra de Jesús, para pintar templos, para ministrar por medio de la alabanza, para predicar en hospitales, compartir los alimentos con quien lo necesite, para llevar alegría a quienes están tristes, para orar por las personas en necesidad, para hacer un cambio en su familia, en su escuela, en su vecindario, en su comunidad. Estamos listos para permitir que Dios obre a través de nosotros por medio de la obra transformadora que su Espíritu Santo hace en cada uno. Pero no actuamos solos, no somos un movimiento independiente, somos IGLESIA, somos un solo cuerpo y necesitamos empezar a hacer las cosas en comunidad. Necesitamos sentirnos respaldados por nuestros pastores y líderes. Necesitamos hacer las cosas como uno solo, ser todos parte de la obra de Dios. 

Es por eso que es tan importante el papel de nuestras autoridades, como lo son obispos, gabinetes conferenciales, distritales, pastores locales y juntas de administradores, y que éstos tengan un rol activo y un involucramiento e interés genuino por la vida de la juventud en nuestras iglesias, en nuestros distritos, en nuestras conferencias y en nuestro país. Sería bueno contar con la asistencia de más de un par de pastores locales en las actividades distritales y conferenciales, y que no sólo asistan cuando son invitados a compartir. Poder apreciar y sentir un interés real por parte de los obispos y superintendentes en estas actividades, verlos ser uno más en ellas, y no sólo esperar predicar en el culto de inauguración o clausura. Contar con el respaldo de la junta de administradores cuando las ligas locales quieren proponer o tener actividades diferentes, o tocar temas que realmente son significativos para ellos. Ayudar a que podamos crecer en la fe y encontrar las respuestas que buscamos en Cristo, y no tener que sentir que no podemos ser nosotros mismos dentro de los templos.

Sabemos que como jóvenes seguimos fallando en muchas cosas, y seguimos en nuestro desarrollo como personas dentro de la sociedad y como cristianos. Sabemos que nosotros no tenemos todas las respuestas; y aunque nos cueste aceptarlo, no siempre tenemos la razón. Es ahí donde radica la importancia y el valor de estas figuras que lideran nuestra iglesia, que nos puedan guiar, enseñar, mostrar y capacitar en el andar con Cristo. Pero esta misma enseñanza debe ser propia del carácter de nuestra iglesia, basada en el amor y en la comprensión del punto de partida de que no somos perfectos; y que todos necesitamos partir del centro y la razón de lo que hacemos, que es Cristo, para poder alcanzar esos anhelos que Dios ha puesto en nuestros corazones como una iglesia unida.

Esta es una invitación tanto a los adultos como a los jóvenes de las iglesias a dejar de vernos como tal “adultos” y “jóvenes”. De empezar a vernos como lo que somos, UN MISMO CUERPO, UNA SOLA IGLESIA. Es hora ya, de empezar a involucrarnos todos en todo el trabajo de la iglesia. El tiempo ha llegado de que los más jóvenes en las iglesias empiecen a levantar su voz, empiecen a decir lo que piensan, lo que necesitan y lo que les gustaría hacer. Así mismo, corresponde escuchar estas voces valiosas, llenas de puntos de vista diferentes, que aún siguen formando parte de nuestras iglesias y que reflejan los problemas que están fuera de las 4 paredes de nuestros templos; y estar dispuestos a validar estas opiniones, para empezar un cambio. 

Como jóvenes, es momento también de poder aceptar el consejo y la instrucción de los mayores, tomar las palabras sabias que provienen del amor y de Dios, habladas a través de los más grandes en nuestras iglesias. Encontrar un punto en el cual todos podamos congregarnos para adorar y alabar a nuestro Señor de la manera más genuina que Él ha puesto en nuestros corazones, ya sea aplaudiendo, danzando, cantando o estando en un momento íntimo y solemne con nuestro Dios. Cantar las alabanzas más nuevas que pueden tocar nuestros corazones, así como entonar himnos hermosos que sigan reflejando la tradición y nos lleven a la comunión con Dios. En la casa de Dios estoy seguro que hay espacio para todo tipo de adoración, siempre y cuando sea genuina y real. 

Los jóvenes metodistas tenemos una tarea muy importante: levantar nuestras iglesias, congregaciones, involucrarnos en las juntas de administradores, tomar cargos distritales, conferenciales y no sólo propiamente de las LMJI. Estoy convencido que Dios nos puede usar en los gabinetes conferenciales y distritales, lado a lado de adultos sabios y capaces en cada una de nuestras conferencias. Dios no ve tu acta de nacimiento para saber si estás listo o no: Dios está llamándonos a hacer algo por su iglesia, y nos corresponde a nosotros el contestar ese llamado y decir “Heme aquí”.

Así también, invito a los pastores locales, juntas de administradores a involucrarse domingo a domingo en las actividades de sus ligas, a escuchar cómo Dios también habla a través de la juventud, a poder aceptar ideas nuevas y no tener miedo al cambio y evolución. Dios sigue hablando a todos a través de las actividades de las ligas. Dios nos habla todo el tiempo, y nos habla a todos como su iglesia.

Por último, a las autoridades les invito a ser partícipes de sus gabinetes conferenciales y distritales de las LMJI. Les invito a involucrarse en sus actividades, desde el respeto, poniendo primero el oído antes que nuestros labios para entender las dificultades y retos que se enfrentan en estos gabinetes. Les invito a orar por los líderes juveniles que son el presente de la iglesia, les invito a acercarse y a preocuparse no sólo por el trabajo y los resultados a final del año conferencial, sino a ser partícipes de su vida, de fungir el rol de guías y maestros para poder llevar nuestras iglesias a un mejor lugar.

Sé que Dios ya está trabajando en muchos corazones, que Dios ya está levantando líderes juveniles en todas las iglesias, que Dios tiene grandes cosas preparadas para cada una de nuestras congregaciones, distritos, conferencias. Dios lo tiene todo listo, nos toca a nosotros como una sola iglesia dar un paso al frente para poder ser herramientas de Dios para todo lo que Él tiene preparado; nos toca estar dispuestos a aceptar las cosas en las que hemos fallado, y tener una mente y manos preparadas para poder hacer un cambio.

Dios los siga bendiciendo grandemente, y todos seamos manos útiles para su obra.