Juan Wesley en nuestra memoria.

Juan Wesley en nuestra memoria.

Oswaldo Ramirez González

EL METODISMO:

“ESTA Sublime Institución ha sido siempre la Iglesia del pueblo, es decir, una organización que ha consagrado sus esfuerzos y su talento al bienestar de la humanidad sin distinción de raza, de posición ó de clases en la sociedad.

Desde el tiempo de Wesley que predicaba las buenas nuevas á los presos, á los pobres y á las clases más ínfimas de la sociedad, la gran Iglesia que él fundó ha sido, en un sentido especial, la Iglesia del pueblo.”

Con estas palabras abre un artículo informativo publicado en El Abogado Cristiano Ilustrado, el 1ro de julio de 1888, el cual sirvió de antesala para describir los trabajos y avance en el desarrollo misionero metodista presentados en la Conferencia General de aquel año. Hablamos pues que, para aquella época, la inserción formal del metodismo en nuestro país llevaba poco más de diez años. Las condiciones eran distintas a las del día de hoy; los grupos misioneros no sólo supieron adaptarse, sino que aprovecharon las condiciones del gobierno en turno cuyo lema era “Orden, Progreso y Paz”. El metodismo, proveniente de la iglesia norteña y sureña de los Estados Unidos (IME e IMES por sus siglas respectivamente), expandió su obra social y misionera en el norte, centro y sur del país, exceptuando la península de Yucatán, Tabasco, Campeche y Chiapas y sur del estado de Veracruz.

Si bien es cierto, sus principales bastiones estuvieron encaminados a la captación de   simpatizantes en ciudades -algunas de éstas con un pasado liberal, disidente hacia el catolicismo o indicios protestantes, comunicadas por el ferrocarril-, también se encaminaron en lugares de potencial desarrollo industrial; esto no exceptuó que La Palabra llegase a zonas agrícolas y rurales. La expansión del evangelio por parte de misioneros metodistas sobrepasó sus expectativas hacia finales del siglo XIX, hecho que planteó la separación e independencia de la obra misionera metodista; misma que por avatares de índole política, social y económica se aplazó hasta 1914 y posteriormente fue una realidad con el Plan de Cincinnati, cuyo resultado pleno dio origen a la iglesia metodista mexicana hacia el año de 1930; pero bueno, eso es otra historia.

Ahora bien ¿Cuál fue la fórmula para la bonanza misionera durante la dictadura de Porfirio Díaz? Desde luego, como señalé- de manera escueta en párrafos anteriores, que los misioneros aprovecharon las condiciones para establecer de manera paralela a las iglesias, escuelas, hospitales y seminarios. La obra social -cuya realidad fue concebida gracias a la inversión capital constante de congregaciones, sociedades y cristianos metodistas estadounidenses, devotos, comprometidos con el crecimiento del evangelio e iglesias en nuestro país- fue un elemento crucial en el éxito misionero. Desde luego que detrás de todo ello se encontró, la oración, el trabajo misionero arduo y la motivación de servicio en pro del mejoramiento de las condiciones de los fieles en un afán de acercarlos al conocimiento bíblico y la Salvación en Cristo.

Sin embargo, el llamado al evangelio de nuestros hermanos estadounidenses, además de tener sus bases en la Biblia, las refuerza a través de la tradición y el origen de un protestantismo renovado en lo que se considera como la Reforma dentro de la Reforma, cuyos antecedentes se remontan a las reuniones de éste en la Universidad de Oxford, Inglaterra con las actividades de un grupo de estudiantes denominado el Club Santo, liderados por Juan Wesley; genio y espíritu del metodismo.

  Hablar del fundador del movimiento del cual somos parte histórica y espiritualmente, requeriría mucho más que este breve artículo. Juan Wesley fue un varón de Dios y hombre de su tiempo, preocupado por los pobres y desvalidos de su entorno, quien entre otras cosas dejara las bases para un Evangelio Social, que es uno de los elementos irrestrictos de acercamiento para todos. Por ello, la alusión a las palabras citadas al inicio, fueron en su momento de gran inspiración; puesto que el pueblo lo eran y son todos -o por lo menos eso es a lo que se aspira históricamente-, pese a que los vaivenes en el tiempo hasta la era actual nos dejan en entredicho si esto realmente sigue teniendo fuerza y estando vigente.

Sirva lo anterior como preámbulo para iniciar una breve reflexión y lectura por las fuentes hemerográficas que se conservan de nuestro pasado, de manos de la pluma e inspiración de escritores y editorialistas de uno de los periódicos y fuentes de información metodistas más importantes hace aproximadamente ciento cincuenta años; El Evangelista Mexicano

Los textos vertidos a continuación contienen datos que quizás la mayoría de los metodistas ya hemos leído y escuchado en otra parte. No obstante, vale la pena refrescarnos un poco la memoria; en primer lugar, para recordarle a las generaciones jóvenes que el trasfondo de su ímpetu -además de tener razones fincadas en Cristo- está sustentado en este hombre inspirado por Dios. En segundo lugar, por la alusión en memoria que conmemora el Día la Experiencia del Corazón Ardiente, cuya fecha data del 24 de mayo de 1738. A continuación, los textos:

El Rev. Juan Wesley. 2 de marzo de 1791.

EN el privilegiado suelo de Inglaterra se destaca majestuosa y prominente entre las figuras de Byron y Shakespeare, la gigantesca y brillante figura de un hombre que sacrificó su reposo y sus intereses por el bien de la humanidad: ese hombre es el ilustre Juan Wesley.

Yo no soy capaz para elogiar á ese valeroso apóstol que predicó y sostuvo con su elocuente palabra las máximas sagradas del Mártir del Calvario, y que trabajó sin descanso por el bien del género humano; me faltan palabras para ensalzar las virtudes de ese egregio y celoso discípulo de Cristo que sacrificó sus gustos personales por ver realizados sus bellos ideales.

Pluma de oro necesitaría para describir cada acción del Sr. Wesley. El héroe del Evangelio en Inglaterra y los Estados Unidos ha sido juzgado por severos escritores y le han cantado insignes poetas. Los meopes [sic] le han visto de cerca. Y los sentimientos de aquella alma grande debido al finísimo escarpelo de egregios escritores, hánse [sic] dejado mirar á los ojos asombrados del vulgo, así como los astros se manifiestan al maravilloso alcance del telescopio.

Á él somos deudores, después de Dios, del afianzamiento del metodismo, y no somos menos á su ilustre hermano, el eminente Carlos Wesley, por el siempre memorable origen metodista.

Los hermanos Wesley estaban particularmente ligados á sus padres por los lazos de una piedad natural, aunque la madre mucho más que el padre influyó en su espíritu y desarrolló su carácter. El padre era hombre de una voluntad firme, pero á veces duro en sus relaciones con la familia, mientras que la madre con una gran fuerza de inteligencia y un amor ardiente de la verdad, era dulce, persuasiva, afectuosa y sencilla. Se hizo la institutriz y la amable compañera de sus hijos, quienes gradualmente se modelaron sobre su ejemplo. En una carta á su hijo Samuel Wesley, cuando era estudiante en Westminster, en 1709, le escribía: “Yo te aconsejaré tanto cuanto sea posible, que arregles tus ocupaciones á un método cierto que te permita utilizar tus menores instantes y hallar una felicidad indecible en el cumplimiento de todos tus deberes.”  La sociedad fundada más tarde en Oxford por Juan y Carlos, es en gran parte el resultado de sus exhortaciones.

Emerson ha dicho que se puede considerar cada institución como la sombra prolongada de algún grande hombre; por eso proviene el Islamismo de Mahoma, el puritanismo de Calvino, el jesuitismo de Loyola, el cuaquerismo de Fox, el metodismo de Wesley y el abolicionismo de Clarkson.

Los libros que más impresionaron á Juan Wesley cuando era joven fueron “La Imitación de Jesucristo,” y la obra de Jeremías Taylor “Holy Living and Dying.” Sin embargo, tenía la costumbre de prevenir á sus amigos jóvenes contra un exceso de lectura. “Tened cuidado de no dejaros absorber por los libros,” les decía, “una onza de amor vale más que una libra de ciencia.”

La historia de él ha sido muy apreciada por muchos pensadores. Coleridge dice en su prefacio á la “Vida de Wesley” por Suthey, que ese era el libro que tomaba más á menudo entre los de una vieja biblioteca.   “Es á esta obra y á la Vida de Ricardo Bixter,” dice, á las que tenía costumbre de recurrir todas las veces que la enfermedad y el desencanto me hacían sentir la necesidad de encontrar un viejo amigo cuya sociedad no me fatigara nunca.”

El Sr. Wesley fue un escritor muy fecundo; y así como uno de los grandes instrumentos para restaurar el espíritu de la religión; también comenzó esos dignos esfuerzos que se han hecho para difundir conocimientos útiles de todas las clases media y baja. Además de libros sobre temas religiosos, publicó muchos tratados pequeños de distintos ramos de la ciencia.

Cuando murió, el número de miembros en conexión con él en Europa, América y las Indias Orientales, pasaba de 80,000. Había cuando él murió, solamente en el Reino Unido, 115 circuitos y 312 predicadores.

Sr. Wesley desde el alto cielo donde tu espíritu goza del premio debido á tus acciones, contempla tu obra y recréate en ella; la semilla que sembraste crece lozana y da sus frutos que cada día serán mejores y más abundantes; tus sacrificios no fueron estériles; el metodismo avanza con paso lento, pero seguro, por la vía que le trazaste. Tu nombre ha pasado á la posteridad escrito con letras de oro.

Juventud querida, arco-iris de risueñas esperanzas para el porvenir, si queréis que nuestra religión brille como astro de primera magnitud en el firmamento religioso, honra la memoria del Sr. Wesley, sigue su ejemplo imitando sus virtudes.

Origen de la palabra “metodista.”

HABIA una Universidad de Oxford en 1719, cinco estudiantes, entre los cuales estaban los hermanos Juan y Carlos Wesley, quienes formaron una sociedad que tenía por objeto el estudio de la Biblia en la lengua original y la ayuda mutua para el mejoramiento espiritual de cada uno. Participaban semanariamente de la Cena del Señor y ayunaban dos veces á la semana. Arreglaron sistemáticamente su tiempo para el examen de sí mismos, meditación, oración, y enseñanza religiosa. Eran activos en el culto público, en la observación del reglamento de la Iglesia, en benevolencia para con el pobre y el enfermo, y en sus visitas á los presos. Fueron ridiculizados por sus condiscípulos con los nombres de “los sacramentarios,” “los piadosos,” “el santo Club,” y “la polilla de la Biblia.” Poco después se juntaron con Santiago Henry y Jorge Whitefield, y fueron tan fieles á sus ordenanzas, que uno de estudiantes, tanto por esto como por escarnio, les llamó “Metodistas,” y este término, aunque usado á menudo ignominiosamente para expresar entusiasmo ó fanatismo, ha venido á ser el nombre de una de las ramificaciones más grandes de la Iglesia cristiana.

Estos estudiantes, sin ningún pensamiento de organización, buscaban simplemente el crecimiento en santidad y el celo, tanto en sus propios como en los demás corazones y vidas de los cristianos que habían profesado.

Conclusiones.

Las trascripciones de los artículos anteriores tienen la función de rememorar algunos detalles, eventos y datos que, pese a que para algunos nos son del todo familiares, para otros pueden dar una relectura del pasado más profundo. Las fuentes hemerográficas describen rasgos que se deben tener presentes; el primero “El Rev. Juan Wesley. 2 de marzo de 1791” (Rubín, 1893: 123) alusivo al aniversario luctuoso de Juan Wesley, acaecido el 2 de marzo de 1791, es decir, 102 años para el tiempo en que fue impreso dicho texto en el periódico. El segundo, titulado el “Origen de la palabra metodista” (1893), cuyo objetivo es recordar el origen del término por el cual se le conoce a esta denominación protestante. En su conjunto ambos textos sirven para afirmar los orígenes de aquellos misioneros como un aliciente espiritual que sirve de faro para seguir trabajando en la obra de evangelización en nuestro país; a su vez es un recordatorio escrito que intenta instruir con los orígenes protestantes a los pobladores mexicanos que para entonces simpatizaban con el pensamiento cristiano metodista, y que a su vez serían el primer marco generacional para que esta doctrina sobreviviera hasta nuestros días, con todo y las complejidades y transformaciones que a lo largo del tiempo ha tenido  hasta hoy el metodismo mexicano.  

Fuentes de Información.

“El metodismo” en El Abogado Cristiano Ilustrado, 1ro de julio de 1888, pág. 100.

RUBÍN P. Vicente. “El Rev. Juan Wesley. 2 de marzo de 1791” en El Evangelista Mexicano, 15 de agosto de 1893, pág. 123.

“Origen de la palabra metodista” en El Evangelista Mexicano, 1ro de septiembre de 1893, pág. 135.

El Evangelista Mexicano Ilustrado. Portada. 1ro de julio de 1903.