Por Rubén Pedro Rivera
El presente artículo es síntesis de otro de mayor espacio y con abundancia de datos, que no incluyo aquí para hacerlo más breve y fácil de leer.
La evangelización de los inconversos es tarea fundamental de la iglesia cristiana. Por lo que corresponde a México los analistas religiosos consideran que es un país debidamente evangelizado y así lo catalogan en los documentos oficiales. ¡Nada más falso! La nación está muy lejos de lo que es y debe ser un país cristiano. Señalo a continuación algunos hechos que comprueban mi aserto.
Partamos desde la época de la conquista hispana. Por razón de los acuerdos celebrados entre la iglesia (católica) y los reyes de la época, correspondía a la autoridad civil el promover y respaldar por todos los medios a su alcance la misión evangelizadora de los pueblos conquistados. En la primera etapa de la conquista, llegaron a México grupos de frailes franciscanos, dominicos y jesuitas, principalmente, los cuales venían en su mayoría inflamados de un sincero anhelo de dar a conocer el evangelio redentor. Figuras como Fray Martín de Valencia, Fray Toribio de Benavente, Fray Pedro de Gante, Fray Antonio de Margil, y Vasco de Quiroga, entre otros, realizaron ejemplarmente la tarea de evangelización; si bien en no pocos casos bautizaron masivamente a un gran número de indígenas, dando por sentado que el bautismo los cristianizaba, siendo que es obvio que el bautismo no es sinónimo de conversión.
Hubo por entonces serias discrepancias entre los misioneros que promovían el culto a las imágenes y los que estaban en contra de ello.-[Célebre fue el sermón que pronunció el provincial de los franciscanos, fray Francisco de Bustamante, el 8 de septiembre de 1556, en el cual expuso su disgusto porque mientras los franciscanos se esforzaban en apartar a los nativos de las supersticiones, culto a los ídolos y adoración de imágenes, en la capilla de Guadalupe se les fomentaba lo contrario…se debería azotar al que primero dijo que la imagen que había sido pintada por el indio Marcos hacía milagros (G. Báez Camargo, Biografía de un templo. P. 45). El mismo Bustamante acusó al arzobispo fray Alonso de Montufar de promover tal idolatría y apeló al virrey para que ejerciera el derecho del real patronato a fin de que corrigiera tal aberración.
Por lo antes dicho puede verse que la evangelización ya no era tan efectiva y las cosas degeneraron conforme transcurrían los años. De hecho, pasando por alto los siglos de la dominación peninsular y los que después vinieron, puede verse que el cristianismo auténtico no se dio en México, donde siguieron prevaleciendo las supersticiones, la veneración a las imágenes, el sincretismo doctrinal en que se mezclaban y se mezclan las tradiciones de los pueblos originarios, con las doctrinas y tradiciones católicas. Baste para el caso ver cómo se les han practicado limpias a los Papas que nos han visitado, así como a las gobernantes nacionales. Los anuncios de la práctica de brujos y brujas ofreciendo sus servicios pululan por todas partes, así como la adivinación por medio del Tarot; en el zócalo de la ciudad de México ofrece servicios de magia un seudo grupo de danzantes indígenas; las fiestas parroquiales incluyen la danza indígena de los Matachines; el culto a la santa muerte es descarado, la venta de yerbas, talismanes y objetos de supuesto poder mágico están a la venta abiertamente; cursos para aprender las artes de la hechicería están al alcance de todo mundo, así como la venta de libros sobre la materia; el yoga, feng shui, karate, el ritual indígena de ‘purificación’ del edificio de la Suprema Corte, al iniciar sus funciones la nueva corte de justicia. Toda suerte de ideas y costumbres importadas de religiones paganas nos han invadido, así como las doctrinas de sectas heréticas (el mormonismo, los testigos de Jehová y la luz del mundo, etc.). Añádase a este panorama la bestial deshumanización que imponen los cárteles narcotraficantes, que degüellan, descuartizan, torturan, extorsionan, y acarrean destrucción y muerte de la más despiadada forma. Los grupos LGTBQ, las leyes permisivas, la destrucción de la santidad del matrimonio, la disolución familiar, los feminicidios, etc., etc.
Pero las iglesias protestantes, – entre ellas la metodista, que fue la primera en arribar a México-, no están a salvo de este juicio, porque a poco más de dos siglos de presencia en el país tampoco han logrado establecer el Reino de los Cielos entre nosotros. Principiaron con el mismo celo evangelizador que los primeros misioneros católicos, y no fueron pocos los creyentes, pastores y feligreses, que pagaron con su vida la fidelidad a Jesucristo y sus enseñanzas. Sin embargo, con el curso del tiempo la predicación y la práctica de los cristianos evangélicos se hicieron light y de costumbres vacías; los valores evangélicos han perdido su contenido espiritual y no tienen aplicación en la vida de cada día. Sin embargo, hay que reconocer que en medio de este negro panorama existen excepcionales destellos de luz y por ello ha de afirmarse que de alguna manera ‘Cuando abunda el pecado, sobreabunda la gracia’. Con todo, el contexto del mal nos rodea y advierte: ¿ha perdido la batalla el cristianismo? ¿hay esperanza para México? La respuesta está en las manos de los creyentes que realmente aman y sirven al Señor con inquebrantable entrega. ¿Estás tú, lector, entre ellos?
