EDITORIAL

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EL DESAFÍO DE LAS VACACIONES

Empiezan las vacaciones escolares y con ellas la interrogante de qué hacer con los hijos durante este periodo. Al preguntar a los padres por los planes que tienen para sus hijos en esta temporada, con frecuencia comentan acerca de qué cursos de verano habrá para que los chicos se ocupen y hagan algo de provecho; aunque con esas actividades vienen aparejados gastos de tiempo, de inscripciones y, si los padres trabajan, quién los llevará al lugar del curso, quién los recogerá y cómo se manejará la cuestión de los alimentos. 

En el caso de las iglesias, se tiene la alternativa de las Escuelas Cristianas de Vacaciones, que constituye una inducción al estudio de la Biblia de manera atractiva para los chicos, y es además un medio para evangelizar a los pequeños. Las iglesias evangélicas fueron las iniciadoras de estos programas, que antes abarcaban un periodo de hasta dos semanas, pero ahora se reducen a cinco días de clase, o menos. De manera que sigue habiendo un buen margen de tiempo libre para los chicos. 

Claro, también está la posibilidad de viajar en familia, pero igualmente esta actividad rara vez se puede prolongar todo el periodo vacacional, por lo que la cantidad de tiempo libre sigue siendo un tema que puede ser desafiante para los padres. 

Sin embargo, las vacaciones pueden constituirse en una enriquecedora experiencia familiar, si recordamos las cosas que durante el resto del año consideramos enseñar a nuestros hijos “cuando tengamos más tiempo”. La Biblia nos manda aprovechar bien el tiempo, porque los días son malos (Efesios 5:16). Y si vemos esta etapa de receso académico como una tela valiosa de la cual podemos “cortar” piezas memorables en la formación de nuestros hijos, podemos ayudarles a usar más sabiamente su tiempo que sólo viendo televisión, o jugando juegos electrónicos, o yendo de un curso a otro. El mejor compañero de nuestros hijos somos nosotros, sus padres; y en lugar de pensar con temor en este receso escolar, hay que verlo como un regalo de presencia de nosotros a nuestros descendientes.

Los niños y jóvenes siguen necesitando tener una rutina, si bien ésta es más relajada que en el periodo escolar. Pero igualmente es bueno establecer una hora para levantarse y acostarse, así como las actividades rutinarias que hagan a los hijos colaborar para el buen funcionamiento de la casa. Cuando los hijos son pequeños, algunos padres colocan una cartulina con la lista de deberes de cada miembro de la familia, para que se vayan marcando una vez que han sido completados; puede incluso haber reconocimientos sencillos para quienes completen sus tareas por semana. Cuando ya los hijos son mayores, el tema de la administración del tiempo puede ser una oportunidad para enriquecer el conocimiento de ellos en esta área.

Las vacaciones son, sobre todo, una oportunidad para constituirnos nosotros mismos en maestros de nuestros hijos: ¿qué tal si programamos cada semana una experiencia de aprendizaje con ellos en el área de la cocina, o en la elaboración de manualidades u otros trabajos útiles que nosotros sepamos hacer, o en llevarlos a conocer algún sitio histórico siendo nosotros mismos sus guías en ese paseo? La idea es aprovechar este tiempo para trasmitirles un legado de conocimiento y convivencia que Dios usará para afirmar en ellos carácter y seguridad.

El periodo vacacional es también una ocasión para profundizar en la relación afectiva con la familia extendida; ahora que no hay la rigidez de un horario escolar, se pueden programar visitas a los abuelos, tíos o primos para convivir con ellos y aprovechar estos tiempos para recordar anécdotas gratas que reafirmen en los chicos su identidad como parte de un grupo familiar. El trabajo comunitario acompañado por los padres es otra enriquecedora experiencia, que nos da la oportunidad de transmitirles nuestros valores como hijos de Dios y discípulos de Cristo. 

Si lo vemos objetivamente, son un máximo de ocho semanas las que tenemos más tiempo para disfrutar a nuestros hijos en un plano más flexible que el que tenemos durante el ciclo escolar. ¿Por qué no aprovecharlo? El tiempo pasa muy de prisa, y los hijos atesoran al correr de los años cada experiencia que han tenido en común con sus padres. El conocido proverbio de “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” toma mucha relevancia en esta etapa de descanso de las actividades académicas: hay que aprovechar esta ventana de oportunidad para hacer memorias que perdurarán en la mente y el corazón de nuestras nuevas generaciones.

En el presente número de El Evangelista Mexicano tendremos oportunidad de leer interesantes crónicas de eventos juveniles y de las asambleas conferenciales que ocurren en estas fechas. También se incluye una reflexión sobre el divorcio y la primera entrega de un trabajo sobre el tema de teconfilia frente a tecnofobia. Podemos ver el trabajo misionero que una mujer metodista está realizando entre los kakatabicos del Perú y algunas noticias relevantes a nivel internacional, entre otras publicaciones. Les invitamos a su lectura y comentarios, que siempre son bien recibidos y apreciados por nosotros.

Fraternalmente en Cristo,
María Elena Silva Olivares.