Por Rosa Barrachina. Ella pastorea desde hace más de 30 años en Valladolid, en el Centro Cristiano La Roca, junto a la pastora Young ae Kim. Es cofundadora de la Fundación La Roca Global y miembro de la Alianza Evangélica de España y de Puertas Abiertas España.
Seguir escuchando a Dios para afinar una visión celular centrada en personas no empieza en la agenda, sino en la sala más pequeña de la casa: “cerrada la puerta”. Allí, sin micrófonos ni presión, nos sentamos con el Padre y le decimos con sencillez: “Aquí estoy. ¿Qué ves Tú que yo no veo? ¿A quién quieres que acompañe hoy?”. En ese clima de relación —no de rendimiento— la dirección llega como lo hace en toda amistad: a veces en un versículo que “salta”, otras en una impresión suave, otras en una conversación que confirma. Antes de salir a visitar, de planear una multiplicación o de elegir un tema, haz una pausa breve: respira, rinde tus planes, y pregunta: “Señor, ¿cómo puedo amar mejor a esta persona?”.
Anota lo que percibas, pruébalo con la Palabra y conversa con tu equipo; escuchar en comunidad nos salva de ocurrencias y nos alinea al corazón del Pastor de pastores. La oración íntima también es caminar con Dios durante el día: en el coche, en el pasillo de la iglesia, mientras preparas café para la célula; convierte esos momentos en frases cortas de dependencia: “Guíame”, “Dame ternura”, “Enséñame a esperar”. Practica la gratitud deliberada —por cada nombre, cada pequeño avance— porque la gratitud limpia el lente y te ayuda a ver personas, no métricas. Intercede con nombre y apellido (no por “la lista” sino por historias concretas), y espera ver la recompensa en público: conversaciones que sanan, reconciliaciones, nuevos anfitriones que brotan, calendarios guiados y no saturados. Cuando falten palabras, ora “en el Espíritu”; te sostendrá por dentro y te dará sabiduría para discernir cuándo impulsar, cuándo ajustar ritmos y cuándo primero sanar.
Guarda tu corazón, porque de él fluye la vida de la célula: si el corazón está tenso y corre, serviremos desde la prisa; si está en paz y rendido, serviremos desde la presencia. Y recuerda: los mejores planes nacen del abrazo de Dios, no del miedo a fallar. Por eso mantén un diario de oración (qué escuchas, qué haces, qué fruto ves) y revisa semanalmente con tu equipo: ¿a quién nos está enviando el Señor? ¿qué historias confirman la dirección? Con esta práctica sencilla y constante —relación antes que rol, presencia antes que prisa, fruto antes que forma— la visión celular se afina de manera natural, y las personas siguen siendo lo más importante, porque seguimos el ritmo del Espíritu, no el de la ansiedad. Esa es la belleza del modelo celular cuando Dios lleva el timón: familia, escucha y obediencia que se traducen en discípulos que hacen discípulos.
Acerca de la autora
Rosa Barrachina
Rosa Barrachina nació en Barcelona, en el seno de un hogar pastoral donde desde pequeña aprendió a amar la Palabra de Dios y a servir a la Iglesia. Esa herencia espiritual marcaría el rumbo de su vida. Hace más de 30 años, Dios la llamó a Valladolid, en el corazón de Castilla y León, para levantar junto a la pastora Kim Young Ae lo que hoy es el Centro Cristiano La Roca. Desde entonces, ha dedicado su vida a pastorear, formar discípulos y levantar equipos con una visión relacional y misionera, siempre guiada por el modelo celular. Su ministerio ha trascendido las fronteras de la iglesia local. Rosa es cofundadora de la Fundación La Roca Global, miembro del equipo de Misiones de la Alianza Evangélica de España y de la Junta Directiva de Puertas Abiertas España, desde donde impulsa la obra misionera y el apoyo a la Iglesia perseguida en distintos países. Además de su labor pastoral, Rosa escribe y comparte en conferencias, inspirando a líderes y comunidades con un mensaje claro: vivir en el propósito eterno de Dios. Su historia refleja fe, perseverancia y pasión por ver vidas transformadas por el evangelio.
El Evangelista Mexicano 