EDITORIAL

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Joven en Misión

Las personas tenemos la inquietud de conocer la respuesta a tres preguntas existenciales: quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. En particular los jóvenes tienen estas preguntas en su mente; y seguirán a quien les guíe en la búsqueda de la respuesta a estas preguntas. 

Por eso vemos a tantos muchachos unirse a grupos que les permitan tener un sentido de pertenencia y encontrar respuesta a estas preguntas. Como creyentes, sabemos que en Jesús están todas estas respuestas y en él tenemos un sentido de pertenencia, pero es urgente que podamos transmitir esta convicción a las nuevas generaciones. Como iglesia no tenemos que preocuparnos tanto por la liturgia, sino por tener una experiencia con el Espíritu Santo (”separados de mí, nada podéis hacer”, nos dice el Señor Jesús) y animar a nuestros jóvenes a que nos imiten en esta búsqueda de relación con el Creador..

La gente -en particular los jóvenes- y sin importar el tamaño de la congregación donde se  reúnan -si es pequeña, mediana o grande- debe sentirse parte de algo más grande, entender que las comunidades de fe a las que pertenecen son células del mismo Cuerpo cuya cabeza es Cristo. Se ha dicho que las personas que alcanzan grandes metas es porque encontraron una causa más grande que ellas mismas y se “perdieron” en esa causa. Y cuando un joven encuentra la respuesta a las tres preguntas a las que nos referíamos al principio – quién es, de dónde viene y hacia dónde va-, repetimos, seguirá a quien le lleve a encontrar esas respuestas.

Eventos como Joven en Misión, que se realiza cada cuatro años, son un medio para involucrar a jóvenes de iglesias pequeñas, medianas y grandes, en una experiencia de fe y servicio a los demás, en el nombre de Cristo. Es un programa de varios días donde los chicos participan en actividades espirituales, sí, pero también de servicio a la comunidad, donde puedan plasmar en hechos concretos de amor al prójimo la fe que tienen en Jesús. Este año se realizó del 20 al 26 de julio en San Felipe Teotlancingo, Puebla, teniendo como sede la Iglesia La Santísima Trinidad, y reunió a más de 140 jóvenes de distintos puntos del país. Tomamos de la página de Facebook de esta actividad una de las fotografías publicadas, y remitimos al sitio para mayor información de lo que allí se realizó: https://www.facebook.com/profile.php?id=61578977814125. Supimos que los jóvenes fueron organizados en grupos y asignados a iglesias distintas, donde realizaron labores evangelísticas y de acción social. En próximas ediciones de este periódico esperamos tener una crónica del trabajo que ellos efectuaron.

Es de esperarse que el impulso que obtienen de actividades como ésta no se apague al regresar los muchachos a sus congregaciones de origen. ¿Por qué esperar cuatro años para una nueva experiencia misionera? El trabajo de testimonio cristiano se puede reforzar y refrescar organizando a quienes asisten a estas experiencias misioneras en grupos pequeños que realicen actividades similares a las llevadas a efecto en Joven en Misión: visitas, limpieza de terrenos, servicio en comedores, restauración de iglesias, orar por enfermos. En una ocasión escuchamos a un pastor hablar de la necesidad de que hubiera “células de acción social”, es decir, grupos de pocas personas, pero organizados con el fin de orar, estudiar la palabra de Dios y realizar actividades concretas de servicio a la comunidad, para constituirse en una carta de presentación del amor de Dios a otros. 

El ímpetu de Joven en Misión es una flama que esperamos siga ardiendo a través de los jóvenes que asistieron a esta experiencia, repartida en todos los rincones del país.

Esperamos que las colaboraciones de esta edición, última del mes de julio, sean lecturas de provecho para nuestros lectores: incluyen escritos literarios, crónicas y reflexiones teológicas, salidos de la mente y corazón de nuestros entusiastas colaboradores de distintos rincones de nuestra patria.

Un saludo cordial de
María Elena Silva Olivares,
Directora de El Evangelista Mexicano